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El alma de los yaquis
D

esde 2020, los pueblos originarios de la tribu yaqui viven un impulso fundamental en su vida política y social que los coloca ante la perspectiva de reivindicar en los hechos sus viejas demandas sostenidas durante siglos. En efecto, el proyecto del gobierno federal Justicia para el pueblo yaqui, está removiendo la estructura arcaica sobre la cual la etnia yaqui ha mantenido relaciones de sometimiento político y económico, con el también obsoleto poder de los terratenientes rentistas, la agroindustria internacional a gran escala, y los negociantes nativos.

Por primera vez en muchos años, siete de los gobiernos tradicionales de los ocho pueblos yaquis se han puesto de acuerdo para negociar, en un largo y paciente diálogo, las propuestas del Ejecutivo federal, teniendo como reivindicaciones históricas, recobrar sus territorios invadidos, el acceso al agua y el desarrollo integral. Sólo el gobierno de Loma de Bácum no participa de dicho acuerdo, debido a que se encuentra en plena batalla contra el ducto de gas instalado sin su consentimiento dentro de su territorio. Esta línea de gas, propiedad de la empresa Gasoducto Agua Prieta, pertenece a IEnova, propiedad de la firma estadunidense Sempra Energy.

Las empresas de este consorcio a través de personeros del gobierno de Sonora y de algunos yaquis comprados, en 2016 crearon un grupo corporativo de represión que acompañó los tendidos de la red de tubos. Pero además este grupo fue capaz de intimidar y capturar a los gobiernos tradicionales de los pueblos yaquis, obligándolos a aceptar el gasoducto. En ese mismo año, ante la rebeldía del gobierno tradicional de Bácum, intentaron cambiar violentamente sus autoridades tradicionales por otras que sí aceptaran la instalación.

El resultado del ataque contra la guardia tradicional de Bácum fue de dos muertos, entre ellos uno de lado de quienes apoyaban el gasoducto, 11 heridos, 10 carros quemados y la acción de las mujeres de Bácum arrancando la tubería ya tendida. La versión de medios estatales y nacionales fue que dos facciones de yaquis se enfrentaron, pero en realidad quien atacó Bácum fue la corporación represora al servicio de Sempra Energy.

En el debilitamiento de los gobiernos tradicionales de la tribu y por consiguiente de su guardia tradicional en ese periodo, puede localizarse uno de los factores que siguen pesando con respecto a la violencia en los poblados yaquis, sin reservas de fuerza para imponer los ordenamientos y el consenso yaqui. Detenida la instalación de la empresa, incluso por sentencia de la Suprema Corte, los yaquis de Bácum prosiguen sus demandas de reparación de daños ocasionados por el consorcio Sempra.

Perdedores desde siempre en sus tratos con los yoris, los yaquis han llevado la peor parte, como cuando años antes, 2013, agricultores del Valle del Yaqui los llevaron al baile para oponerlos como carne de cañón, durante el conflicto del acueducto servidor de agua para la parte norte de la ciudad de Hermosillo, por un agua que era explotada casi exclusivamente por los rentistas del Valle. Hoy, el plan de justicia para sus pueblos busca empoderarlos para lograr un emparejamiento entre yaquis y el resto de los pobladores del Valle, no sin riesgos y peligros que representan los sectores que se verían afectados por el nuevo estatus de la tribu.

Si ampliamos la mira más allá de los pueblos y enfocamos hacia el Valle del Yaqui en su conjunto, donde han coexistido asimétricamente yaquis y yoris –léanse éstos como terratenientes rentistas, negociantes, pequeños propietarios y agroindustria internacional– la violencia que hoy permea la región, estaría relacionada con otras variables. Igualmente, los asesinatos recientes de líderes y personajes yaquis podrían explicarse, sí, por la acción del crimen organizado que se ha asentado con naturalidad en el Valle, pero también por los remanentes del grupo corporativo de represión, y quizá por la impaciencia de los grupos camioneros de carga, ante el bloqueo de la carretera federal. O también podría haber una acción de parte de los barones del yaqui, calentando la plaza para entorpecer el plan de justicia.

Nada es sencillo de solucionar allí. Toda esa es la herencia que los barones mandones han dejado en el Valle. La historia de las décadas del neoliberalismo para los yaquis se ha escrito con desencantos y frustraciones. Pero quizá esa historia pueda ser revertida. En los próximos tres años veremos si el alma indómita de los yaquis renace y es capaz de transformar sus pueblos y al río Yaqui en un espacio de convivencia con la naturaleza y en un lugar donde trabajen y progresen con dignidad como alguna vez, en el siglo antepasado, dueños de su propio territorio, lo hicieron bajo el mando del caudillo José María Leyva, Cajeme.

* Investigador de El Colegio de Sonora