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¿La fiesta en paz?

Los balazos exceden a los abrazos // ¿Qué haremos sin Enrique Ponce?

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▲ Una vez que Enrique Ponce, luego de 30 años de apoteosis y abusos, ha anunciado que se retira de los ruedos por tiempo indefinido, ¿qué puede hacer lo que queda de la afición pensante del mundo? Exigir la presencia del toro con edad, trapío y astas íntegras, ya sin pretexto de falsas estéticas.Foto archivo
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i las frases ripiosas pero bien intencionadas se convirtieran en realidad, en el mundo habría menos oscuridad y violencia y más luz y armonía, pero si en México el Ejército y la Guardia Nacional, juntos, no son capaces de disminuir la delincuencia, atracos y asesinatos, o alguien no sabe hacer bien las cosas u otros las hacen mejor o estos bandos van en el mismo barco, dejando sin posibilidades de defensa al grueso de la población.

Dos lamentables decesos ocurrieron la semana pasada con diferencia de un día y debido a circunstancias penosas de dos personajes estrechamente ligados a la fiesta de los toros. El domingo 27 de junio murió el médico Alberto Vázquez Benítez tras sufrir un infarto en su domicilio de la ciudad de Puebla, donde durante años se desempeñó como juez de plaza en el coso El Relicario. Lo más triste es que el doctor Vázquez fue víctima de un intento de robo en su casa y los delincuentes lo maniataron y amordazaron, lo que finalmente le provocó la muerte. También se desempeñó como autoridad en los cosos de Orizaba, Teziutlán, Apizaco y Huamantla.

Al día siguiente, lunes 28, fallecía en Chetumal, Quintana Roo, también de un ataque cardiaco, el doctor Santiago Aja Guardiola, egresado de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia de la Universidad Nacional Autónoma de México, donde fue catedrático incluso después de su jubilación. Como anatomista realizó valiosos descubrimientos, formó muchas generaciones de profesionales, dictó innumerables seminarios y conferencias en diversas partes del mundo y obtuvo múltiples reconocimientos internacionales. Días antes de su fallecimiento el doctor Aja y su señora, al igual que el doctor Vázquez, fueron asaltados en su domicilio de la Ciudad de México, amagados con armas blancas, maniatados y amenazados por los delincuentes con regresar si denunciaban los hechos. Fue entonces que la pareja decidió viajar a Chetumal a pasar una temporada pero finalmente el corazón de tan distinguido científico no resistió más. Ambos médicos fueron destacados profesionistas mexicanos que sirvieron a su país y amaron la fiesta de los toros; ambos tenían 72 años de edad y ambos, en infortunado contraste con las frases felices, fallecieron no por causas naturales sino debido al clima de inseguridad y a la escasez de abrazos que prevalece en México.

En el año 2000 el MVZ Benjamín Calva y el doctor Santiago Aja integraron la estoica dupla de veterinarios de la Plaza México nombrados por la entonces delegación Benito Juárez, cargo en el que se mantuvieron durante 13 años −recuerda el doctor Calva− sufriendo siempre abierta hostilidad de la corrupta empresa del coso, incluyendo no pocas amenazas de muerte y durante un tiempo tener que desempeñar sus funciones con protección policiaca, ya que Calva y Aja habían reabierto en la Plaza México el laboratorio para el análisis de cornamentas y edad dentaria de los bovinos hasta que, por aviesas modificaciones reglamentarias, se estableció que dicho análisis sólo se practicaría a requerimiento del juez de plaza, cosa que ya nunca ocurrió, concluye el doctor Calva.

La afición exquisita está de luto. Después de 30 años como figura Enrique Ponce se retira de los ruedos por tiempo indefinido, no definitivamente, claro. ¿Por qué exquisita? Porque gracias a su ídolo valora, antes que el arte de la lidia frente a la embestida exigente, la confirmación de sus esquemas ante la vida y ante la tauromaquia. Gazmoñería taurina que se olvidó del misterio de la lidia a partir de la bravura para echarse en brazos de otro falso profeta. ¿Qué hacer sin Ponce? Recuperar el toro con edad y trapío, no su remedo.