Opinión
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Aprender a morir

Seguimos vivos, ¿y?

S

i no la calma, después de la tempestad viene la renuncia, y si no a vacunarse, al menos de personajes clave en el capítulo pandemia, como el jefe de epidemiólogos estadunidenses y principal asesor de salud del presidente Biden, Antony Fauci, quien hace unos días dejó sus importantes cargos, habida cuenta de que sus días de gloria pasaron debido a los intereses concretos de quienes manejan incluso la pandemia, ahora en nuevas etapas de posicionamiento mundial.

Pero ya antes cierta corriente crítica o menos crédula del pensamiento norteamericano hablaba de fauscismo, en alusión a las fascistoides imposiciones a la población mundial como la vacuna, única posibilidad de salvación aunque sea temporal; evitar información sustentada y serena y provocar el pánico masivo y las amenazas para someter, no para prevenir y menos tranquilizar a esa población, que hace más de dos años permanece bajo siniestras medidas, graves consecuencias y un estrés colectivo en aumento, lo que mediante la paranoia y el miedo ha secuestrado al mundo y lo mantiene como rehén por tiempo indefinido.

Se ha impuesto al planeta un nuevo orden no únicamente en cuestiones de salud y vacunas dizque infalibles avaladas por la OMS, sino en lo político, lo económico, laboral, familiar, educativo, medios de difusión incondicionales y, sobre todo, en esa delicada pero comprometedora línea de relación entre la persona y el mundo, pues si algo ha logrado inmunidad antes, durante y después de la pandemia de covid-19 es un sistema social que nos mata de a poquito, como dice del angelito la premonitoria canción.

Mientras el miedo persista, los amos seguirán mandando y los dioses convalidando cuanta barbaridad se les ocurra a aquéllos. Las preguntas tienen que ser reiterativas: ¿han valido la pena tantas medidas severas para salvar vidas? El problema es que si por covid han muerto 10 o 20 millones de personas en el planeta –nadie se pone de acuerdo–, ¿qué proporción guarda con 8 mil millones de habitantes que quedamos? Además de fabricantes de vacunas, medicamentos relacionados, cubrebocas, geles y tapetitos, ¿quién más se aprovecha de este retorcido manejo mundial de la pandemia? Las cifras no cuadran entre las legiones de perjudicados, los millones de salvados y las minorías de beneficiados económicamente. A las personas sólo nos queda pensar por nosotros mismos y desapendejarnos (con perdón del sonrojado Word).