Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 21 de noviembre de 2010 Num: 820

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Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Dos poetas

Sonoridades celestes
NORMA ÁVILA

Kazuo Ishiguro: el encanto de la intimidad
JORGE GUDIÑO

Las dificultades del héroe
GERARDO MENDIVE

Representaciones de la Revolución Mexicana
JOSÉ LUIS ORTEGA

Insomnio americano
EDITH VILLANUEVA SILES

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Columnas:
Prosa-ismos
ORLANDO ORTIZ

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Ana García Bergua

Parte de guerra III

Para Alejandro Toledo

Con un gran desfile de carrozas de carnaval, camiones de mudanzas y tanques decorados con listones y guirnaldas azules, entre los que viajaba un carromato con el cadáver del bandido Legazpi, alias el Moños, reposando en un ataúd de cristal, nuestro comandante en jefe, brigadier Atanasio Delfín, expresó en un largo y sentido discurso el júbilo de haber podido restablecer, en un plazo de tan sólo veintisiete meses, la paz en las ocho cuadras comprendidas entre División del Norte e Insurgentes a la altura de Miguel Ángel de Quevedo. Esto se ha logrado, expresó el brigadier, gracias a la cooperación de todas las secretarías, acompañadas del Coro de las Señoritas del Divino Hipotálamo y la Asociación de Repartidores de Tamales, A. C., que alegraron con sus cantos y alimentos la dura vida de nuestros combatientes. No podía el brigadier dejar de recordar con una lágrima a su fiel escudero Pancracio Osuna, el cual perdió la vida intentando trasladar la pulsera de oso del brigadier con su arma hiper-secreta entre las filas enemigas apostadas en Computadoras y Pantallas Ramos, sita en Allende esquina con río Churubusco.

Sin embargo, en el momento en que el brigadier, llamado Suprema Majestad por su círculo íntimo de colaboradores, realizaba el panegírico de Osuna, un turbulento ataque de metralleta proveniente del turibús “Esperanza” cimbró durante varios minutos la calma del público que había brotado de los refugios escarbados bajo los Viveros de Coyoacán para salir al encuentro de la anhelada paz. El amago de batalla fue acallado sin dilación gracias a los reflejos instantáneos de la Compañía de Gángsters Selectos “Ases de la metralla” y los atacantes rápidamente esposados, amordazados e incorporados al desfile en el contingente de esclavos nubios, junto con los danzantes y las ondinas recién pescadas de los canales de Xochimilco.

Fue así como el brigadier procedió a retomar su interesante discurso en el punto en que había quedado interrumpido, para descubrir, con gran desazón, que el pergamino de Oaxaca en el que estaba grabado con letras doradas había sido robado por una banda de asaltantes que se había colado entre la Comisión de Aplausos y Pancartas, sustrayendo a algunos de su integrantes para exigir por su rescate varios boletos a Acapulco con paquete incluido. Sorprendidos en el instante mismo en que celebraban su chiste en el Jardín Hidalgo, los atracadores fueron obligados a devolver el pergamino e incorporados a punta de toques eléctricos al desfile, en el contingente de Rockeros Huicholes.

Creyó el brigadier Delfín haber retornado con esto la calma indispensable para continuar con la ceremonia, y entre violines y cánticos del Coro de Gatos Sensibles se dispuso a enumerar con voz aflautada los elogios al Batallón de Guerreros con Peluca. Pero en aquel instante de gran tensión, Su Interesante Majestad alcanzó a observar que el flequillo de las charreteras del Jefe de su Estado Mayor, Adalberto Borola, era sacudido por un ligero temblor, y antes de que imaginara erróneamente que el movimiento obedecía a sollozos emocionados de su colaborador, un obús proveniente de un cuartel enemigo en la colonia Irrigación cayó con gran estrépito a unos cuantos metros, perdiendo la vida gran cantidad de miembros del conjunto de danza “Terpsícore”, cuyos integrantes se preparaban para ejecutar un baile a beneplácito de su Encantadora Majestad.

Para sorpresa de la concurrencia, pasadas las ambulancias y el brindis apresurado con tequila y refresco rojo, en lo que se consideró un tipo violento de intermedio, el brigadier carraspeó y tomó de nuevo la palabra. Lamentamos la muerte del conjunto de danza, ocurrida en el cumplimiento de mi deber de informar a la ciudadanía y al club de plomeros de El Buen Tono, aquí presente, la llegada de la paz primaveral a estas benditas cuadras. Inquirido con respecto al obús que había segado valiosas vidas y abierto un hoyo difícil de reparar en el parque de Frida Kahlo, debido a los asentamientos arqueológicos que todo el mundo sospecha hay ahí abajo, el brigadier aclaró que sus efectos habían alcanzado quirúrgicamente a un grupo de traidores que se ocultaba en la mencionada compañía, a los que se distinguía por llevar el tacón de otro color. Aquí no pasa nada, dijo, antes de que lo alcanzara una bala de cañón marca Stevenson, de acero de la mejor calidad, según reza el anuncio colocado a espaldas del metro General Anaya.