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La muestra

Rímini

R

ichie Bravo (Michael Thomas) es un cantante cincuentón muy venido a menos, corpulento, extrovertido, islamófobo y vulgar, que ha conseguido hacerse de cierta fama tardía en centros vacacionales frecuentados por matrimonios en víspera de sus bodas de plata o mujeres maduras solitarias a las que seduce cantándoles al oído con una voz laboriosamente aterciopelada. En ocasiones, el popular crooner de teñido pelo rubio y reputación de objeto erótico crepuscular, añade a su talento de cantante su habilidad como gigoló experimentado. Pareciera ser Ritchie un ejemplar raro, pero en realidad no es difícil encontrar sujetos parecidos en hoteles de lujo all-inclusive o en complejos turísticos con cursos rápidos de gimnasia acuática y espectáculos nocturnos aparatosamente kitsch, lo mismo en el mediterráneo turco ( After-sun, Wells, 2022), en la Costa Brava o en la Riviera Maya. En Rímini (2022) el siempre provocador cineasta austriaco Ulrich Seidl ha elegido un lugar de paseo veraniego de la costa adriática para desglamorizarlo por completo, filmándolo fuera de temporada turística, plantando su relato en un invierno con nieve, como si tal fuera la estación del año que mejor conviene a las fisionomías y ánimos languidecientes, ocasionalmente reanimados, de sus personajes. Ese efecto del clima sobre los individuos lo había ya manifestado en la memorable cinta Días perros (Hundstage, 2001), donde una canícula asesina era la figura central de la historia.

En Rímini, la rutina sórdida y exhibicionista de Richie Bravo se interrumpe bruscamente el día en que reaparece en su vida Tessa (Tessa Göttlicher), una hija suya de poco más de 20 años, a la que no ha visto desde niña. Ahora ella viene a reclamarle una indemnización monetaria por todos esos años de abandono. Esos reproches llegan justo cuando el cantante atraviesa por una severa crisis personal. La muerte de su madre le obliga a regresar a Austria y entrar en contacto con Ewald (Georg Friedrich), un hermano un tanto distante, y con Ekkehardt (Hans-Michael Rehberg), su padre senil ya demente, cuyos raros momentos de lucidez le sirven para añorar sus rancias simpatías nazis. Huelga decir que esta sucesión de infortunios sólo sume en una confusión mayor a la hoy ya patética vieja luminaria del espectáculo, quien pese a sus nuevos bríos, se muestra endeudado e irremediablemente alcohólico. En un giro de humorismo agrio, Richie refrenda sus dotes de semental obsoleto para explotar a sus admiradoras y conseguir el dinero que le sigue reclamando su hija manipuladora. En esta nueva cinta de ficción, Ulrich Seidl demuestra no haber perdido a sus 70 años un ápice de su talento para una sátira social a menudo cruel y corrosiva, presente en todos sus documentales, ni tampoco para suscitar momentos de ternura y emoción intensa, como la escena en que el octogenario Ekkehardt busca, en su delirio, a su madre, un momento que remite al final conmovedor de Import/Export (2007) y a sus imágenes de desolación y desamparo en un hospital geriátrico.

Se exhibe en la sala 3 de la Cineteca Nacional a las 12:45 y 17:30 horas.