Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 12 de mayo de 2013 Num: 949

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Don Quijote en Alemania
Ricardo Bada

Un pescado refuta
la extinción

Adolfo Castañón

Dos poemas
Francisco Hernández

Más allá de la música: guerra, droga y naturaleza
Mariana Domínguez

La música: usos y abusos
Alonso Arreola

El poderoso influjo
de la música

Xabier F. Coronado

Leer

Columnas:
Bitácora bifronte
Ricardo Venegas
Monólogos compartidos
Francisco Torres Córdova
Señales en el camino
Marco Antonio Campos
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
Al Vuelo
Rogelio Guedea
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Cabezalcubo
Jorge Moch
Galería
José Angel Leyva
Cinexcusas
Luis Tovar


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Jorge Moch
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Obama o la carabina de Ambrosio

Allá en la cloaca de la política hay quienes piensan que están en la cima. Y que la visita del presidente de Estados Unidos supone, para ponerlo en telenovelescos términos que le vienen bien al que le queda el saco, “alcanzar una estrella”. Y significó, claro, la enormidad urbana del operativo: diseminar con impecable logística de guerra un hormiguero de miñones armados hasta el colodrillo, algunos disimulados, otros de uniforme, porque los bichos peligrosos desde el color avisan: por aquí no se pasa, y aquello del “libre tránsito” y parecidas argucias con que la gente insensata se quiere pensar emancipada, quedó convenientemente cancelado. Y hubo pues el cierre de calles y avenidas, la prohibición de acercarse uno a determinados espacios públicos y mejor camínele por allá, joven, porque estas calles ya no son suyas ni mías, sino del gringo. Y hasta se cerró, con terribles afectaciones para decenas de miles de personas, el aeropuerto más grande del país, para que un solo ser humano se subiera tranquilamente a su propio, enorme, desmesurado avionsote, porque a pesar de ser dueño de uno de los más terribles arsenales nucleares del planeta, y a pesar de tener a su servicio millones de asesinos entrenados, y a pesar de ser el gran devastador de naciones enteras y de tener el control de drones robóticos de destrucción masiva, y a pesar también de vivir rodeado de una cohorte de espías y expertos en combate y maniobras de evasión, es un hombrecito que vive aterrado, como suelen vivir todos estos hombrecitos que dicen gobernar. Y los medios en México, fíjate, Televisa y TV Azteca, enloquecieron, ruidosos como guacamayas, y desde la crónica exaltada micrófono en mano hasta el cejijunto análisis con voz grave y corbata calada, desgranando frases ya antes repetidas hasta la náusea, como “el mayor socio comercial” o “la frontera más amplia y transitada del continente y del mundo” y llenándose los hocicos con frases de la utilería coyuntural, como “balanza comercial”, nos dijeron todo lo que se dijo: que Obama vino a cantar elogios.

Pero nada más. Por más que se desgañitaron los histéricos locutores televisivos, por más que las vocerías del gobierno repitieron cada palabra o intentaron crear un aura de misterio a las conversaciones a puerta cerrada, nada más. A pesar de que el gringo se aventuró a citar a Juárez o a hacer un aguado actito de contrición por la cantidad de armas que los suyos nos meten para que nos matemos, nada. A pesar de que hasta se atrevió, condescendiente y magnífico, a tirar la migaja del discurso sobre la tan manoseada reforma migratoria, nada más. Porque las armas van a seguir metiéndose para que nos sigamos matando. Y Estados Unidos va a seguir haciendo cuanto chanchullo se le ocurra para chingarnos el petróleo y embucharnos su gas y su gasolina carísimos, que en realidad eran los nuestros, pero bueno. Y Estados Unidos va a seguir propiciando el perfil racial y la persecución, la negación de derechos elementales a los migrantes, y va a porfiar en prácticas deleznables como la deportación, por decenas de miles, de niños solos y abandonados por el racista hecho de ser latinos.

A los mexicanos que no somos Enrique Peña, que el presidente gringo elogie la “democracia mexicana” cuando recién vimos el escandaloso aparato con que se compran los votos y cómo se usan programas sociales con fines electoreros, suena más a burla que a sincera apología; y a que, si acaso, Barack es un fino artífice de la sorna.

Pero nada más. Y la verdad cruel es que a la inmensa mayoría de los mexicanos, porque México es mucho más que unas calles de Polanco, la visita del señor Obama nos importó un puro pepino, o menos que eso. Y sus elogios de una realidad distorsionada por el grosor de los vidrios antibalas de su cochesote, esas frases llenas de optimismo de supermercado a nosotros, que vivimos en el México de veras, nos calaron todavía menos. Porque Obama vino a elogiar a México para, como bien apunta Denise Dresser –el mote atinadísimo, de “porrista del Potomac”, bajar allá, en su congreso y entre sus votantes, la imagen del mismo eu como proveedor de muerte y terror en una guerra de antemano perdida y causada, además, por el ávido antojo de sus millones de drogadictos. Y si acaso, para congraciarse con los más de treinta millones de mexicanos que viven allá, que al final no dejan de ser un montón de votos contantes y sonantes.

Pero nada más.