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LA VOZ EXTRAORDINARIA
LAURA SOLÓRZANO
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Nueva escritura sumaria,
Ricardo Yáñez,
Vaso Roto,
España, 2011.
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Cuando llegó a mis manos esta antología me dejé llevar por la vital energía de los poemas. Sentí el poder del encantamiento de la palabra cuando la música y la idea se complementan, se conducen y aumentan su potencia. En la obra de Yáñez hay una compenetración eficaz de la musicalidad, el concepto, la voz y la experimentación.
Dueño de una libertad alcanzada quizá por el oficio, por el convencimiento o por el simple gozo de la versificación, Ricardo parece fluir en sus textos y, aun cuando sufre, en el texto se mueve como si fuera completamente feliz. Es una contradicción curiosa, ya que no conozco otro poeta que vierta tantas lágrimas como él, tanta emoción que pugna por salir de su pecho, y sin embargo en el poema va y viene rimando y cantando a sus anchas. Dice: “sólo soy el tiempo de una música viva”.
Y aunque se desplace por otros temas –la soledad, el árbol, la vida de la abuela, la pecera, el taxista–, regresa inevitablemente a la música: “el agua no es el agua, es la música del agua”.
Es notable su habilidad para llegar al concepto, encontrar la sustancia, y así su texto empiece aparentemente de manera simple o con una sencillez extraña, al continuar llega de pronto a una esencia, a tocar o señalar con una metáfora la médula del decir; a hurgar en ese fondo o a salirse de él, sin quedarse nunca en el llano hecho nombrado. Dice: “No soy el aire, soy la necesidad de ser el aire.”
En esta antología, cuidadosamente seleccionada, se puede notar su versatilidad que se recrea en distintas formas, tanto en las medidas y rimadas como fuera de ellas. Se aleja del soneto y luego regresa a él, va de la prosa al verso y de la metáfora desatada a la narrativa realista que va buscando su forma. El talento del poeta sorprende porque constantemente se transforma y encuentra en ese camino el sentido de su trazo, o el sentido de la música interior que es la voz poética.
Hace algunos años me tocó leer en La Jornada Semanal una conversación entre Hugo Hiriart, Ricardo Yáñez y Aurelio Major. Me llamó especialmente la atención un comentario de Yáñez sobre “la voz extraordinaria”.
Algún tiempo después nos encontramos en casa de Carmen Villoro. Le pedí que me explicara con más detalle qué era la voz extraordinaria. Respondió haciéndome la pregunta él a mí; trataba de que explorara en mi interior cuál era esta voz. Continuamos hablando y al final creí entender que Yáñez se refiere a la voz que busca una realidad sustantiva, la voz que surge para expresar algo esencial, que busca por dentro un sentido en lo que ve afuera. Se trata de la otra voz, la que interesa.
Ahora que me llega este libro a las manos recordé ese asunto de la voz extraordinaria. Gracias a internet localicé la entrevista y volví a leer sus palabras. Yáñez lo dijo así: “Me preocupa el hecho de que haya quien trabaje el lenguaje de manera que lo escrito parezca poesía, aunque no diga nada. Eso de ‘no decir nada’ nunca es verdad, por supuesto, pero dicho de otra manera, notas que la voz poética aleja al autor de su propia voz. A mis talleristas les digo que se trata de que encuentren su voz extraordinaria, pero sin que oculten su voz de diario. Tu voz de diario debe estar en tu voz extraordinaria, que no la oculta: la trabaja.”
Existe una voz extraordinaria trabajando con la voz ordinaria. La voz extraordinaria de Ricardo deja ser a su voz cotidiana, o quizá su voz cotidiana incorpora y deja fluir a su voz extraordinaria. Y en esta mancuerna afortunada ocurre que se da el aspecto lúdico de su trabajo, el juego de la voz, la experimentación, el riesgo que corre porque juega y, así, extrae lo sustantivo. En su voz ordinaria encontramos las huellas de su carácter y sentido del humor conviviendo con pensamientos de mayor alcance provenientes quizá de su voz extraordinaria.
La presente antología preparada atinadamente por Sergio Luna, Moisés Ramírez y Antonio Riestra, es una reunión de textos que conforma una buena mezcla, un rico conjunto de poemas de distintas épocas. Vuelvo a leerlos y me provocan una sensación de asombro a causa de lo inesperado de sus temas, y por la multiplicidad de sentimientos: amor, tristeza, dolor, coraje y alegría aparecen con gran intensidad.
Yáñez es un filósofo de la lengua y de la vida, que canta sus hallazgos y los escribe. La voz de Yáñez, versátil, intrépida, cazadora, huidiza, palpitante, dotada y libre, se adueña de lo que toca y refracta su propio don.
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Antología de la poesía italiana contemporánea,
Emilio Coco (compilador),
La Cabra Ediciones/uanl/Conaculta,
México, 2010.
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“El lector encontrará, al lado de algunos nombres de fama ya afianzada, presentes en todos los florilegios poéticos publicados en Italia, a otros que no están inmersos en el ‘circuito.’” Así presentan los editores esta reunión, “tendenciosamente” imparcial, como confiesa el propio compilador, quien es por cierto uno de los poetas italianos contemporáneos más reconocidos fuera de su país. Incluye una selección de poemas en italiano.
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Otoño desnudo, poesía rusa no oficial de la segunda mitad del siglo xx,
Ludmilla Biriukova (introducción, selección y versiones),
La Cabra Ediciones/buap/Conaculta,
México, 2010.
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Más allá de Pushkin, Lérmontov, Blok, Maiakovsky, Ajmátova, Tsvetáieva, Mándelstam y Pasternak, entre otros poetas de fama mundial, están los poetas seleccionados por la traductora y también poeta rusa Biriukova, que propone aquí treinta y seis voces que, a juicio de Jorge Bustamante –otro notable traductor del ruso al español–, son “representativos del vasto y variadísimo panorama de la poesía rusa no oficial”.
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