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Guerra premeditada
El Kremlin nos metió en una pesadilla, pero Ucrania está más unida que nunca
The Independent
Periódico La Jornada
Viernes 4 de marzo de 2022, p. 3

Leópolis. Un diyéi que normalmente pasa sus días organizando raves ahora prepara cocteles molotov. Un supervisor de construcción forja barreras antitanques. Un desarrollador de software, quien huyó de su hogar y se tuvo que separar de su familia, se dedica a hacer redes de camuflaje militar. Desde que Rusia invadió Ucrania hace una semana, haciendo estallar uno de los más grandes conflictos terrestres desde la Segunda Guerra Mundial, los ucranios de a pie en todo el país se han unido para ayudar al esfuerzo bélico de varias maneras.

Muchos ciudadanos ucranios –sobre todo hombres jóvenes– se han hecho voluntarios para unirse al ejército y combatir a las fuerzas rusas que intensifican sus ataques contra las principales ciudades, y lograron controlar el puerto de Kherson, mientras mantenían sitiado Mariupol ayer. En tanto, hay innumerables civiles que han decidido unirse a un tipo diferente de ejército: un batallón de voluntarios que hacen envíos de provisiones al frente de batalla.

En la ciudad occidental de Leópolis, cerca del cruce principal por el cual los ucranios tratan de huir a Polonia, Sergei hace redes de camuflaje y administra las donaciones de sangre para los soldados en un centro comunitario convertido en fábrica militar.

El desarrollador de software de 31 años aguantó un angustioso viaje de dos días para escapar de los bombardeos en Kiev antes de llegar a la frontera con Polonia, donde dejó a su esposa y a su hijo a salvo.

Naciones Unidas afirma que al menos un millón de personas se han visto obligadas a huir de Ucrania, y que se espera que al menos 5 millones se conviertan en refugiados si los combates continúan. Sin embargo, a Sergei se le impidió cruzar la frontera con su familia, pues el presidente ucranio, Volodymir Zelensky, ordenó que todos los hombres en edad de combatir permanecieran en el país.

Mejor que pudrirse sentado en un búnker, esperando que la guerra termine alejado de su familia, porque no tiene entrenamiento militar, Sergei encontró otra forma de mostrar su determinación de contribuir al esfuerzo bélico.

Todos estamos atados a esta pesadilla. Nunca creí que hubiera este nivel de solidaridad entre el pueblo ucranio, pensé que estábamos fracturados, expresó. Pero este enorme problema nos ha unido.

A su alrededor hay un enjambre de actividad. Cientos de personas: desde abuelas de Leópolis hasta familias que huyeron de feroces bombardeos en el este, se han juntado para hacer redes para camuflar tanques, e incluso cavar trincheras.

Sacos llenos de retazos de tela caqui, sudaderas negras y café, camisas de vestir, playeras imitación camuflaje donadas por la comunidad se amontonaban en el suelo.

Los carpinteros locales hicieron marcos de madera para colgar de ellos las redes de pescar que han sido donadas y a las que voluntarios como Sergei e Irina, pegan los retazos.

El primer día sólo vi las noticias en mi teléfono y tuve pánico de lo que ocurría en todas partes, indicó Irina, de 25 años, quien coordina el esfuerzo comunitario y cuya familia está atrapada en Kiev.

Aquí estamos todos, hasta las madres y las abuelas ayudan, agregó.

En otra parte de Leópolis, jóvenes locales se han organizado con las cervecerías y fábricas de bebidas alcohólicas y se dedican a hacer cocteles molotov con botellas de vino y cerveza.

Heletron, quien quiso ser identificado sólo con su nombre de diyéi, ahora conduce por toda la ciudad a bordo de su auto destartalado, y reparte aluminio en polvo, petróleo y aguardiente blanco, los ingredientes para las bombas incendiarias.

Desde el segundo en que estalló la guerra, sentí la necesidad de encontrar algo qué hacer. Tengo un auto y necesitamos insumos. Al tercer día, comencé a hacer molotovs, dijo el joven de 27 años, quien usa el pasamontañas tradicional llamado baclava. También hay voluntarios ocupados a 200 kilómetros al este de Khmelnytskyi, una localidad central de mucha importancia, pues está en el cruce de caminos entre Kiev, la ciudad costera de Odesa, y ciudades occidentales como Leópolis.

A lo largo de la barda junto al río de la ciudad, los civiles han llenado de grafiti los anuncios espectaculares con leyendas como Rusos, aquí no hay vodka. Váyanse y Gloria a Ucrania. Gloria a los héroes.

En puestos de control fuertemente custodiados, se han colocado imágenes del presidente ruso, Vladimir Putin, rayoneadas con cruces rojas.

Trabajadores de la construcción ahora se dedican a soldar obstáculos para tanques hechos de improvisadas púas ponchallantas que sirven para fabricar lo que se conoce como erizos checos.

Usaron pintura blanca para decorar su trabajo con las palabras: Barcos rusos: Jódanse, lo que se ha convertido en un grito de guerra en todo el país y que supuestamente hace referencia a la consigna de 13 soldados ucranios, que se quedaron varados en la Isla de las Serpientes, último bastión ucranio en el mar Negro, quienes se negaron a rendirse ante un buque de guerra ruso.

Sí, pienso unirme a las fuerzas armadas, pues he llevado armas toda mi vida, pero por lo pronto estoy usando mis herramientas y equipos, y contribuyendo en todo lo que puedo, dice Sergei.

Ahora hay una fila de 24 horas para alistarse como conscripto al ejército, comentó a The Independent. No quiero estar nada más sentado en el frente. Quiero trabajar y es lo que hago ahora.

De vuelta en el centro comunitario en Melitópol, más y más personas llegan a cada minuto para unirse y apoyar los esfuerzos bélicos.

De hecho, hemos comenzado a rechazar a voluntarios en este punto porque ya tenemos mucho respaldo, subrayó Irina al hablar con su equipo sobre hacer suministros médicos para los soldados en el frente.

Sólo estar aquí me ayuda a calmar mis temores sobre mi país, agregó. Siento que soy fuerte e independiente y que todo terminará bien. Creemos en nuestro ejército y creemos en Ucrania.

© The Independent

Traducción: Gabriela Fonseca