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Soberanía, migración y guerra
L

a temática de la soberanía energética, la inminente conversación de México con Estados Unidos en materia migratoria y los costos de guerra no son temáticas separadas. Es fundamental la interrelación en México y en América Latina y el Caribe, muy en particular en estos momentos en Venezuela, nación que ejerce jurisdicción sobre la mayor reserva petrolera del mundo. Ello porque como bien planteó Immanuel Wallerstein, Estados Unidos ingresó a una etapa de deterioro hegemónico precipitado desde su unilateralismo agresivo que ya ha tenido escenas de extraordinaria violencia en naciones como Irak, Afganistán, Libia y Siria, entre otros.

La doctora Leticia Calderón, especialista en temas migratorios, en su importante intervención en el programa Rompeviento (18/10/22) se refirió a la supuesta negociación que ve como un asunto muy unilateral en el contexto de las próximas elecciones intermedias en EU. Según la doctora Calderón, se hacen dos anuncios: una ampliación del número de visas para trabajadores temporales no agrícolas, lo cual es benéfico para cierta migración que cumple con los requisitos legales.

El otro programa que llama la atención de la especialista, por la gravedad incluso por la crueldad que trae encima, es un plan de 24 mil visas específicamente para que venezolanos lleguen a EU de manera política gozando de un status diferente, un poco como pasó en su tiempo con los cubanos, dejando de paso en el limbo jurídico, abusivo, doloroso y dañino a esas personas que llegando a Estados Unidos son deportadas a México.

Añado a este planteamiento de la doctora el de contar con un tipo de exilio semejante al que EU manipuló y manipula contra Cuba que ahora lo aplica en pos del petróleo venezolano, ya que esas 24 mil visas implican una selección política, generando presiones contra el gobierno bolivariano y legítimo del presidente Nicolás Maduro y de paso también contra México, que no tiene las condiciones para atender las demandas de los venezolanos deportados por EU.

Esta manipulación de la política migratoria a la Juan Guaidó, sobre todo en momentos de una difícil elección de medio término para Biden y el Partido Demócrata, es expresión de las torpes preferencias de la presidencia imperial estadunidense por mecanismos de presión para explotar las oportunidades de acceso a los recursos energéticos en momentos en que la OPEP estará retirando del mercado mundial 2 millones de barriles diarios.

Esto acarrea un inusitado incremento en los precios de los combustibles fósiles que afectarían de manera grave la matriz industrial de Europa, en especial la de Alemania, que ha sido la locomotora económica de la UE, sometida a un proceso de acelerada desindustrialización, desempleo e inflación. Si a la administración Biden el aumento de precios afecta su programa electoral de recuperación de la economía pudiéndole ocasionar enorme castigo, para sus aliados europeos, a quienes EU vende el gas cuatro veces más caro que el que aplica para su consumo interno, les puede significar una verdadera catástrofe económica sobre todo para una población que ya manifiesta su ira frente a dicha perspectiva, a pesar de que hace unos meses el Eurobarómetro (05/22) registraba gran apoyo a la ayuda financiera y militar a Ucrania y a las sanciones contra Rusia.

Muchas de las trasnacionales están trasladando sus fábricas, recursos e inversiones a Estados Unido, lo que significa que son los europeos los que están pagando por ponerle freno a la debacle hegemónica de la potencia norteña, la que también enfrenta el agotamiento de sus reservas del recurso no convencional, ese que se extrae por medio del tóxico fracking, lo que implica graves problemas para sostener el flujo de gas comprometido a la UE.

Cuando las tasas de ganancia aumentan desorbitadamente en tiempos de guerra y éstas tienden a incrementarse por encima de la productividad y de la producción, es un periodo en que las grandes potencias empiezan a observar deterioro hegemónico y es algo que se ha venido observando en la economía y en la política de EU desde hace poco menos de medio siglo. Este proceso fue observado por Seymour Melman en su notable estudio Profits Without Production (1987).

En el caso de EU, estas tendencias se observan desde hace unos 37 años, cuando se publicó el mencionado trabajo de Melman y en el unilateralismo bélico desplegado por George W. Bush al desatar en marzo de 2003 la guerra contra Irak, aunque sin la autorización del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, ni justificación válida sólo argumentando el ataque a las Torres Gemelas .Así, ante el deterioro hegemónico, ese gobierno imperial dio inicio a un ciclo de guerras antiterroristas contra otros países del norte de África y del Oriente Medio.

Según el Costs of war project ( El proyecto de costos de la guerra, del Instituto Watson de la Universidad Brown), luego de 20 años de la guerra global contra el terrorismo emprendida por EU han muerto entre 897 mil y 929 mil personas que incluyen militares, combatientes aliados y opositores, civiles, periodistas, voluntarios, muertos de manera directa por la guerra, eso sin contar todas aquellas muertes indirectas que las ilegales guerras han causado: enfermedades, desplazamientos y falta de acceso a fuentes de agua limpia y alimento.

El costo ronda los 8 billones de dólares (trillones en EU). Según esa fuente: La guerra ha sido larga, compleja, horrenda y fracasada, pero continúa bajo la forma institucional de operaciones antiterroristas en 80 países.(www.brown.edu, 10/1/2021). Entre estas operaciones se incluyen programas de adiestramiento y ejercicios militares en zonas tan ricas en recursos naturales como Latinoamérica, requeridos por la movilización bélico industrial, mientras que el desorden migratorio impuesto por las políticas de EU son parte del intento de preservar una suerte de administración colonial en la región.

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