Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 17 de abril de 2011 Num: 841

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Bitácora Bifronte
Jair Cortés

Monólogos Compartidos
Francisco Torres Córdova

Nerón (fragmento)
Desider Kostolanyi

Una carta para el autor
Thomas Mann

George Orwell, comentarista de la BBC
Ricardo Bada

La España republicana
Luis Perujo Álvarez

García Lorca en Montevideo
Alejandro Michelena

Leer

Columnas:
Señales en el camino
Marco Antonio Campos

Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

Corporal
Manuel Stephens

Mentiras Transparentes
Felipe Garrido

Al Vuelo
Rogelio Guedea

La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
Núm. anteriores
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Thomas Mann en 1939

Una carta para
el autor

Thomas Mann

Múnich, abril 4, 1923.

Querido Sr. Kostolanyi:

Me ha conmovido enormemente su Nerón (Nero), una novela que satisface, sobrepasa verdaderamente la expectación provocada por el enérgico y sensible talento mostrado en su libro anterior, El farol mágico (The Magic Lantern). Su crecimiento no es sorprendente para alguien que ha seguido el inicio de su trabajo con gran simpatía. Y, sin embargo, estoy dispuesto a calificarlo como asombroso; y permítame añadir que utilizo esta palabra para una obra de arte sólo como la forma de elogio más elevada. Con ello quiero decir que la obra es algo más que el producto de una cultura nacional particular o incluso Europea. Me refiero a que conlleva la distinción de una originalidad individual e intensa, que tiene su origen en un aislamiento inquebrantable, que tiene el poder de conmovernos con una humanidad tan cierta que, de hecho, provoca dolor. Ahí yace la esencia de lo poético. Todo lo demás es académico, sin importar qué tan revolucionaria pueda ser su apariencia externa.

Nos ha brindado un libro cuya absoluta imprevisibilidad, cuya originalidad salvaje está disimulada dentro de una forma calmada y tradicional. Bajo nombres históricos ha creado seres humanos cuya cercanía a nosotros es el resultado de su origen en las profundidades de su propia conciencia. Están envueltas en las ropas de su tiempo, ropas sin duda estudiadas cuidadosamente, pero portadas con tanta facilidad que en ningún momento nos dan el efecto de un disfraz teatral, de una dolorosa arqueología. Y dentro de esta novela que trata con un sangriento y angustiado diletantismo, ha logrado presentar sutilmente su conocimiento malicioso y espléndido del alma del artista; ha dotado a su obra con toda la profundidad y melancolía de la vida, su terror y su comedia. La ironía y la lástima se han vuelto una sola, y juntas forman la base de esta creación poética.

Algunas veces Nerón alcanza un esplendor salvaje a través de la desesperación misma de su frustración poética; pero como personaje prefiero a Séneca, el poeta-cortesano, el simpático sofista que sin embargo es un hombre de sabiduría genuina, verdaderamente un hombre de letras, y el recuento de quien en sus últimas horas me conmovió y perturbó como pocas cosas dentro del arte o la vida han logrado. Luego esa escena invaluable donde Séneca y el emperador leen sus poemas en voz alta uno al otro, cada uno engañando al otro con su adulación. Pero incomparablemente para penetrar en la tristeza está la escena que es mi favorita, en la cual Nerón, con furia creciente y agonía, la encarnación misma de un hombre herido y frustrado, intenta en vano ganar la confianza de un colega del poeta Britannicus –Britannicus, quien posee el secreto, la gracia interna de un poeta verdadero, y quien, en la extrañeza y el silencio de su asilamiento artístico, repele, para su propia destrucción a este Nerón, al mismo tiempo tan poderoso y tan indefenso. Es una escena magnífica, espléndida y magistral. Y hay otras partes del libro cuya originalidad íntima está evidenciada no sólo en su retrato del alma individual, sino del complejo social; que evoca para nosotros, sin esfuerzo, imágenes y escenas de la vida de la antigua capital del mundo que construyen una crítica fascinante de la sociedad romana.

Soy feliz, querido señor, de ser el primero en felicitarlo por su magnífico trabajo. Añadirá honor a la labor literaria de Hungría, cuyos nombres gloriosos desde Petofi y Arany hasta Ady y Moritz Zsigmund son tan numerosos; y llevará su joven nombre hacia una prominencia aún mayor entre aquellos que el día de hoy expresan de mejor manera la vida cultural y espiritual de Europa.

Atentamente,
Thomas Mann

Traducción de Álvaro García