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Las prisiones dicen mucho sobre la sociedad; son espejos de sus reglas, creencias y códigos: Philippe Lacôte
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▲ Fotograma de la cinta La noche de los reyes que se estrenó este fin de semana en salas mexicanas.
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Domingo 10 de octubre de 2021, p. 6

Los presos usualmente son retratados como personajes primordialmente malvados y desconectados de la sociedad, despojados de toda humanidad y capacidad de ser sensibles. Sin embargo, para el director Philippe Lacôte de Costa de Marfil, un preso es el vehículo metafórico perfecto para abogar por un mundo donde lo humano existe y lucha constantemente contra la opresión.

Después de que su primer largometraje Run (2014) participara en la sección Una Cierta Mirada del Festival de Cannes, a Lacôte le tomó seis años terminar su segundo largometraje como director. Se trata de La noche de los reyes” (2020), con la que el director africano encuentra el lado luminoso de una oscura realidad de su país, apoyado en la tradición oral de contar cuentos.

La historia se centra en un joven prisionero a quien todos llaman Roman –alusión directa a la palabra novela en francés–, quien es designado como el nuevo cuenta cuentos de una de las prisiones más peligrosas de Abiyán, en Costa de Marfil, conocida como la MACA –acrónimo del francés Maison d’arrêt et de correction d’Abidjan–.

En los cuentos de Roman hay reyes y reinas, personajes fantásticos y criaturas mitológicas. Sin embargo, también hay mucho de familiar respecto al mundo dentro de la prisión y la realidad fuera de ella.

No es casualidad que la historia de Roman, inspirada en hechos reales, llamara la atención del director Philippe Lacôte. En cierta medida hay mucho de él en su protagonista, desde una conexión directa con la prisión de la MACA hasta su necesidad de explorar la realidad por medio de sus dotes como narrador.

Platicamos con el director de Costa de Marfil, quien estrenó La noche de los reyes este fin de semana en los cines mexicanos después de haber recorrido festivales como el de Nueva York, Venecia, Sundance y Toronto.

–¿En qué están basadas las historias que el protagonista le cuenta al resto de los presos?

–Son historias que responden a lo que yo quería mostrar sobre mi país y sobre África. Quería mostrar el imaginario de lo tradicional, previo a la colonización. Por qué quizá alguna vez fuimos reyes o reinas, pero no lo sabemos porque el rastro de esa historia fue borrado al ser colonizados. Es importante hacer esas reflexiones.

En África se vive en otra época. A veces, en un mismo lugar se vive en tiempos distintos, sin embargo seguimos conectados a nuestras tradiciones, aún en las regiones más modernas. Y en la película se ve reflejado de diferentes maneras, como en el caso de los guardias de la reina, que en la vida real son cazadores. Todos vestían su atuendo tradicional de cazadores pero usando tenis, porque en África convergen todo el tiempo ambos mundos.

–Pero la vida en prisión, que aquí es parte fundamental del relato, es una sociedad en sí misma. ¿Qué tan familiarizado estabas con sus códigos?

–Para mí era importante que la película evidenciara un contraste entre el interior de la prisión, la realidad fuera de ella y la fantasía de los cuentos. Las escenas de los prisioneros suceden de noche, mientras que los recuerdos y cualquier alusión al pasado de los personajes fue filmado de día. Y las prisiones son algo que siempre me ha inquietado.

Cuando era niño, mi madre estuvo presa por razones políticas en la prisión donde ocurren los sucesos de la película. Durante un año fui a visitarla y constantemente convivía con otras personas que estaban ahí. Son imágenes indelebles en mis recuerdos y el inicio de una relación estrecha con las prisiones, pues años después yo organizaba ciclos de cine para los presos. Siempre tuve muy claro que las prisiones dicen mucho sobre la sociedad. Son espejos de sus reglas, sus creencias y sus códigos. Por eso se pueden tocar temas sociales, sexuales, políticos y más que también corresponden al mundo de afuera. Es por las mismas razones, estoy seguro, que la poesía y el arte también pueden emanar de ahí. La poesía no es exclusiva de los lugares inmaculados y respetables.

–Partiendo de tu idea de que la prisión es un espejo y considerando lo que has mencionado sobre las diferentes épocas en las que viven los diversos grupos sociales en África, ¿se podría decir que la prisión de tu película condensa y refleja la realidad de un continente o país en su totalidad?

–La MACA, donde ocurre La noche de los reyes es una prisión particular. Todo lo que ahí sucede está directamente ligado con temas sociales y políticos. Empezando por su localización. Yo vivo cerca de la MACA, que está situada entre dos regiones de Abiyán muy pobladas pero también muy pobres. La gente más joven que está encerrada en la MACA proviene de estas dos regiones populares. Además está llena de presos políticos. Entonces para mí se trata de un lugar que funciona como una metáfora sobre la constante lucha de poderes en Costa de Marfil y África en general. El protagonista es alguien que se niega a ser devorado por los grupos de poder que ahí existen.

–Entonces, si lo que rige dentro y fuera de esa prisión son variaciones de una misma lucha constante entre poderes, ¿dirías que inevitablemente a eso se reduce la experiencia humana?

–Al contrario. Es mucho más complejo. Aunque me interesaba hablar de nuestra naturaleza violenta, quería que el protagonista fuera un criminal porque normalmente se les percibe como personas que carecen de humanidad. Mi intención es reflexionar sobre la violencia y la corrupción, pero también recordar que lo humano puede venir incluso de estas personas olvidadas y condenadas por su propia sociedad. Si encuentras humanidad en una prisión, y ésta es un espejo del mundo fuera de ella, entonces puedes hallar humanidad en donde sea. Sólo hace falta buscar.