Hay algo indiscutible en la candidatura de Omar García Harfuch: su disposición a dejarse ayudar por quienes saben más en los puntos en donde no tiene absoluta seguridad.

Para decirlo de otra manera, el ex jefe de la policía está dispuesto a aprender para tomar las mejores decisiones. En caso de ganar las elecciones para jefe de Gobierno, no ejercería el poder mediante una camarilla impenetrable.

Una de sus ideas más convincentes es tomarle el pulso a las necesidades de la población y tener eso como guía para establecer formas de trabajo bien definidas y en favor de la gente.

Ese, muy seguramente, es el secreto que derrotó a quienes desde el Zócalo han buscado imponer el régimen de camarilla que promete quien sólo sabe mirar a través de pequeños grupos que supone son las únicas luces de su camino.

Y ya no hay pelea, no la hay porque las mediciones que se han hecho, tanto las internas como las externas, es decir las que mandó hacer el gobierno y las que tienen como uno de sus productos las encuestas, ofrecen ventajas importantes para García Harfuch.

Más allá de la falsa disputa por las llamadas clases medias, que se han convertido en un factor al que muchos consideran decisivo, está el cómo gobernar y ese, esta vez, es seguramente el elemento que define el apoyo de quienes buscan un gobierno que haga posible la continuación de la 4T y no un régimen sordo y ciego.

Por eso los ataques contra García Harfuch, obsoletos, desgastados, han caído en el descrédito porque en los últimos días el apoyo innegable de la población hacia su candidatura han hecho, de cierto, la diferencia.

Morena debe ganar, principalmente en la Ciudad de México, con toda contundencia; aquí no se puede perder. El escenario de parte de la oposición, como ya hemos comentado, es desolador, pero cualquier equivocación puede repetir el fracaso de 2021.

Apostar a ganar a medias sería un fracaso; es más, hay indicios y amenazas de militantes de jugar en apoyo de cualquier otro candidato de oposición si Morena equivoca el camino.

Sólo queda una semana para que ese partido dé a conocer la decisión que habrá de marcar su futuro, no sólo en la Ciudad de México, nos atreveríamos a decir que en todo el país.

Perder la capital, como ya hemos señalado en otras entregas, sería tanto como dejar herido de muerte a este que no termina de ser partido, pero que detenta una muy buena parte del poder en México. Eso se debe tener muy en cuenta.

No hay opciones, falta mucha política para poder enfrentar los retos que presenta la ciudad y optar por una alternativa diseñada para gobernar lejos de la población, sería –como dicen los taurinos– un rejón de muerte.

De pasadita

Pese a los esfuerzos panistas y del representante más conspicuo de la derecha beligerante, Emilio Álvarez Icaza, la fiscal general de la Ciudad de México, Ernestina Godoy, pasó el primer escollo rumbo a su ratificación en el puesto que tiene.

Lo cierto es que, hasta ahora, el trabajo de la Fiscalía ha traído, junto con la labor de la Secretaría de Seguridad Ciudadana, una cierta paz en las calles de esta ciudad, que debe ser envidia de otros lugares.

El esfuerzo para coordinar el trabajo entre las instancias encargadas de la seguridad ha jugado un papel fundamental para que el ambiente aquí sea de mucho menos temor, pero debe continuar para avanzar en eso que a todos importa: el vivir en paz.