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Negocios y empresas

El robo del fuego

L

a era digital hace posible que cualquier obra intelectual esté a un clic de quien la necesite. Con sólo pulsar un botón se tiene acceso a libros, revistas, películas, canciones, cursos y manuales, sin pagar un centavo.

Esta nueva realidad permite la socialización del conocimiento, lo cual es revolucionario, en la medida de que cualquier persona puede acceder a las maravillas del mundo, a reflexiones intelectuales y también, a contenidos oscuros y peligrosos.

Prácticamente se puede hacer una carrera en Harvard, Oxford, Princeton o Cambridge a través de los contenidos que se descargan gratis por Internet. También hay acceso libre a conferencias magistrales de artistas, intelectuales y políticos de cualquier país. De esta manera, una persona acuciosa de cualquier parte del mundo puede acceder al conocimiento más avanzado de nuestra época.

El problema que se presenta es que toda creación material o intelectual del ser humano cuenta con derechos de propiedad. Así como el productor de una bicicleta o un motor tiene el derecho exclusivo sobre su creación, el compositor, el cineasta o el escritor también tienen ese derecho exclusivo.

Los derechos de propiedad se desarrollaron durante el Renacimiento en Inglaterra y en el caso de la propiedad intelectual, la primera regulación se publicó en el Estatuto de la reina Ana en 1710. A nivel internacional se reglamentó este derecho en el Convenio de París para la Protección de la Propiedad Industrial en 1883 y en el Convenio de Berna para la Protección de las Obras Literarias y Artísticas en 1886.

El reconocimiento a la propiedad privada ha impulsado el desarrollo científico, tecnológico e intelectual hasta nuestra época. Sin embargo, ahora vivimos bajo un nuevo criterio de verdad. Aunque las leyes protegen la creación intelectual, la realidad rebasa los controles impuestos porque en todo el mundo se puede acceder a cualquier conocimiento y obra.

Por más que las autoridades frenen el acceso a la información, la realidad las supera. Aquí se presentan consideraciones éticas, políticas, económicas, de mercado sobre la propiedad privada. Pero en los hechos, los avances tecnológicos lograron lo mismo que Prometeo cuando le robó el fuego a los dioses del Olimpo. Ahora, el conocimiento universal, como el fuego, está a disposición de quien lo quiera utilizar.