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Tres paradojas prelectorales
A

días de que en EU se efectúen unas de las elecciones más controvertidas de las últimas décadas, hay al menos tres paradojas que pudieran ser determinantes.

La primera tiene que ver con el efecto de los paquetes de ayuda económica que el gobierno instrumentó para paliar la crítica situación económica por la que millones de familias atravesaban durante los momentos más graves de la pandemia. La paradoja es que hay quienes atribuyen la inflación a dicha iniciativa y al gobierno por haberla instrumentado. Habrá que preguntarles si es válido criticar al gobierno por haber asumido su responsabilidad, salvando la economía y el bienestar de más de dos terceras partes de estadunidenses mediante el apoyo que les permitió superar sus necesidades más ingentes. Tergiversar las causas de la inflación puede ser efectivo políticamente, pero no deja de ser un gran engaño. Quienes han estudiado la inflación han insistido en que es un complejo proceso mundial cuyo control escapa al gobierno de una sola nación. Sus causas, hay que repetirlo, tienen base en los desajustes productivos y distributivos ocasionados por la pandemia, que en último término restringieron sensiblemente la oferta de mercancías.

La segunda paradoja reside en que para superar la crisis inflacionaria, y en último término para evitarla, es necesario que millones de individuos en edad de trabajar carezcan de empleo. Al menos es lo que se deduce cuando el Banco de la Reserva de EU advierte que una de las causas de la inflación es el nivel de desempleo, 3 por ciento hoy, el más bajo desde los años 60, según el Departamento del Trabajo. La meta para reducir la inflación a 2 por ciento, que es lo deseable para la salud de la economía según la Reserva, tiene como contraparte que exista 4 o 5 por ciento de desempleo. La ecuación es sencilla, aunque algunos especialistas dirán no tanto. Una de las derivaciones del bajo desempleo es que, ante la escasez de mano de obra, los trabajadores tienen oportunidad de negociar en mejores condiciones sus demandas salariales, y en último término de mejorar y aumentar su capacidad adquisitiva. A ello hay que agregar las reformas aprobadas por el Congreso para aumentar el salario mínimo, que desde hace varias décadas estaba congelado. Conclusión para evitar la inflación: hay que disminuir la capacidad adquisitiva de los trabajadores, aumentando el desempleo y congelando los salarios. Por simplista que parezca, es la paradoja que el sistema ha sido incapaz de resolver a lo largo de la historia.

La tercera paradoja, en los términos de las campañas en el proceso electoral, es la necesidad de atacar el problema creciente de la criminalidad, una de las banderas favoritas de los republicanos. Lo curioso es que muchos de ellos que actualmente ocupan un lugar en el Congreso se han opuesto a una reforma que restrinja la venta de armas de fuego, particularmente las que tienen una mayor capacidad de mortandad y que son de uso exclusivo militar. Son esas armas las que con mayor frecuencia son empleadas en las masacres que han ultimado a miles de personas en la EU.

Nada está escrito aún sobre el desenlace electoral de noviembre, pero una cosa es cierta: entre el electorado prevalecen el desconcierto y las dudas. El desconcierto está propiciado no sólo por la dificultad de asimilar la abundancia de información, sino por la incapacidad y, por qué no decirlo, la ignorancia de muchos para distinguir entre la información que tiene bases reales y la que está basada en mitos y falsedades. En último término, esta combinación pudiera ser determinante para una redición de la pesadilla que vivió el país durante los cuatro años en que reinó Donald Trump, o tal vez de una gran ausencia de electores en las urnas.