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¿A qué viene el nuevo Lula?
D

esde que salió de prisión y recuperó sus derechos políticos, Lula se propuso volver a ser presidente de Brasil. Cuando se lanzó como candidato instaló el lema: Unidad y reconstrucción.

Cuando hablé con él por primera vez después de su segundo mandato presidencial, le pregunté qué más había aprendido de su experiencia como presidente. Me respondió: Emir, no se puede gobernar sin tener el apoyo de la mayoría.

Esto explica la necesidad de la unidad en Brasil. Más aún, tras haber vivido la división del país promovida por el discurso de odio de Bolsonaro, ese Brasil dolorosamente fragmentado y con Lula en prisión.

Lula, sin embargo, ganó las elecciones. Pero por pequeño margen, lo que refleja cuán profunda era aún esa división. Las primeras semanas de su nuevo mandato vieron su emotiva ceremonia de investidura y la brutal acción bolsonarista del domingo siguiente en Brasilia.

Esos dos primeros domingos de gobierno serían suficientes para mostrar las dos caras del mismo país. Así, la primera mención del lema –unidad– ganó una dimensión dramática, ante no sólo la división, sino la oposición de dos rostros radicalmente antagónicos de un país.

La conciencia de Lula sobre este problema ya lo había llevado a formular la idea de un Frente Amplio, alianza de fuerzas de izquierda, centro e incluso derecha, nucleadas por el objetivo de derrotar a Bolsonaro y al bolsonarismo.

Lula mejoró más su capacidad de diálogo con personas del espectro político, buscando aislar al bolsonarismo. La composición del gobierno reflejó esta compleja alianza, no sólo de diferentes fuerzas, sino también la amplia renovación de temas. Esto llevó a la creación de gran número de ministerios, revelando la amplitud del gobierno en la dirección de nuevos temas.

El discurso de Lula y la búsqueda de la recuperación de la bandera brasileña y sus colores en su imagen política reflejan esa actitud. Habla con todos en nombre de Brasil y sus intereses y necesidades.

La reconstrucción corresponde al diagnóstico del gobierno de Bolsonaro con su destrucción del país y la necesidad de rescatarlo. Esa reconstrucción debe partir de la recuperación del desarrollo económico –tema central del gobierno– cambiando radicalmente el modelo.

En este plan se retoma el modelo exitoso de gobiernos anteriores: desarrollo económico con distribución del ingreso impulsando políticas sociales como prioridad fundamental; ampliación del mercado interno de consumo de masas; generación de millones de empleos formales y lucha frontal contra las desigualdades sociales y territoriales.

Como ya aprendimos en este primer mes de gobierno de Lula3, hoy es difícil proyectar el futuro. No significa que todos los meses serán como éste. El balance de enero es fortalecer a Lula y debilitar a Bolsonaro.

Los mayores desafíos de Lula3 son, en primer lugar, consolidar el clima de tranquilidad del país durante su gobierno. Segundo, lograr que la economía vuelva a crecer y tener políticas exitosas de redistribución del ingreso. Si Brasil vuelve a salir del mapa del hambre, si deja de ser el país más desigual del continente más desigual, Lula3 habrá sido una versión aún más virtuosa de lo que fueron sus gobiernos anteriores.