Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 17 de abril de 2011 Num: 841

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Bitácora Bifronte
Jair Cortés

Monólogos Compartidos
Francisco Torres Córdova

Nerón (fragmento)
Desider Kostolanyi

Una carta para el autor
Thomas Mann

George Orwell, comentarista de la BBC
Ricardo Bada

La España republicana
Luis Perujo Álvarez

García Lorca en Montevideo
Alejandro Michelena

Leer

Columnas:
Señales en el camino
Marco Antonio Campos

Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

Corporal
Manuel Stephens

Mentiras Transparentes
Felipe Garrido

Al Vuelo
Rogelio Guedea

La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
Núm. anteriores
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UN MAESTRO DEL HUMOR INFANTIL

BARBARA BONARDI


Juan y el lobo,
Tony Ross,
Océano,
Mexico, 2010.


Lucas,
Tony Bradman,
Ilustraciones de Tony Ross,
Océano,
México, 2010.

Tony Ross es un autor e ilustrador inglés cuyos libros para niños se distinguen por un estilo caricatural y un brillante sentido del humor. Entre sus historias más exitosas destacan las aventuras de una princesita muy entretenida que se ha vuelto la protagonista de una serie televisiva producida por The Illuminated Film Company. Estos libros, dirigidos a niños en edad preescolar, ayudan a enfrentar miedos burlándose de los buenos hábitos y modales, y tratan el tema de los afectos. La princesita se da a conocer en México con ¡No me quiero ir a la cama! (SM); libro en el que los padres de familia podrán reconocer una situación de tensión diaria muy común con los pequeños. Del mismo autor son altamente recomendables también El trapito feliz, un inolvidable del FCE, divertida narración paralela de dos historias para los más chiquitos, y Malvado conejito, Océano Travesía, en el que Tony Ross ilustra un hilarante texto de la autora Jeanne Willis, lectura que no deben dejar pasar los niños traviesos que empiezan a leer solos.

Entre sus libros más recientes cabe señalar Juan y el lobo, de Océano Travesía, donde se cuenta de un niño llamado Juan y de un lobo tan feroz al que “nadie nunca se atrevió a preguntarle su nombre”. En este caso el lobo no es un vulgar lobo cualquiera; el autor retrata a un animal refinado y elegante que siempre lleva consigo un maletín en el que pone todo lo necesario para hacer un día de campo: mantel, cubiertos, plato, sal y pimienta. Con su cabezota y sus piernas diminutas, su sombrero y su pantalón corto de tirantes, Juan es un personaje picaresco que aprovecha el miedo al lobo: cada vez que tiene que hacer algo que no le agrada, como un baño o tocar el violín, grita “¡El lobo!” El efecto es inmediato, todos salen corriendo y nadie lo vuelve a molestar. ¿Acaso les recuerda algo? Tony Ross se inspira en el cuento tradicional que tanto utilizamos para educar a nuestros hijos y divierte al lector con un tratamiento humorístico y un final inesperado… ¡que no perdona a los adultos!

En Lucas, otra novedad de Océano Travesía, Tony Ross ilustra un texto del autor Tony Bradman acerca de un niño diferente: un muchachito a quien le gusta leer, le encantan los números, la ciencia y el arte, pero no lo que le enseñan en la escuela; un niño que va a llegar lejos a pesar de tener el mundo en su contra. Gracias a su inconfundible trazo satírico, Tony Ross nos habla sutilmente de la personalidad de los profesores de Lucas, representándolos gordos (maestro de deporte), con narices grandes y puntiagudas o pantalones remendados, aspectos que no dejan duda de la imagen que de ellos quiere transmitir el ilustrador.

Tony Ross se inspira en situaciones conflictivas de convivencia entre grandes y pequeños para someterlas a un enfoque cómico con textos irónicos e imágenes llenas de detalles graciosos: sus libros son irresistibles lecturas familiares.


ENTRE PABLO ESCOBAR Y MARTÍN HEIDEGGER

RAÚL OLVERA MIJARES


Los logócratas,
George Steiner,
Siruela-FCE,
México, 2010.

En la producción de George Steiner hay libros profundos, como En el castillo de Barba Azul (1971) o Después de Babel (1975), pero existen también obras ligeras, a manera de divertimentos o meros mosaicos como Les logocrates (Éditions de l’Herne, 2003), un intento lúdico que recoge tres vertientes del autor: sus acostumbrados y sesudos ensayos sobre aspectos del lenguaje, pensamiento, política o religión, dos entrevistas de semblanza y una curiosa tentativa de relato, titulada “A las cinco de la tarde”, en recuerdo del poema “Llanto por Ignacio Sánchez Mejías” (1935). La acción se desarrolla entre la Ciudad de México y Medellín, en tiempos de la persecución de Pablo Escobar. Un grupo de poetas ambulantes y declamadores callejeros decide ir a predicar la paz al infierno. Entre citas de García Lorca y Octavio Paz, alusiones a Homero Aridjis y Gabriel Zaid, pasajes en latín del libro décimo de Las metamorfosis de Ovidio, Steiner teje una trama político detectivesca nada desdeñable que, incluso se deja leer como ácida crítica al sistema americano, con el consabido sangriento desenlace.

Las entrevistas, realizadas por Ronald A. Sharp y François L’Yvonnet, no añaden gran cosa a lo que el crítico ha tenido a bien revelar de sí mismo. La trágica y a la vez privilegiada historia familiar, con la anécdota del padre quien, en vísperas de la Segunda Guerra, abandona Viena, la patria de su esposa, para mudarse a París, donde en 1929 viene al mundo George, luego sus buenos oficios ante el gobierno americano representando los intereses de Francia en la adquisición de material de guerra. La advertencia de un antiguo conocido en Viena, ahora al servicio de Siemens y el Reich, de que se marche de Europa de inmediato y ponga a salvo a su familia en América.

