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Con Vértigios de mediodía, Daniel Lezama revisa 25 años de producción

Sus roces con la tragedia llevaron al artista a crear otra muestra para la Galería Hilario Galguera

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▲ En mis obras se expone el proceso espiritual que me lleva a ser la persona que soy. La manera en que trato de ver la mexicanidad y mi presencia aquí, señala el pintor Daniel Lezama.Foto María Luisa Severiano
 
Periódico La Jornada
Jueves 2 de junio de 2022, p. 5

El misterio de la atracción ha sido el tema medular en la reflexión personal y artística del pintor Daniel Lezama (Ciudad de México, 1968). “En mi caso, se manifiesta por medio de lo mexicano, su historia, su singular destino, que no es ni bueno ni malo –tal vez se incline más hacia lo segundo–, sino único”, expresa en entrevista con La Jornada a raíz de Vértigos de mediodía, exposición de alrededor de 40 obras, montada en el Museo de Arte Moderno (MAM).

Por otra parte, este misterio de la atracción tiene que ver con mi origen y mi decisión de quedarme en el país y ser mexicano. En cierto momento tuvo la oportunidad de ser estadunidense, sin embargo, optó por la nacionalidad mexicana. Siempre me interesó decidir si soy o no soy lo que soy, por lo tanto, ser mexicano. ¿Por qué? Ésa es la gran pregunta que he tratado de contestar y lo he hecho por medio de mis cuadros. No un discurso verbal, sino visual.

En su obra se expone el “proceso espiritual que me lleva a ser la persona que soy. La manera en que trato de ver la mexicanidad y mi presencia aquí. Mi amor por el país y algunas de sus figuras o personas está íntimamente imbricado con mi vida personal de una forma en la obra, ya sea como observador, creador, voyeur o soñador. Es una obra intensamente personal”.

Lezama considera la muestra del MAM una primera conclusión de mi trabajo. Pienso que mi carrera seguirá todavía muchos años más, pero estoy en una etapa en la que puedo pensar en voltear hacia atrás y arriesgar a convertirme en estatua de sal.

Más que una retrospectiva, Vértigos de mediodía es una revisión de 25 años de producción, de “ver un poco la historia mía. No me siento mal ni nostálgico. Hice un ejercicio de este tipo en 2008 con La madre pródiga (muestra montada en el Museo de la Ciudad de México). Era joven aunque ya había una perspectiva de corte retrospectivo en esa exhibición”.

De acuerdo con el entrevistado, Vértigos de mediodía propone identificar “algunas líneas temáticas en mi trabajo que son, por un lado, la historia fantástica de México contada por mí mediante una serie de personajes, a la que el curador Érik Castillo le puso ‘los niños jardineros’.

Una segunda línea temática es la montaña genealógica, una acumulación de genealogías, porque las de atrás y las de adelante nunca coinciden. Todas se agrupan en una especie de montaña de significados, metáforas y fuerzas que son la materia de mi trabajo. La tercera es una vena romántica, es decir, la historia sobrenatural de México. Los tres temas corren como hilos conductores a través de mi trabajo.

Tributo a Mues immobile

Lezama creó tres obras ex profeso para la exposición, que son un homenaje a un conjunto de piezas del acervo del MAM. Una serie de monotipos rinde tributo a Mues immobile, una carpeta de cuatro autorretratos fotográficos de Francisco Toledo, en las que utiliza su pene como parte de animales fantásticos. Para el cuadro El hijo muerto, de Raúl Anguiano, el artista creó una escultura, mientras para la pintura El día que todos los hijos faltan, de Roger von Gunten, pintó un óleo.

Se incluye también una obra pictórica, aún en proceso, que el entrevistado describe como “una aproximación a la forma en que Juan Rulfo desarrolló Pedro Páramo, una escritura no lineal, de multiplicidad de voces y tiempos”. Alude a esa gran obra de Rulfo que nos define por un lenguaje, aunque también por una forma de usar ese lenguaje, así como por las imágenes primigenias que contiene.

En tiempos recientes, Lezama tuvo lo que llama roces con la tragedia y la muerte. A partir de allí creó para la Galería Hilario Galguera la muestra breve La canción de la muerte pequeña, de nueve obras, entre pintura, litografía, escultura en bronce y cerámica, pensada para acompañar la exhibición del MAM.

Se trata de un réquiem “no sólo a la noción de la muerte, sino también a la del placer sexual. Si bien aquí la obra no es abiertamente erótica, sí tiene un componente libidinoso y de éste una pequeña tumba o vasija en la que se encierra lo que se acumula, o se queda, del deseo ya desgastado, consumado.

La tragedia y la muerte han estado presentes en mi vida y he tenido que lidiar con eso, aunque estas situaciones me han enseñado a seguir adelante con la vitalidad, a la vez que conservar celosamente el residuo de esa muerte y estas sensaciones que nos acompañan siempre. En respeto y concordancia con el espíritu de la galería, me gusta jugar con la idea de la muerte y hacerlo en forma de un homenaje a las cosas minúsculas, historias de pasión o de destino trágico.

La exposición Daniel Lezama. Vértigos de mediodía permanecerá hasta el 23 de octubre en el Museo de Arte Moderno, Paseo de la Reforma y Gandhi, Bosque de Chapultepec. La muestra La canción de la muerte pequeña se podrá apreciar durante el presente mes en la Galería Hilario Galguera, Francisco Pimentel 3, colonia San Rafael.