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Asia Central y las consecuencias de la guerra
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▲ Incendio en una vivienda en Kiev, alcanzada por la ofensiva militar rusa.Foto Ap
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urante el Foro Diplomático de Antalya (Turquía), que tuvo lugar del 11 al 13 de marzo de 2022, el ministro de Asuntos Exteriores de la República Kirguisa, Ruslan Kazakbaev, le dijo a Helga Maria Schmid, secretaria general de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), que su país estaría encantado de acoger las conversaciones entre Rusia y Ucrania y servir de mediador para el restablecimiento de la paz y el entendimiento mutuo entre ambos países.

En los márgenes del foro, Kazakbaev también se reunió con el ministro de Asuntos Exteriores de Azerbaiyán, Jeyhun Bayramov, y con el secretario de Estado del Ministerio de Asuntos Exteriores de Eslovenia, Stanislav Rascan, y les dijo que la República Kirguisa deseaba que se terminara el conflicto ruso-ucranio, reiterando que su país estaba dispuesto a desempeñar un papel para lograr este resultado.

¿Por qué la República Kirguisa tiene tanto interés en involucrarse en la guerra de Rusia en Ucrania? Porque este país centroasiático sin salida al mar, de más de 6.5 millones de habitantes, depende de sus vínculos económicos con Rusia a través de la Unión Económica Euroasiática, organización internacional para la integración económica regional, que incluye a Armenia, Bielorrusia, Kazajistán y la República Kirguisa. Cualquier sanción occidental a Rusia repercutirá directamente en la República Kirguisa, donde –según cifras de 2019– 20 por ciento de la población vive por debajo del umbral de pobreza nacional. El conflicto entre Rusia y Ucrania ya ha empezado a tener un impacto económico negativo en las cinco repúblicas centroasiáticas de Kazajistán, la República Kirguisa, Tayikistán, Turkmenistán y Uzbekistán, que formaban parte de la antigua Unión Soviética.

Petróleo, remesas y alimentos

Las sanciones a Rusia han provocado ondas de choque desde Nur-Sultan, la capital de Kazajistán, hasta Ashgabat, la capital de Turkmenistán, ya que cada uno de los países de Asia Central lucha con las consecuencias de estas sanciones y el impacto que tendrán en sus economías.

Kazajistán, que exporta dos tercios de sus suministros de petróleo a través de puertos rusos, aumentó apresuradamente su tipo de interés básico de 10.25 por ciento a 13.5 por ciento e intervino en los mercados de divisas para proteger el tenge (su moneda), que se hundió junto al rublo ruso después de que Moscú lanzó ataques contra Ucrania, según Reuters. A partir de entonces, los funcionarios kazajos mantuvieron conversaciones con la embajada de Estados Unidos en Nur-Sultan para minimizar el impacto que las sanciones occidentales impuestas a Rusia podrían tener en la economía de Kazajistán.

Mientras tanto, ninguna gran ciudad rusa puede funcionar sin migrantes estacionales, especialmente en el sector de la construcción. Según datos del Ministerio del Interior ruso, aproximadamente 5.2 millones de trabajadores migrantes entraron a este país entre enero y septiembre de 2021, procedentes de los países centroasiáticos Tayikistán, Uzbekistán y la República Kirguisa. Muchos de estos migrantes envían el dinero que ganan a sus países de origen. Esto supone un porcentaje importante del PIB de los estados de Asia Central, como la República Kirguisa, donde estas remesas representaron 31 por ciento del PIB en 2020, y Tayikistán, donde supusieron 27 por ciento del PIB durante el mismo año. A medida que el rublo siga cayendo frente al dólar, que Rusia imponga controles centralizados a las transferencias de divisas y que se produzca un endurecimiento económico dentro del país, la migración y las remesas se irán agotando lentamente en Asia Central. El tenge de Kazajistán y el som de Uzbekistán ya están luchando por mantener su valor. Las continuas sanciones occidentales contra Rusia van a tener un grave impacto a largo plazo para las repúblicas de Asia Central.

Además de la crisis del petróleo y de remesas a las que se enfrentan los países de Asia Central, Rusia también anunció recientemente que dejará de suministrar grano y azúcar a Kazajistán y a la República Kirguisa. En tiempos normales estas repúblicas dependen de las importaciones de grano y azúcar, pero con la sequía del cinturón central en 2021 estas importaciones se han convertido en algo fundamental para la supervivencia de sus habitantes. Por ahora, los gobiernos de la región dicen tener suficientes reservas de grano y azúcar, pero la prohibición temporal de estos artículos por parte de Rusia se convertirá en un problema si la situación se prolonga hasta el verano.

Es importante señalar aquí que las personas rusoparlantes conforman sectores significativos de la población de cada una de las repúblicas de la antigua URSS y que también representan una gran parte de la población de muchos de los países de Europa del Este. A medida que prosperan las actitudes nacionalistas en Rusia –algo contra lo que Vladimir Lenin se pronunció en 1914–, se teme que se produzca una desestabilización similar entre los países fronterizos, especialmente considerando que, en algunos casos, los rusoparlantes son mayoría (como en Bielorrusia, donde 70 por ciento de la población habla ruso) y, en otros caso, representa una minoría sustancial (como en Kazajistán, donde 20 por ciento de la población habla ruso). No ayudó que en diciembre de 2020, Vyacheslav Nikonov, del partido Rusia Unida (del presidente ruso, Vladimir Putin), dijera en el programa de la televisión rusa El Gran Juego que Kazajistán simplemente no existía. Esta declaración irritó al gobierno de Nur-Sultan, que le exigió retractarse.

