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Morena y tierra enemiga a la vista
G

ustavo Patiño fue uno de los mejores jugadores de futbol americano en México y sus laureles los consiguió al frente del equipo de la Universidad Nacional Autónoma de México. Gustavo laboró en la Secretaría de Comunicaciones y Transportes y uno de los empleados de ésta me contó que el futbolista le había dicho que es mejor no comprarse un Vocho porque entonces entran los deseos irrefrenables de poseer un Rolls Royce, Gustavo proclamaba que mientras más se tiene más se quiere. Es muy fácil demostrar que la mayoría de las personas acaudaladas anhelan compulsivamente acrecentar sus bienes y sus cuentas bancarias. Aunque en todas las sociedades existen sentimientos de posesión, es en la capitalista donde se ubica a las personas con mayores fortunas, como los grandes winners; los clasemedieros valemos, pero no demasiado y los pobres pueden ser incluso desechables. No se trata de una predisposición orgánica, sino de la lógica del capital, ya que en la sociedad basada en el lucro lo que se legitima como válido es ante todo lo que ofrece ganancias materiales.

Una consecuencia de este modo de pensar es la gestación de diversos odios; se repele briosamente a quien ose criticar este tipo de ambiente, tan apreciado por los Ford y los Rockefeller. Y como me expresó una vez el jefe de mi padre en la embajada de México en Italia, Ramón Beteta: Yo soy bastante feo, pero desde que soy millonario muchas mujeres me confunden con Robert Taylor. Don Ramón no era una persona que odiara a mucha gente, pero muchos de sus émulos no dudan en cometer crímenes como los del 2 de octubre de 1968 y muchos otros fifis carecen de escrúpulos para castigar severamente la disidencia.

No es de extrañar el aborrecimiento de muchos magnates a los comunistas y anarquistas. Pero no sólo a ellos. Como señala John Barnes en su biografía de Eva Perón, en 1977 ella y su marido, Juan Domingo Perón, estaban muertos, pero además eran públicamente inexistentes. Si alguien era sorprendido escribiendo el nombre de Eva en las calles, era inmediatamente asesinado. Conozco bien a varios amigos y compañeros argentinos que me informaron que incluso nombrar a Eva en voz alta podía ser motivo de encarcelamiento y aplicación de torturas; uno de esos compañeros fue brutalmente golpeado por haber donado a otra persona el famoso libro de la señora Perón La razón de mi vida. Cuando Eva se enfermó del mal que le privó de la vida, sus enemigos fueron tan viles que escribieron en los muros de diversas ciudades y poblaciones el lema: Viva el cáncer.

Evita, tal como la llamaba mucha gente, al igual que su marido, era anticomunista, charrificó a muchos sindicatos y combatió a los grupos anarquistas. Un poco después de la Segunda Guerra Mundial visitó y apoyó al tirano que gobernaba en España, aunque ya en la capital ibérica se percató de que el gobierno de éste era antitético al que su marido presidía. Si bien Juan Domingo y Eva no alteraron las bases del sistema capitalista, llevaron a cabo un programa de reformismo radical que benefició a gran parte de los trabajadores, muchos de los cuales llegaron a idolatrar a la mandataria y todavía hoy muchos argentinos se refieren a la ex actriz como Santa Evita. Pero el odio de los enriquecidos persiguió a Eva incluso después de su muerte; fue exhumada, su cadáver fue exportado y posteriormente pasó a ser una reliquia macabra de un individuo con afanes necrófilos.

Después de la muerte de Eva, como buen oportunista, Perón llegó a tener una especie de luna de miel con los empresarios, varios de los cuales le manifestaron lo que parecía una adhesión entusiasta, y con mucho tacto el general Perón nunca volvió a mencionar a Evita en sus discursos para que no se molestaran sus amigos adinerados. Pero el avanzado populismo de Perón y su extraordinaria mujer no podían ser perdonados y en 1955, mediante un golpe militar, se derrocó a Juan Domingo, y uno de los dirigentes del golpe, el general Pedro Eugenio Aramburo declaró: hay que usar la máxima brutalidad posible y casi exigía el exterminio de los peronistas.

El 1º de julio de 2018, en México hubo una gran victoria popular, gracias al triunfo electoral del candidato presidencial Andrés Manuel López Obrador, ya que multitud de hombres y mujeres han esperado un cambio radical en sus destinos, gracias al régimen instituido en esa fecha, sólo que este es un sistema de equilibrio de clases. Como opina Luis Hernández Navarro, se trata de un sistema anfibio, donde un reformismo favorable a ciertos sectores populares se combina con una serie de concesiones y privilegios a los grupos situados en la cima de la economía.

Han sonado los tambores de guerra, convocando al odio contra el gobierno actual y éste contesta con la misma moneda a sus adversarios. De seguir este derrotero, la conflictividad social devendrá mucho más aguda y aumentará la violencia. Los miembros del partido al que pertenece el Presidente de la República están muy eufóricos por sus recientes triunfos electorales, pero esto puede ser puramente coyuntural si el gobierno no impulsa de una manera drástica la democratización profunda del país y, con ello, la pluralidad de diversas opciones ciudadanas. En México no habrá un golpe militar, pero los grupos de derecha van acumulando fuerzas y recursos y, aunque parezca remoto, podrían dar una sorpresa en 2024. Ciertamente, la coalición entre PAN, PRI y PRD está prácticamente en la lona, pero el combate contra el gobierno se sitúa en otros ámbitos, fundamentalmente los favorecidos por oligarquías financieras no sólo de México, sino las representadas por una burguesía trasnacional. La clave para evitar los descalabros de nuestra democracia consiste no en rendirse ante las fuerzas oligopólicas, sino en el cumplimiento de soluciones a múltiples demandas de la mayor parte de los trabajadores de nuestro país. Que no olvide Morena que hay tierra enemiga a la vista.

* Antropólogo e investigador del DEAS-INAH