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Marco Antonio Campos
Rubén Bonifaz Nuño y la poesía*
Borges dijo muy A menudo que sabía desde
niño que su destino sería literario; Octavio Paz
escribió en uno de sus últimos ensayos: “Desde
mi adolescencia he escrito poemas y no he cesado
de escribirlos. Quise ser poeta y nada más”;
Rubén Bonifaz Nuño, sin embargo, dudó demasiado,
aun de joven, y sólo comprendió que se consagraría
a la poesía cuando al promediar la década
de los cuarenta empezó a ganar los entonces
prestigiosos Juegos Florales de Aguascalientes, y
sobre todo, luego de que Agustín Yáñez escribiera
una magnífica página en su elogio. Desde entonces,
la poesía fue para Bonifaz Nuño viento y luz,
ola y espiga, y le dio tal vez la única libertad en
una vida donde no cesaron de perseguirlo las
obligaciones. Ya en el amor o en el desamor, el
sol central de su poesía fue la mujer, la cual es
sujeto y objetivo final de gran parte de los versos
que escribió. Las saetas enviadas por la mujer
cayeron en su corazón desde que la llamada
del canto resonó en su alma. ¿Para cuántos jóvenes
que empezaban a redactar sus primeros
versos no fue la lectura de El manto y la corona
su biografía amorosa de adolescencia y cuántos
no aprendieron de memoria el poema “Amiga a
la que amo, no envejezcas”? Pero Bonifaz también cantó
en diversos libros a los desheredados de la tierra, a la figura
de Simón Bolívar, al sueño del sueño que representó
la vida diaria en el México antiguo, a sus desdichas personales,
a la muerte –a la que no se cansó una y otra vez
de provocar–, en fin, la poesía fue para él una vía, quizá la
principal, de conocimiento del mundo.
Para Bonifaz el canto era lo más alto musicalmente a
lo que podía aspirarse en la escritura de la poesía. En base
a inusitados juegos de sílabas y acentos creó en sus versos
una música verbal extraordinaria que envuelve en un
vértigo. Como César Vallejo, como Claudio Rodríguez,
como Juan Gelman, muchas veces los juegos rítmicos y
el viento de la música creaban dos o más sentidos donde
en apariencia había una construcción ilógica. Si en el México
antiguo las ciudades se fundaban sobre el canto,
Bonifaz en el canto fundó la ciudad de su obra.
Bonifaz Nuño vivió entre nosotros y vivirá en las generaciones
sucesivas con el alto nombre de Poeta.
*Leído el 4 de abril en el homenaje póstumo a
Rubén Bonifaz Nuño
en la sala Nezahualcóyotl
de la UNAM.
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