Por ahora, las relaciones entre Rusia y muchos de estos estados han sido fraternales –en gran medida–; con Rusia proporcionando seguridad cuando es necesario, en especial a través de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC) (alianza militar formada por Rusia, Bielorrusia, Kazajistán, Kirguistán, Armenia y Tayikistán) producto de un tratado firmado en 1992 por estos estados postsoviéticos. Fue a través de la OTSC que las fuerzas rusas intervinieron en Kazajistán en enero de 2022 y ayudaron al gobierno a poner fin a un movimiento de protestas en su contra, y, después de que Estados Unidos se retirara de Afganistán en agosto de 2021, las fuerzas de la OTSC acordaron reforzar las fronteras compartidas de Afganistán con los estados de Asia Central que son miembros de la organización. Como parte de la OTSC, Bielorrusia podría apoyar y unirse a Rusia en la guerra de Ucrania. Hasta ahora, ningún otro Estado miembro de la OTSC se ha unido a esta guerra.

La conexión china

En toda Asia Central, los gobiernos se esfuerzan por aprovechar la inestabilidad resultante de la guerra. Kirguistán, por ejemplo, creó de forma apresurada un Comité Anticrisis. El 25 de febrero, el presidente ruso, Vladimir Putin, llamó al presidente uzbeko, Shavkat Mirziyoyev, para discutir sobre la guerra y la crisis provocada por las sanciones occidentales. Ese mismo día Mikhail Mishustin, premier ruso, visitó al presidente kazajo, Kassym-Jomart Tokayev, para hablar sobre de la disminución del comercio entre los dos países y de lo que probablemente significará. A Rusia le preocupan las repercusiones de la guerra de Ucrania en los países de Asia Central, en gran medida, porque no tiene soluciones para los problemas a los que se enfrentarán.

China, por otro lado, está bien posicionada para desempeñar un papel clave en Asia Central en los próximos años. China ya ha creado una serie de acuerdos institucionales que serán importantes para reforzar esta relación en la región. Entre éstos, resaltan la Organización de Cooperación de Shanghai y la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI). El 25 de enero tuvo lugar la reunión China más Asia Central, celebrada virtualmente entre el presidente de China, Xi Jinping, y los jefes de Estado de Kazajistán, Turkmenistán, Uzbekistán, Kirguistán y Tayikistán, para conmemorar los crecientes lazos entre China y estos países en los últimos 30 años, desde el colapso de la URSS. En este periodo, el comercio entre China y Asia Central aumentó en 100 por ciento, y los mayores volúmenes correspondieron a la compra de energía por parte de China a las repúblicas postsoviéticas. Pero esta conversación virtual, que tuvo lugar antes de la intervención rusa en Ucrania, se extendió más allá del comercio a lo largo de la Ruta de la Seda de la Salud de China (creada en 2016) y de la creación de un centro de comercio regional en Urumqi, capital de la región autónoma uigur de Xinjiang. Durante el punto álgido de la pandemia, la inversión china en Asia Central se ralentizó; ahora existe la expectativa en la región de que no sólo vuelva a los niveles previos a la pandemia, sino que también compense las pérdidas al norte de las fronteras.

Asia Central tiene otras opciones, sobre todo para aumentar el comercio con India, Irán y Turquía. En enero de 2022, India celebró la primera cumbre virtual bienal con las cinco repúblicas centroasiáticas, y hay expectativas de que estos lazos se profundicen con el tiempo.

Sin embargo, India –a diferencia de China– no comparte frontera terrestre con ninguno de estos estados, y su volumen de negocios (2 mil millones de dólares) es mucho menor que el de China con Asia Central (9.2 billones de dólares entre 2013 y 2020). Las relaciones comerciales de Irán y Turquía con Asia Central son significativas, pero también mínimas, y las relaciones comerciales importantes para estos países ya se han integrado en el proyecto BRI de China.

Las economías de las repúblicas centroasiáticas están fundamentalmente integradas en la de Rusia. China puede proporcionar cierto apoyo a la inversión, pero no puede suplantar tan fácilmente a las centenarias instituciones rusas que han desempeñado un importante papel económico en Asia Central. Las repúblicas centroasiáticas se encontrarán en apuros a medida que se endurezcan las sanciones contra Rusia, pero obtendrán cierto alivio de la BRI y de sus socios regionales (incluidos Irán y Turquía).

No es de extrañar que el ministro de Asuntos Exteriores de Kirguistán, Kazakbaev, pidiera con entusiasmo la mediación en Ucrania. Su país quiere que este conflicto termine y que se retiren las duras sanciones. De lo contrario, aumentará la angustia económica en una región que sigue plagada de inestabilidad como consecuencia de los 20 años de ocupación estadunidense de Afganistán, y las dificultades económicas podrían dar lugar a un malestar político que podría incendiar todo el borde de Asia Central.

Este artículo fue producido para Globetrotter

Vijay Prashad es historiador, editor y periodista indio. Es miembro de la redacción y corresponsal en jefe de Globetrotter. Es editor en jefe de LeftWord Books y director del Instituto Tricontinental de Investigación Social. También es miembro senior no residente del Instituto Chongyang de Estudios Financieros de la Universidad Renmin de China. Ha escrito más de 20 libros, entre ellos The Darker Nations y The Poorer Nations. Su último libro es Washington Bullets, con una introducción de Evo Morales Ayma.