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Aún en el barrio más conflictivo, se puede vivir de manera honesta

El caso de Ejército de Oriente, en Iztapalapa // La clave, inclusión, señala directora de centro Pilares

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▲ Alumnos del taller de vitrales atienden las instrucciones de su profesora durante la clase realizada en el Pilares Carlos Pacheco, ubicado en la colonia Ejército de Oriente, alcaldía Iztapalapa, considerada como una de las zonas más inseguras de la capital.Foto Roberto García Ortiz
 
Periódico La Jornada
Lunes 8 de mayo de 2023, p. 29

Es un territorio inseguro, pero en Ejército de Oriente no todo es delincuencia y se puede vivir de manera honesta. Lo sabe Natividad Magallanes, de 52 años, madre soltera que sin más estudios que la primaria y de oficio estilista logró que sus cuatro hijos sean universitarios. Pero aquí, como en todas las colonias, así sea la mejor, el que quiere puede y el que no se va a los vicios o a lo fácil, expresa al responder cómo es vivir en uno de los barrios más conflictivos de la alcaldía Iztapalapa.

Ella, al igual que Justin Andrade Santos, de 20 años, quien acaba de concluir la secundaria e inició los trámites para cursar la preparatoria y convertirse en policía en un futuro, es beneficiaria del Punto de Innovación, Libertad, Arte, Educación y Saberes (Pilares) Carlos Pacheco, habilitado en noviembre de 2021 en un módulo deportivo que se había convertido en basurero, donde se vendían drogas y se cometían asaltos.

En el lugar se imparten 60 talleres en seis áreas, entre ellas educación, cultura, deporte, gastronomía y salud, por los que han circulado 4 mil personas, la mayoría procedentes de familias dedicadas al comercio informal o empleados del sector servicios. La ciberescuela, donde reciben asesoría gratuita para concluir sus estudios por Internet, es el principal imán que atrae a quienes por cuestiones económicas u otros motivos abandonaron la escuela.

Vanesa Vázquez, responsable del centro comunitario, reconoce que la labor no ha sido fácil, pues al principio los talleristas eran asaltados, las instalaciones eran saqueadas e incluso hubo conflictos entre los jóvenes que asistían –algunos con problemas con la ley–, porque no era que entraran a los talleres y dejaran sus prácticas allá afuera, hasta que se logró establecer redes en la comunidad mediante estrategias de inclusión.

Hicimos una caminata con las familias y los niños pegaron pancartas en las puertas donde, sin decirlo, sabían que vivían ladrones, y defendían el Pilares porque lo veían como un lugar de esperanza. Y así hicimos otras dinámicas, (entonces) comenzaron a parar los ataques. No es que las cosas ya se resolvieron, pero está más tranquilo; sabemos que el cambio no se va a dar de la noche a la mañana, pero se logró abrir un espacio para los que anhelan vivir de otra manera, expresa.

Y sí, para Justin y Natividad fue la oportunidad de continuar sus estudios. Él aspira a llegar a la Universidad de la Policía y ella a ser enfermera. Yo no tenía ni idea de cómo se prendía una computadora. Aquí me dieron todas las herramientas para saber computación y más. Aquí abrieron un curso básico de promotoras de la salud. Y ahora quiero estudiar enfermería.