Opinión
Ver día anteriorDomingo 15 de enero de 2023Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
¿La fiesta en paz?

Una tarde con Cueli

Foto
La fiesta de los toros es una fuerte tradición arraigada en algunas comunidades hasta volverla un signo de identidad, sostiene el maestro y sicoanalista José Cueli.Foto óleo de Jaime Avilés padre
M

i padre era de San Vicente de la Barquera, pequeña población pesquera de Cantabria, en España, entre Asturias y Santander. Siendo yo muy niño mi padre me ordenó enérgico: ¡Tú habla como mexicano porque eres mexicano! Y sí, yo nací en la calle de Miguel Shultz, en la colonia San Rafael, arriba de una taquería. Ahora, los toros fue la relación con mi padre, no hubo otro tipo de conexión, él me enseñó a torear y me acabó de enseñar Paco Llopis, que fue restaurantero y antes mozo de espadas de Carlos Arruza. Ah, otra cosa que me enseñó mi padre fue a apreciar la ópera, comienza José Cueli, Pepe para sus amigos, con un increíble y premiado historial como académico, escritor, sicoanalista, colaborador de La Jornada desde que inició y tenaz aficionado a la fiesta de los toros.

“Mi nombre completo−agrega Pepe− es José Saturnino Ignacio del Sagrado Corazón de Jesús Cueli y García. Ojo, esa y griega originalmente era una coma, no residuo de nobleza. Como comunicación el toreo se volvió externo, como los medios, pero la fiesta de los toros es un sistema educativo antes, durante y después. Si no hay sangre, no prende. Me cae gordo Hemingway por snob y por ir detrás de un torero como Ordóñez. Norman Mailer habló de El Loco Ramírez sin alharaca. Se necesita verdadera pasión para hacer lo que te gusta.”

“Estamos en una época de subjetivismo desbocado −prosigue el también fundador de la escuela de siquiatría en el Hospital Militar−, puedes contabilizar las suertes hechas por un torero o puedes percibir la esencia de ese torero. Si en la actualidad éstos no saben matar es porque no saben torear. Pegar pases es otra cosa. Ojalá pudieran decir como yo: sé trabajar, por eso sigo trabajando, aunque un día de mi cumpleaños me asaltaron en mi consultorio. Pero a los 89 años he vivido a toda madre, me han otorgado infinidad de premios, medallas de la UNAM y reconocimientos, etcétera, pero esta fractura de cadera y fémur dando clases me ha vuelto más precavido. Por fortuna, el doctor Marcial me operó brillantemente.

“Me encanta Freud, al que me sé de arriba abajo, pero el ser humano siempre ha sido igual, con todo y el ADN de hoy: envidia, que es lo contrario de la gratitud, y detrás de la venganza, la envidia. Alguien dijo que ‘la locura no cura y cuando cura poco dura’. Después de años de estudio y de investigación de campo, tengo la impresión de que la mitad de la población en México padece una sicosis traumática, es decir, una locura de manicomio. Que guardemos todavía las formas es otra cosa. De ahí la vida-muerte desde el vientre materno, y de ahí, también, la trascendencia de la tauromaquia, en la que el matador elabora un duelo tras matar un buen toro que le permitió el triunfo interno, la expresión interior.

“La fiesta de los toros es una fuerte tradición arraigada en algunas comunidades hasta volverla un signo de identidad, pero somos lo que podemos. Ahora, podemos casi todo si de verdad lo intentamos. La prueba es que el año pasado se cumplieron 50 años de que publiqué Teorías de la personalidad, un libro de texto con más de 30 reimpresiones, y de que Quijote torero se sigue vendiendo a pesar del antitaurinismo y la débil reacción de los supuestamente interesados en la reactivación de la fiesta brava en la capital del país”, remata Pepe Cueli, autor de 35 libros publicados y del citado libro-objeto S ol y sombra: Quijote torero, inteligentes textos, gráfica, fotos y grabados cuidadosamente editados hace un año por La Jornada, con diseño de Francisco García Noriega. Al concluir la lectura del alucinado y conmovedor relato Neza y anexas, comprendí el desafío de Pepe: te apuesto a que soy más mexiquero que tú.