Opinión
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Gastronomía política francesa
L

a cocina política francesa se parece en mucho a las sutiles mezclas de la cocina preparada por chefs y amas de casa herederas de las tradiciones culinarias arraigadas en terruños y ciudades. La inclinación por olores y gustos fuertes asusta en ocasiones a los turistas que se acercan a los puestos de quesos y reciben el olor de algo podrido. Salsas sabrosas acompañan faisanes y otras carnes manidas. Las combinaciones del arte culinario son a veces sorprendentes y guardan su secreto. Lo mismo sucede, en cierta forma, en la práctica política.

Así, no es fácil analizar y explicar los resultados de la relección presidencial de Emmanuel Macron. El 24 de abril se enfrentaron dos bloques: La República en Marcha y Agrupación Nacional. El primero, del candidato Macron, partido centrista, de economía neoliberal, en favor de una Europa dirigida desde la Comisión de Bruselas, donde la soberanía de las naciones se reduce día con día en aras de la uniformidad necesaria al mercado, fiel a las consignas de la Organización del Tratado del Atlántico del Norte (OTAN) tantas veces decididas en Estados Unidos. Agrupación Nacional, de Marine Le Pen, partido acusado de populista, concepto que, gracias a un pase de magia, se traduce en extrema derecha y racismo. Soberanista, contra las formas actuales de Europa, de política antiatlantista, en favor de una inmigración restringida, Marine Le Pen trató de escapar a la diabolización de racista de la que ha sido objeto. Evitó cuanto pudo referirse a los temas del más radical Zemmour a propósito del gran remplazamiento o de las zonas perdidas de Francia, donde se imponen los usos y principios de la sharía o ley islámica. Su tema principal fue el poder de compra, asunto que inquieta a una mayoría de franceses, cercano a las preocupaciones de los chalecos amarillos, a quienes inquieta más el fin del mes que el fin del mundo.

Pero si estos dos bloques fueron los victoriosos en el primer turno de la elección. Un tercer bloque, la Francia Insumisa, de Jean-Luc Mélenchon, formó un tercer bloque gracias al alto porcentaje alcanzado. Como puede imaginarse, Macron y Le Pen hicieron todo lo posible entre los dos turnos para ganarse las voces de los insumisos. Macron redujo incluso un año su próxima reforma a la jubilación: serían 64 en vez de 65 años. Desde luego, regaló sonrisas y buenas palabras a los musulmanes de Francia, defendió el velo con que se cubren las mujeres obedientes a la sharía Por su parte, atemorizada por una nueva ola de diabolización y el famoso Frente Republicano contra el fascismo, Marine Le Pen no respondió a los llamados de Zemmour y, durante el debate con Macron, se dejó interrumpir una y otra vez como una bien educada madre de familia.

Los análisis de votos y sondeos revelaron que el bloque de Macron representa a los de arriba y el de Marine a los de abajo. Aunque a muchos insumisos repugna la arrogancia de Macron, el temor a un triunfo de la extrema derecha llevó a un porcentaje de ellos a obedecer al llamado de Mélenchon a votar por La República en Marcha, y dar la victoria a Macron. Victoria sin estado de gracia, declaran comentaristas y expertos. Y como titularon los diarios franceses, sobre la reunión para celebrar al presidente relecto junto a la torre Eiffel: fiesta sin entusiasmo.

En suma, nada cambió, y los franceses se hallan hoy en la misma situación de hace un mes. Mismo presidente, misma oposición, y cada quien por su lado canta victoria siguiendo la más pura tradición de la cocina política francesa. Apenas conocido el resultado de la elección presidencial, se inició la batalla por las legislativas. ¿El presidente relecto obtendrá una mayoría parlamentaria que le permitiría gobernar, o deberá someterse a una mayoría que le impondría la cohabitación? Tercer turno de elección con la esperanza de obtener la revancha en unas semanas, mientras se elevan los olores a manido de platos cocinados por los chefs de la política.