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70 Festival de San Sebastián
Beristáin y Lelio: cumpliendo como se debe
D

e las diferentes aportaciones mexicanas al festival, la más satisfactoria que he visto ha sido Ruido, tercer largometraje de la cineasta Natalia Beristáin. Si en sus anteriores trabajos – No quiero dormir sola (2012), Los adioses (2017)– ella había trabajado en un registro intimista, ahora lo ha hecho sobre un lienzo mucho más amplio, abarcando uno de los problemas más apremiantes de nuestro país: la desaparición de personas.

La narrativa se centra en Julia (Julieta Egurrola, madre de la directora), cuya hija Gertrudis lleva meses desaparecida. Ya harta de la ineficacia de las autoridades, se resigna a tratar, acompañada por su ex marido (Arturo Beristáin), con un nuevo fiscal. Sin nada nuevo en la investigación, Julia decide acudir a una periodista (Teresa Ruiz) a que la ayude a encontrar pistas reales. De la desesperanza y el hartazgo, la protagonista pasa a la sensación de amenaza y al terror en la medida que se involucra más con la policía y otras activistas.

No hay salida fácil en Ruido. En una secuencia final tal vez demasiado prolongada, Julia se topa con uno de esos feroces mítines femeninos que exigen justicia. De alguna manera, el discurso de una de las líderes ya ha sido expuesto a lo largo de toda la película y resulta redundante. Pero es una falla menor, que habla de la urgencia expresada a lo largo de todo su planteamiento.

Por alguna razón inexplicable, Ruido no fue seleccionada para la competencia oficial, siendo que es claramente superior a varios de los petardos vistos ahí (incluyendo, claro, a Pornomelancolía, del argentino Manuel Abramovich). Nunca voy a entender los criterios de selección del festival donostiarra.

Un título que sí compitió con óptimas credenciales fue The Wonder ( El prodigio), nuevo largometraje del chileno Sebastián Lelio, su tercero hablado en inglés y primero de época. Este severo relato se sitúa en la Irlanda del siglo XIX, después de la hambruna, cuando una enfermera inglesa llamada Elizabeth (Florence Pugh, convincente como de costumbre) es contratada por un comité de hombres serios para dar fe a un milagro: Anna (Kila Lord Cassidy), una niña de nueve años, lleva cuatro meses sin comer y ella lo atribuye a comer maná del cielo.

La enfermera provoca la suspicacia de los familiares y el comité porque no es católica, por tanto, es escéptica. Por medio de sus observaciones, Elizabeth decide que la vida de la niña corre peligro. Según se sabe, Lelio es un optimista que cree en la resiliencia y fuerza de sus heroínas, con resultados positivos, y The Wonder no es la excepción. Impecablemente filmada, dotada de una partitura eficazmente extraña de Matthew Herbert, la película debería figurar en el palmarés que se dará a conocer el próximo sábado. Pero sabiendo cómo se las gastan los jurados, sobre todo en San Sebastián, prefiero no hacer pronósticos.

Por cierto, tanto Ruido como The Wonder son producciones de Netflix y podrán ser vistas pronto en esa plataforma.

Un gran acierto de la programación, por otra parte, fue la elección del cineasta francés Claude Sautet para la tradicional retrospectiva. A pesar de haber conseguido una obra memorable entre los 70 y los 90, Sautet tiende a ser olvidado porque los miembros de la Nueva Ola francesa, anteriores a él, le hacían mucha sombra. Esta ha sido una espléndida oportunidad para rever clásicos como Las cosas de la vida (1970), César y Rosalie (1972) y Un corazón en invierno (1992), entre otros.

Twitter: @walyde