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En Iguala no pasa nada, dijo Abarca mientras se agredía a la población
Corresponsal
Periódico La Jornada
Lunes 29 de agosto de 2022, p. 3

Chilpancingo, Gro., En los primeros minutos del 27 de septiembre de 2014, ocho reporteros de Chilpancingo partimos a la ciudad de Iguala, sin saber que nos encontraríamos con la noticia de nuestras vidas, que conmovió al mundo: la desaparición de 43 estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa Raúl Isidro Burgos.

Desde las 22 horas del día 26 se rumoraba que en Iguala se había reprimido a normalistas. El fotógrafo Lenin Ocampo dijo que, cuando trasmitía su programa de rock en Radio Universidad, recibió la llamada de un alumno, quien le dijo que policías municipales atacaron a estudiantes en la terminal de autobuses de Iguala, cuando pretendían llevarse camiones y los persiguieron todo el día por calles de la ciudad. Se hablaba de la muerte de un normalista; después de dos y que uno más, Aldo Gutiérrez, fue herido en la cara.

Llamé por teléfono al alcalde perredista José Luis Abarca Velázquez y después al director de la policía municipal, Felipe Flores Velázquez. Al edil le pregunté: ¿Qué pasó en Iguala? Se habla que hubo represión contra estudiantes de Ayotzinapa.

Respondió tajante: Aquí no pasó nada. Mire, ahorita estoy en el zócalo en un evento con mi esposa (María de los Ángeles Pineda Villa). Me enteré que vinieron los ayotzinapos (término despectivo para los normalistas), pero no hay nada.

Asesinados en conferencia

Pasadas las 23 horas, civiles armados balearon a reporteros que cubrían una conferencia de prensa con normalistas en la esquina del Periférico Norte y calle Álvarez, donde se dio muerte a Daniel Solís Gallardo, de 18 años, y a Julio César Ramírez Nava, de 23.

Hablé con el director de la policía municipal de Iguala, Flores Velázquez, sobre supuestos problemas con alumnos de Ayotzinapa. Todo está tranquilo, no tengo ningún reporte, me dijo.

A las 23:35 horas, la Coordinadora Estatal de Trabajadores de la Educación en Guerrero (Ceteg) citó a conferencia de prensa. Informó que dos normalistas murieron en Iguala tras una balacera, durante una entrevista colectiva.

Al terminar el evento surgió la idea de ir a Iguala. Después de medianoche partimos en cinco automotores, con periodistas a la cabeza, seguidos por maestros de la Ceteg, normalistas y miembros de organizaciones sociales.

A la altura del municipio de Eduardo Neri se nos informó en un mensaje que el autobús en el que viajaba el equipo de futbol Los Avispones, de la Tercera División del balompié profesional, fue baleado en el crucero de Santa Teresa, a unos 10 kilómetros de Iguala. Había muerto el jugador David Josué García Evangelista y después el chofer Víctor Manuel Lugo Ortiz.

Cerca del lugar perecieron un taxista y una pasajera; Alfredo Ramírez, reportero de Radio UAG, resultó lesionado de bala en un brazo.

Advertencia de colegas

Más tarde, colegas nos advirtieron en un mensaje de voz que no fuéramos a Iguala. Pero seguimos y antes de pasar por la comunidad nahua de Xalitla encontramos un convoy de camionetas –al parecer sicarios– con rumbo al poblado Mezcala.

Eran las 2 de la mañana del 27 de septiembre cuando llegamos al crucero de Santa Teresa y a lo lejos vimos luces de vehículos.

Se nos acercó el árbitro de futbol José María N. ¿Qué hace aquí?, le preguntó un reportero. Nos explicó que iba a Iguala a buscar a su hijo, que fue árbitro de un partido entre Los Avispones y un equipo de Iguala. Fue la primera entrevista que se hizo sobre el caso Ayotzinapa.

José María N nos llevó al autobús de Los Avispones, inclinado al lado derecho, con cientos de balazos y los vidrios rotos. Después supimos de los momentos de terror que pasaron los futbolistas.

Finalmente, casi en Iguala, en un retén de sicarios y policías municipales, nos saludaron con el clásico ¡Bájense, hijos de la chingada! y nos advirtieron de no grabar ni tomar fotos.

Un jefe policiaco reconoció a un comunicador y le dijo: Venga para acá, ¿qué andan haciendo aquí? ¿Están locos?

Dicen que hay fiesta aquí en su tierra, contestó el informador. El uniformado sugirió: Váyanse a Periférico Norte y Álvarez.

A las 2:30 horas, vigilados por halcones, guiados por un Volkswagen azul, llegamos al crucero, que custodiaban militares. Bajamos de los vehículos; un oficial del 27 Batallón de Infantería nos encaró, reclamó nuestra presencia e incluso empujó a compañeros que tomaban gráficas y video. No pueden estar aquí, dijo.

Somos reporteros, aclaramos. Finalmente el militar aceptó que se obtuvieran fotografías y videos. Una hora después arribaron peritos de la entonces Procuraduría estatal y uno de ellos colocó sábanas a los cadáveres.