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Prioridad en la agenda, las grandes cuestiones europeas; su primer viaje será a Berlín

Hollande pide mantener la movilización para darle mayoría al presidente

Una incógnita, la postura del futuro gobernante de Francia en cuanto a temas de política exterior

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Euforia en la Plaza de la Bastilla por la victoria del candidato socialista en la elección presidencialFoto Ap
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Con el triunfo de Francois Hollande, un socialista vuelve al poder en Francia desde la presidencia de Francois Miterrand (1981-1995). La imagen, en la Plaza de TulleFoto Reuters
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Lunes 7 de mayo de 2012, p. 28

Burdeos, 6 de mayo. El virtual presidente de la república francesa, Francois Hollande, tiene 57 años. Nació en Rouen (Normandía), de padre médico, conservador, y madre trabajadora social, católica de izquierda. Excelente alumno, se cuenta que a los 16 años ya afirmaba, con mucha seriedad, que quería ser presidente de la república. Estudió derecho, pero también se tituló en el Instituto de Estudios Políticos y en la Escuela de Altos Estudios Comerciales. Terminó integrando la prestigiosa Escuela Nacional de Administración (ENA), de donde salen las élites francesas. Al terminar, entró a trabajar a la Contraloría General de la Nación, de la cual hoy día, es magistrado.

Curiosamente, ese hombre que se afilió al Partido Socialista a los 25 años, que ocuparía todos los cargos en el partido, hasta el de primer secretario, que sería muy cercano al gobierno de Francois Mitterrand (vocero, comisionado…), que tendría cargos de elección popular en el departamento de Corréze y en la asamblea nacional, ese hombre nunca fue ministro.

En 2011 se lanza como precandidato a la presidencia de la república y gana frente a Segoléne Royal, su ex compañera y candidata contra Nicolas Sarkozy en 2007, Martine Aubry, Arnaud Montebourg, Manuel Valls y Jean-Michel Baylet. En 2012 le llegó la hora a ese aparentemente discreto y consensual, pero tenaz y perseverante.

El virtual presidente tomará posesión la semana próxima. Ese mismo día recibirá la renuncia oficial del actual gobierno y nombrará a su primer ministro, el cual, a su vez, constituirá su gabinete que tendrá exacta paridad entre hombres y mujeres. La primera información sobre la orientación de la política de Francois Hollande será el nombre de su primer ministro. Se habla de Jean-Marc Ayraud, alcalde de Nantes, un fiel de siempre, y de Martine Aubry, alcalde de Lille, más marcada hacia la izquierda del Partido Socialista.

Hollande contempla 60 compromisos en su programa de gobierno. Si nadie duda que pueda implementar muchas reformas directamente vinculadas con la sociedad francesa (derecho al matrimonio y adopción para los homosexuales, gran reforma de la justicia, creación de empleos en la educación…), otras son más polémicas, como dar el derecho a votar a los extranjeros no europeos, bajo ciertas condiciones, en las elecciones municipales. Pero lo que esperan los franceses es una muy fuerte señal en términos de poder adquisitivo. Dijo Hollande que se bajará el precio de la gasolina durante tres meses. Obviamente, será una medida popular, a unas semanas de las vacaciones de verano, pero no será suficiente.

Al mismo tiempo que va a tener que cumplir rápidamente con el anhelo de los franceses de vivir en una sociedad más justa, tendrá que enfrentar, por una parte, los expedientes de las empresas francesas en quiebra, como la de Arcelor Mittal, y, por otra, las grandes cuestiones europeas. Su primer viaje al extranjero será a Berlín para encontrarse con Angela Merkel, quien no quiso recibirlo durante la campaña electoral. Allí es donde se va a jugar la renegociación de pacto presupuestario a la que está opuesta la dirigente alemana.

Se le ha reclamado a Hollande haber hablado poco de política exterior, aparte de Europa. Si ha mencionado la necesidad de retirar las tropas francesas de Afganistán –este mismo año para las tropas combatientes–, poco se sabe sobre la política que piensa llevar en África, sus posiciones como gobernante sobre Siria, Irán, las relaciones con Estados Unidos o China.

Pero, antes que todo, para poder llevar a cabo la ambiciosa política de cambio hacia la justicia y la igualdad, Hollande tiene que lograr una mayoría en la Asamblea Nacional, que se renueva en junio próximo. En la Plaza de la Bastilla, este domingo por la noche, pidió a los electores que no se desmovilicen y continúen la campaña para darle una mayoría al presidente.

El 10 y 17 de junio se van a elegir 577 diputados. En las elecciones se van a medir fuerzas y las negociaciones ya están en marcha. No se sabe bien qué orientación va a tomar el partido derrotado esta noche: la UMP, ni qué actitud asumirá la extrema derechista Marine Le Pen.

Por su parte, en la primera vuelta, el Frente de Izquierda presentará candidatos en todas las circunscripciones, muchos de ellos del Partido Comunista y los demás del Partido de Izquierda. Los ecologistas ya negociaron con el Partido Socialista antes de la elección presidencial para asegurarse un grupo en la asamblea. Si el Frente de Izquierda logra un buen número de diputados o si permite, en la segunda vuelta, que se elijan diputados socialistas, tendrá la posibilidad de ejercer un papel real en el ajedrez político. Porque allí está otro reto. Hollande es, de cierta manera, un político a la antigua. Para él, la democracia no puede ser más que representativa y lo dijo en uno de sus discursos del 6 de mayo: Estoy emocionado que me hayan escogido para representarlos.

El nuevo presidente tendrá que analizar y entender el clamor que surgió de la primera vuelta de la elección presidencial. Tiene que entender que la gente ya no quiere que se decida sin ella. Tiene que entender la reivindicación de participación que se ha expresado. Su agenda es desmesurada y sólo con el apoyo del pueblo puedo lograr revertir cinco años de destrucción de las conquistas sociales, impedir el avance de la extrema derecha entre la gente más pobre y desesperada, construir una nueva democracia participativa y social.