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Finalmente, Ponzi
E

l análisis de las macro-finanzas, o bien, de las finanzas globales, se ha desplazado irremediablemente de su entono convencional. Éste tenía que ver con un modelo de relaciones entre estados a partir de los conceptos de la contabilidad nacional y la gestión de los desajustes internos y externos.

Así ocurría cuando el dólar estaba ligado en un precio fijo en términos del oro y, posteriormente, cuando ese vínculo se deshizo en 1971 y se establecieron los tipos de cambio variables.

Ahora se manifiestan los cambios generados luego de varias décadas de transformación radical de las transacciones financieras. Esto abarca la naturaleza de las instituciones que conforman el sistema, incluyendo de modo notorio a los bancos centrales. Se plasma en los mercados de dinero y capital y en los distintos instrumentos que se utilizan y se adaptan en un acelerado proceso de innovaciones.

Las macro-finanzas no se asocian primordialmente con las relaciones de una economía nacional con otra. Se trata, en cambio, de lo que se ha denominado como una matriz de interconexiones de las hojas de balances de los grandes corporativos, lo que involucra las relaciones que se crean entre banco a banco, es decir, de los más representativos en el mercado.

Esta concepción ha sido desarrollada por economistas como Hyun Song Shin del Banco de Pagos Internacionales de Basilea. Adam Tooze, en su libro Crash, (publicado en 2019) sostiene que la inmensa mayoría de la creación de créditos, o sea, de deudas, proviene de una estrecha oligarquía corporativa que se asocia con las células de la matriz de Shin.

Estima Tooze que a escala global un puñado de entre 20 y 30 bancos son las entidades relevantes en los mercados. Si se amplía esa base a las que son más representativas a escala nacional se trataría de alrededor de una centena en total en el mundo. De ahí partiría la red de dominancia en los mercados.

Esta aproximación al análisis de las finanzas globales, proceso que fue el epicentro de la crisis de 2008 y sigue siendo hoy un fenómeno crucial, exige de una adecuación del entendimiento sobre el dinero, su esencia y su funcionamiento.

Esto abarca, por necesidad, la consideración explícita del proceso continuo de creación de deudas. Sobre todo, de la condición última de la posibilidad de validar esas deudas. La cuestión de la supervivencia se plantea para todos los agentes económicos y sus extremos son la iliquidez, de un lado, y la insolvencia del otro. El dinero, el crédito, el entramado de las deudas se entiende solamente en el ámbito del mercado.

Este es un entorno en el que se pueden situar las repercusiones del proceso inflacionario que está en curso y se extiende en el mundo; de los procesos que se suscitan en los mercados de deuda; de las políticas monetarias que alzan las tasas de interés de referencia y lo seguirán haciendo hasta conseguir dominar el alza de los precios.

De ahí, la discusión se centra en una esperada recesión económica. Algunos predicen que será de una gran intensidad, otros piensan que podría ser moderada. Los resultados económicos que se observan de modo periódico en esta situación son complejos.

En Estados Unidos se concentra la atención por las decisiones sobre las tasas de interés de referencia fijadas por el Sistema de la Reserva Federal. Éstas afectan a las condiciones financieras globales por la centralidad del dólar en el sistema.

Los datos recientes indican que la generación de empleos sigue creciendo en ese país y que aun existen bolsones en el mercado laboral donde hay escasez de trabajadores. Esta es una fuente de exceso de demanda en condiciones de restricción de oferta y un elemento que alienta la inflación. Así que debe provocarse una recesión para frenar el alza de los precios. La situación muestra una forma de las contradicciones del sistema económico y del proceso financiero. Los costos del ajuste habrán de atenderse después.

Entretanto, se aprecian serias distorsiones en los mercados de deuda. Existe un alto grado de especulación en los grandes fondos de activos. El jefe de inversiones de Amundi, un gran fondo europeo que administra recursos del orden de 2 billones de euros ha advertido hace unos días que parte de las operaciones que realizan se asemejan a un esquema Ponzi, es decir, esencialmente especulativo. Esto comprende la venta de activos a otro fondo, lo que genera ganancias y prepara otro ciclo de especulación.

Es decir, una secuencia circular de yo te vendo y tú me compras, que no crea valor real. Esto se denomina en la jerga financiera como un fondo de continuación, en donde se vende una compañía que se ha tenido en propiedad a otro fondo de reciente creación. Con eso se paga a los inversionistas anteriores, pero se mantiene el control de esa empresa para aprovechar su potencial de crecimiento, o bien, seguir ordeñándola mediante la gestión de su deuda. Este último es uno de los procedimientos usuales en la gestión eminentemente financiera y un rasgo de una variante de la acumulación de capital.

Y si de esquemas Ponzi se trata, hay que considerar el caso cada vez más discutido de las criptomonedas. En un entorno así, las crisis sólo pueden repetirse de modo más acentuado. Esto, aun cuando se lograra extender por algún tiempo el entorno cada vez más especulativo que ya se expuso en grande con la crisis inmobiliaria de 2008.