Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 12 de mayo de 2013 Num: 949

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Don Quijote en Alemania
Ricardo Bada

Un pescado refuta
la extinción

Adolfo Castañón

Dos poemas
Francisco Hernández

Más allá de la música: guerra, droga y naturaleza
Mariana Domínguez

La música: usos y abusos
Alonso Arreola

El poderoso influjo
de la música

Xabier F. Coronado

Leer

Columnas:
Bitácora bifronte
Ricardo Venegas
Monólogos compartidos
Francisco Torres Córdova
Señales en el camino
Marco Antonio Campos
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
Al Vuelo
Rogelio Guedea
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Cabezalcubo
Jorge Moch
Galería
José Angel Leyva
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
Núm. anteriores
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Alonso Arreola
@LabAlonso

La Mantis de Felipe

Hablemos de Felipe Pérez-Santiago. Tiene treinta y siete años. Es un compositor y artista sonoro mexicano que gusta de andar en motocicleta por el barrio de Coyoacán. Buen manager de sí mismo, también es director artístico del ensamble Mal’Akh con el que lo vimos actuar en un aniversario de la Fonoteca Nacional. Otrora estudiante del CIEM, su paso como estudiante en Europa provocó huellas que hoy podemos aplaudir. En la página que alberga su trabajo (www.felipeperezsantiago.com) se le puede conocer a fondo, pues hay hartas pruebas sónicas y de video. Sin embargo, hacía falta una edición que enmarcara lo mucho que ha sucedido en su cabeza. Ello nos mueve este domingo, lectora, lector: Mantis (2013), un álbum en el que se ven reunidos doce esfuerzos maquinados a lo largo de catorce años tramando música experimental.

No hay de qué espantarse. Sabemos que términos como “experimental” o “contemporáneo” suelen activar los músculos de la mano para darle vuelta a la página e irse directo a las columnas de Luis Tovar y Jorge Moch. Pero hay tiempo. Permítasenos intentar el convencimiento. Poner este disco en casa no implica dinamitar reuniones o forzar al mal humor en melómanos de baja intensidad. Por el contrario. A nosotros nos acaba de suceder hace un momento. Tras recorrer en el estéreo varios discos que yacen a la espera de algún comentario en este espacio, Mantis provocó el siguiente comentario en un invitado: “Eso sí está bueno.”

“Jingle Hell!!!”, la breve obertura, es casi una broma. Fue comisionada en 1999 por la Dutch Radio Station “Der Concertzender”. Funciona como una llamada de atención y para establecer un eje tímbrico en el que se mezclarán, siempre con fortuna, instrumentos acústicos y distintas dotaciones electrónicas. “Post-War”, la primera pieza en forma, fue hecha para el festival Kult Odyssey (Holanda/Bulgaria) de 2001. Las cuerdas dibujan una tensión panorámica que bien podría fondear imágenes del cineasta David Lynch. Apuesta en su inicio por un fraseo árabe para luego ascender hacia el espacio vía un crescendo que, lejos de abrir la puerta del ruido, nos deja conocer interesantes amagues de contrapunto. Sí, hay desolación pero también mucho aire para el pensamiento. Hacia el final del track, los acordes del teclado parecen otorgar esperanza, sin embargo irrumpe un ostinato percusivo (tres contra dos) para que el solo de violín devele una cima incierta. A Piazzolla le gustaría, creemos.

Sigue “Area 17”, pedida en 2006 por Instrumenta para el 250 aniversario del nacimiento de Mozart. Magnífico uso de distorsiones digitales para una suerte de fuga que sustituye aire y fuelles por texturas rugosas, pero que nunca abandonan su rigor armónico. Finalmente llega a lo abstracto, sí, pero bien vestido de augurio. Descansa y deja paso a “Cicatrice”, del 2008. Ésta fue un pedimento del Egidius Quartet de Holanda. A las voces de bajo, barítono, tenor y contratenor se suma la electrónica de Pérez-Santiago, una alberca en la que éstas parecen ahogarse. Llaman la atención los planos. Contrario a lo que podría imaginarse, los cantantes se ven sometidos, casi aplastados por los bloques sonoros.

“Danza de ángeles” (1999), “Frozen” (2003), “Phoetus” (2003) y “Círculo” (2002) son cuatro temas compuestos para distintos proyectos de danza y video. En el primero somos invitados al caminar, al latido del viento. (Nos disculpamos con usted y con el compositor por semejantes imágenes, pero qué se le va a hacer, nos resultan inevitables.) En el segundo, un lentísimo entramado que sabe de silencios, nos congelamos vía la delgada lluvia de pizzicatos e insinuaciones cordales hasta que se instala un aura nocturna, mucho más grave y atrevida, que promete al menos tres advenimientos incumplidos. Está muy relacionada con la tercera, construida para el mismo proyecto. De ella nos gustan sus glissandos y la entrada tardía de electrónica y voces, los ataques finales de las cuerdas. La cuarta se aleja de la madera. Rompe la apuesta por lo orgánico. Su programación rítmica es excepcional, casi industrial.

“Der Natchflug”, de 2000, ganó el premio de residentes del Instituto de Música Electroacústica de Bourges en Holanda. Es la más larga y extravagante. Un ejercicio de electrónica pura, agresivo, celebrable. “Iftira” (2012), por otro lado, es de nuestras favoritas. Concentra mucho de lo mejor en Pérez-Santiago: su saber en la computadora, su sensibilidad melódicoarmónica. Espléndido trabajo para fagots. “Red antisocial”, con la flauta del talentoso Alejandro Escuer, también destaca. Rechinido, parvada. Su diálogo con la polirritmia es encomiable. “Ladrones”, cerrando la pinza de inicio, es una corta despedida de piano MIDI que nos hace sonreír complacidos por el tiempo dedicado a que este insecto nos devorara.