jornada


letraese

Número 178
Jueves 5 de Mayo
de 2011



Director fundador
CARLOS PAYAN VELVER

Directora general
CARMEN LIRA SAADE

Director:
Alejandro Brito Lemus

pruebate



editorial

Joaquín Hurtado

Sierra madre

Me dijeron que no viniera, que la situación estaba muy peligrosa. Pero cómo iba yo a dejar con su pesar a doña Crucita. Mujer muy servicial, nos abrió su choza cuando trabajamos en estos remotos pueblos de la sierra. Gracias a su gran conocimiento de los códigos y hábitos comunales de esta arisca región pudimos emprender campañas de género, derechos reproductivos y prevención de sida.
Mírela usted ahora, al pie de aquel cerro pelón, en medio de un remolino de almas. Ese solar marchito es el cementerio. Hoy han bajado vecinos de Santa Rosa, El Salitre, La Venadera... Ha venido casi todo el pueblo. El campanario ruinoso pregona que Charalillo ha muerto. Unos plomazos de calibre encabronado le reventaron el corazón.
La hebrita de oro que se ve ahí abajo es el sol que chacualea en la cañada. Magueyes, biznagas y nopales se esfuerzan por dar reposo al sol meridiano. En esta parte de la loma hay muy poca tierra buena. Los hombres tuvieron que reventar el caliche vivo para darles un hogar a los muertos. Aquí siente uno el chiflón del este que trae el aroma de los azahares. El viento cálido raja la cordillera y estremece el lomerío.
Doña Crucita se rebela al consuelo. Tan platicadora y risueña, comedida y refranera; hoy apenas puede despegar los labios. Nunca se había escuchado un alarido tan silencioso. ¡Yo no mandé a mi hijo para esto!
Mire usted con atención. No pregunte, cuide muy bien sus dichos. Unos rumores subieron desde la ciudad. Llegaron con el forense que trajo a Charalillo. Han amenazado con venir a arrebatarnos los restos del chamaco. El alcalde prometió protección especial, custodia que no se ve por ningún flanco. Cuando se acercan los chingadazos los políticos sólo saben apretar las quijadas y esconderse. Siempre ha sido así en este país desbarrancado.
Yo no había visto tanta gente encanijada. Ya están bajando el cadáver. La doña se resiste. Se muerde las manos. Las venas del cuello son un nudo de serpientes. El Charalillo era su hijo único.
Ahora venga usted para acá. Acérquese. Responda a la anciana. ¿Verdad que mi hijo ya está con don Pablito? La vieja se refiere a O´Higgins. Orgullosa de la amistad con aquel colosal y humilde artista, Crucita alentó a su chamaco para irse a la ciudad y buscar mejor vida. Ella le trasmitió a su Charalillo la devoción por el color de esta sierra y el esplendor de sus noches. Lo que pocos saben es que aquí juntito está sepultado Pablo O’Higgins. Un muralista de los grandes, amigo de Diego y Frida. El buen gringo se enamoró y luego casó con María, oriunda de El Barrial. Ella respetó la última voluntad de su esposo, por eso aquí quedó don Pablito. Historia muy bella que da resuello al corazón de Crucita.
Ya sólo nos quedan los amados huesos, que se van haciendo migajas de oro y luz en aquel cementerio de pobres.


S U B I R