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Trasfondos de la cumbre
E

n el primer párrafo de la nota principal que la revista Time dedica a la cumbre entre los presidentes Joe Biden, de Estados Unidos, y Vladimir Putin, de la Federación Rusa, su autor, Brian Bennett, sin más preámbulo, nos informa en Cómo va Biden a ponerse difícil con Vladimir Putin en la Cumbre de Ginebra? que (textual:) Vladimir Putin pasó mucho del año 2020 orquestando una campaña de influencia para evitar que Joe Biden asumiera como presidente 46 de Estados Unidos. Habiendo fallado en eso, agrega Bennett, “el autócrata ruso dedicó los primeros cinco meses del gobierno de Biden para presidir ( presiding over) una serie de ataques realizados por organizaciones criminales y agencias estatales contra los suministros de gas y comida de los hogares de Estados Unidos”. Así, con esa cachaza, lo escribió este individuo.

Luego de tan poca auspiciosa presentación y grave acusación de criminalidad, Bennett hipotetiza, cual soldado trasnochado sacado de las profundidades de la guerra fría, la pregunta que enfrentaría el presidente de Estados Unidos cuando se siente a conversar con Putin el 16 de junio (ayer): ¿Qué está usted haciendo al respecto? (en referencia a los ataques, supuestamente articulados por Putin).

Que se sepa, nada de eso ocurrió. Las primeras etapas de la cumbre transcurrieron bajo principios y protocolos propios de la cordialidad diplomática, pero el tono de guerra fría y los despliegues de instrumentos como el G-7 y la OTAN, recibieron el entusiasta visto bueno de Bennett a lo largo de un texto de extraña y a todas luces riesgosa hostilidad guerrista, ciertamente avalada por los editores de la revista Time.

Buscapleitos en medio de riesgos existenciales en que ambas potencias nucleares deben conversar con calma ¿Por qué meter tanta carga sin sustento contra Putin? Sobre los presuntos hackeos a los organismos, incluyendo bancos de datos del Partido Demócrata, varios ex altos analistas de inteligencia advirtieron a Biden que ningún ataque de ese tipo fue detectado por los sistemas más avanzados de la NSA.

A lo largo de esta pieza de manipulación propagandística se suceden graves acusaciónes contra Putin como principal articulador de los criminales secuestros de datos del gasoducto Colonial y de los canales de alimentación de EU, para más adelante ir bajando el tono de los señalamientos e implicaciones contra Rusia, como de alguien que tiene en mente potenciales costes legales ante las cortes por lo grave de la acusación.

Esos ablandamientos van apareciendo en términos del estilo de presuntos ataques actuando con la aprobación de Moscú sin datos duros, sino según un asesor sénior de Biden. En la modulación, Bennett dice que parte de por qué la agresión de Putin es tan difícil de frenar es por su uso de criminales cibernéticos que tomaron el control de las computadoras de del gasoducto Colonial durante seis días en mayo, creando escasez de combustibles en la costa este que podrían o no, haber actuado directamente bajo lineamientos de Moscú, ya que a menudo trabajan implícitamente con su aprobación.

En sus anticipaciones belicistas, Bennett dice que los presidentes de las potencias nucleares, con suficiente calma y civilidad podrían haber abordado la temática estratégica general, incluyendo el actual deterioro bioclimático. Eso, dice Bennett, fue impedido por Putin.

En realidad, los afectados de una buena negociación global serían los intereses de los combustibles fósiles. Tanto en relación al armamento nuclear como a la irreversibilidad que late como amenaza existencial siguen presentes. “Aun si las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) bajaran a los niveles de los años 50 del siglo pasado, el calentamiento continuará… la Tierra está en un curso irreversible de alteración climática por los GEI ya emitidos a la atmósfera y su impacto sólo empeorarán a menos que las naciones acuerden medidas vinculantes para una reducción dramática de esos GEI”. (Warrick y Mooney, 2014).

Para lograrlo, advirtió la Agencia Internacional de Energía, debía cesar toda inversión en infraestructura de combustibles fósiles a más tardar en 2017. Nada de esa propuesta se materializó. Ya quedó ampliamente demostrado que un aumento de dos grados centígrados sería una invitación al desastre climático.

En la Conferencia de las Partes (COP-21) de diciembre de 2015, donde se estableció el Acuerdo de París, se acordó un aumento de 1.5 °C como máximo no catastrófico en el aumento de temperatura desde la era preindustrial. A pesar de todas esas advertencias, bajo una fuerza inercial y no tan artificial, por ser empujada y financiada desde fundaciones conservadoras y mecanismos que permiten el anonimato de los donantes–sean personas o altos intereses y mandos corporativos de la industria del gas y del petróleo, del carbón y de la maquina de combustión interna–, la inversión en los combustibles fósiles no se redujo (Delay, Brulle, 2013).

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