Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 17 de abril de 2011 Num: 841

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Bitácora Bifronte
Jair Cortés

Monólogos Compartidos
Francisco Torres Córdova

Nerón (fragmento)
Desider Kostolanyi

Una carta para el autor
Thomas Mann

George Orwell, comentarista de la BBC
Ricardo Bada

La España republicana
Luis Perujo Álvarez

García Lorca en Montevideo
Alejandro Michelena

Leer

Columnas:
Señales en el camino
Marco Antonio Campos

Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

Corporal
Manuel Stephens

Mentiras Transparentes
Felipe Garrido

Al Vuelo
Rogelio Guedea

La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
Núm. anteriores
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Alonso Arreola
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i, ii y iii

i. Neal Morse y Mike Portnoy en México

El próximo sábado 21 de mayo, en el Salón José Cuervo, se presentará el compositor y multiinstrumentista Neal Morse al frente de una banda en cuyo eje suena el baterista Mike Portnoy. Cobijados por el álbum Testimony II, mostrarán una fina suma de progresivo, pop, folk y algo de religión, todo entretejido con virtuosismo y buenas lides escénicas. Reconocidos y respetados tanto juntos como por separado, Morse y Portnoy han sido miembros insignia de sus proyectos principales, Spock’s Beard y Dream Theater respectivamente, aunque tienen créditos compartidos en otros notables combos experimentales como Trasatlantic. Los boletos para este evento oscilan entre los 800 y mil 270 pesos; un poco elevados, cierto, pero la ventaja es que se trata del espacio ideal para disfrutar ejecuciones técnicas de alto nivel. Sin duda un concierto recomendable para melómanos exigentes y músicos en ciernes.

ii. Cantan las ciudades

Más allá de los músicos que animan toda metrópoli, las grandes ciudades cantan con voz propia gracias a una increíble combinación sonora en la que participamos todos. Si atendemos a la breve definición de música que diera el compositor francés Edgar Varèse a principios del siglo pasado (“sonido organizado”), entenderemos el entusiasmo global que hoy se aprovecha de la tecnología para registrar, manipular y enaltecer la “voz” de cualquier ciudad en la que suenen motores, bocinas, perros, sirenas, fábricas, estadios, bares y músicos de banqueta; laberinto hecho de laberintos que gana o pierde empatía en los oídos dependiendo nuestro humor, sensibilidad y capacidades auditivas.

Al son del mítico “tamales oaxaqueños, lleve sus ricos tamales oaxaqueñoooos”, Ciudad de México deja huellas diurnas y nocturnas, tanto como Río de Janeiro con el eco de sus casas de samba, Tokio con sus luminosos karaokes, Vancouver con las alarmas de sus semáforos, Estambul con los cantos de sus mezquitas, San Francisco con sus tranvías, Buenos Aires con sus terrazas, Cannes con sus bulliciosos yates, Londres con sus tabernas… Avalanchas sónicas de culturas específicas y en movimiento que hoy pueden usarse en el estudio de grabación o sobre el escenario.

Busque nuestro lector ocioso, en un rato de calmo silencio, sitios como soundcities.com y soundbible.com y citysounds.fm. En ellos verá el crecimiento de redes sociales que no sólo comparten fotos, videos o ideas, sino “ruidos” del mundo cotidiano. ¿Quiere saber a qué suena una plaza de Estocolmo, un restaurante de Pekín, un centro comercial de Moscú? Más aún, ¿quiere usar esos audios? ¿Desea compartir los de su colonia o calle? ¡Adelante! Sea con su celular o con equipos más sofisticados, la voz de este y otros mundos aguarda tras un click, lista para volverse música en sus manos.

iii. El otro Vive Latino

Pensamos en el beso. En el de la película Almost Famous. Casi al final de la historia, los dos músicos que se “odiaban” aparecen abrazados sobre el escenario, sonriendo, dándose un beso amistoso en la mejilla. No es el beso de Judas, el de la traición; este es el beso del perdón, el que muestra una prioridad: el amor a la música por sobre todas las cosas, por sobre todos los odios, por sobre todos los rencores. Pensamos en ese beso durante la fiesta de clausura del Vive Latino 2011, en su décimo segunda edición, pues a lo largo de su historia este festival ha servido para rompimientos, enamoramientos y reencuentros entre muchos músicos que, más o menos honestamente, buscan hacer eco, combinarse y permanecer en los escenarios. Hay hipocresía, falsos abrazos y sonrisas impostadas, como en cualquier ámbito de diplomacia y política, pero también hay un reordenamiento que vuelve a definir amigos y lealtades que van más allá de la ambición o la avaricia.

Es así que un festival con tres días de duración, con cuatro escenarios y cientos de músicos provenientes de todos los géneros y geografías, no sólo sirve para entretener a una gran audiencia y mantener activa a la industria, sino para que quienes ya no tenían pensado volver a compartir acordes lo consideren; para que quienes se habían jurado amor eterno rompan sus lazos; para que los músicos más jóvenes interactúen con sus antecesores. O sea que tras los escenarios, en el llamado backstage, el Vive Latino volvió a mostrar una convivencia importante y peculiar que, seguramente, marcará los sonidos del porvenir. Eso, además de lo que perciben los asistentes pagando su boleto, es lo que lo hace grande.