Los ensayos se dividen en dos secciones: "Mito y lenguaje", por un lado y, "Los libros nos necesitan", por otro, ambos repasos obligados por las ideas de batalla del autor, centradas en la docencia y la salvaguarda de la cultura del libro frente a la barbarie. La traducción al castellano se hizo en España y deja mucho que desear para oídos latinoamericanos sensibles. Hay erratas dignas de mención en latín y en español (en el original). Las primeras a propósito de unos versos de Catulo que dicen: Quoi dono lepidum novum libelum [libellum]? y Quod o patrona virgo / plus uno maneat peremno saeculo [perenne sæclo]. En el relato puede leerse: “Los puntos de tránsito, mediante aviones ligeros, motoras o recaderos sueltos, las bolsas donde se negociaban las expediciones y se pesaban las mercancías compradas a plazos, estaban en Ciudad Juárez, en Tijuana, en Cucuña”. Esta última población cabría aclarar, a María Condor [sic] y la editorial Siruela, está enclavada en Coahuila y se llama Acuña, un apellido vasco por cierto, que era el de un poeta del romanticismo mexicano, eso a propósito de alusiones librescas.


LAS HUELLAS DE LA MEMORIA

JORGE GUDIÑO


Las paredes hablan,
Carmen Boullosa,
Siruela,
Madrid, 2010.

Hacer hablar a un objeto es un ejercicio recurrente para ciertos talleres de creación literaria. La problemática es clara: ¿cómo se le da voz a una silla, una mesa, los zapatos, la ventana o cualquier otra cosa que vaya a ser quien narre la historia? Las respuestas más comunes están orientadas a conferirle una personalidad asociada con las características mismas del espejo. Así, una pluma es más proactiva que un papel, aunque éste tiene la capacidad de conservación de la que la otra carece a cambio de una creatividad exacerbada. Aun así, este tipo de ejercicios no siempre consiguen trascender la doble barrera que implica hacer hablar a un objeto.

En primer lugar está el hecho ya comentado de la personalidad. No es como en el caso de los animales en que basta con “humanizar” sus características para volverlos narradores; o caer en el estereotipo: un león puede ser fiero y un búho inteligente, pero ¿una mesa? Pese a la difícil definición de esta personalidad, puede crearse de tal forma que no le resulte molesta al lector. Entonces cobra importancia la segunda de las barreras: justificar que el narrador esté montado sobre dicho objeto. Haciendo del lado el ejercicio narrativo, no es sencillo demostrar que el narrador objeto es el mejor posible. Sobre todo, cuando compite con el manido narrador abstracto en tercera persona que no requiere demasiadas justificaciones.

Carmen Boullosa (México, 1954) consigue, en Las paredes oyen, hacer que una casa sea quien narre de forma natural. Y es que la novela cuenta lo sucedido a lo largo de dos siglos. Así, la casa es el testigo perfecto para dar cuenta de lo sucedido dentro de sus paredes.

La casa tiene nombre propio: “Espíritu”. Nacida en los albores de la Guerra de independencia, alberga a personajes de avanzada, comprometidos con todo lo que el futuro les podrá deparar. Entre ellos se destaca María, hija del padre Acosta. Un buen día se irá a pelear por el destino de su patria hasta convertirse en una leyenda.

Cien años más tarde, Goríbar, un general de don Porfirio, construirá una casa al lado de la narradora: “Santo.” Esto abrirá la puerta para los contrapuntos. María, la hija del general, se enamorará de Javier, el primogénito de la casa “Espíritu.” La una es fotógrafa y el otro pintor. De un lado del muro se le rinde culto al dictador; al otro se habla de revoluciones. Es un amorío prohibido que no puede sino terminar de manera trágica. Pero la leyenda de María vuelve a hacer su aparición: son muchos los derroteros que pudo haber seguido y pocas sus certezas.

En 2010 las cosas no son muy diferentes. Al margen de los contrastes entre los nuevos ricos con poder debido al crimen y la vieja aristocracia en decadencia, la historia de amor continúa. Como si ésta fuera la única posibilidad tangible tras doscientos años de decepciones nacionales.

Y todo esto bajo la voz precisa de una casa que sabe que sus cimientos están corrompidos. Una casa que justifica su presencia porque es capaz de atesorar cada momento de sus habitantes. Una casa que es la representación plena de una patria que se debate por seguir subsistiendo. Carmen Boullosa consigue un retrato íntimo, costumbrista y de avanzada, con un rigor histórico que se entremezcla con lo legendario y lo ficticio. Consigue una novela que no es histórica pero que está inscrita dentro de ella; como para hacernos saber que es imposible sustraernos de la memoria incluso cuando se trata de algo tan íntimo e intenso como una historia de amor a lo largo de los siglos.



Plenilunio,
Ledo Ivo,
Vaso Roto Ediciones,
España, 2010.

Este título se suma a otros que, del propio poeta brasileño, ha publicado la misma editorial. Nacido hace ochenta y seis años, Ivo es considerado el poeta más señero de la célebre Generación del ‘45. Este Plenilunio es su más reciente entrega y es, al mismo tiempo, una vía magnífica para adentrarse en el territorio de palabras, imágenes y luminosidades emanadas de la voz poderosa de este autor.