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Atender a la democracia
E

s hora de recordar el concepto de democracia. Desde su inicio, el gobierno, surgido de las elecciones democráticas más claras y contundentes de la historia de México, ha sido atacado por grupos descontentos con el triunfo popular, a esto, hoy se suma la carta de un grupo de escritores de diversos calibres, entre ellos dos o tres verdaderos intelectuales, como Soledad Loaeza, Gabriel Zaid y uno o dos más, que sin bases firmes acusan al gobierno de proclive al autoritarismo y contrario al sistema de división de poderes.

En México, en 2018, después de décadas de sequía democrática, se logró en forma inesperada e incruenta un cambio pacífico de régimen político, en un proceso electoral en que una mayoría informada y consciente se impuso limpiamente al viejo sistema corrupto y tramposo que ya no pudo resistir. El pueblo ganó con su entusiasmo y sus votos.

De momento, los resultados fueron aceptados sin objeción, pero desde el inicio del gobierno, los derrotados, al percatarse de que los cambios son de fondo en el rescate del Estado con justicia y austeridad, se revuelven e intentan a toda costa desprestigiar al gobierno electo y pretenden su conclusión anticipada. Ante esto, debemos reforzar principios democráticos y acciones de defensa del nuevo sistema político consagrado en la Constitución y que, a diferencia de otros, llegó sin desgarramientos sociales y por la vía pacífica, además, por supuesto, dentro de la ley.

Es por ello que tenemos que ahondar en el tema de la democracia, que como anotó Abraham Lincoln, no sólo es un gobierno del pueblo, sino que es un gobierno para el pueblo; esto es, no para perpetuar las desigualdades, ni para tomar decisiones en favor de la oligarquía, no para defender a los mercaderes abusivos o a los que han lucrado por décadas y se han beneficiado por el desorden y la ineptitud que ahora han sido superadas.

Tema fundamental es recordar lo esencial de la democracia, sus datos imprescindibles y también recuperar sus prerrequisitos, sin los que no podría tener resultados válidos y útiles; no se trata sólo de depositar votos en una urna y contarlos; los ciudadanos al sufragar, han de hacerlo en forma consciente y sin coacciones; se trata de un proceso entre personas libres e iguales.

Como todos saben, por su etimología, la democracia es el gobierno del pueblo, se opone a la oligarquía que es el gobierno de unos pocos y a la monarquía que es el gobierno de uno solo. En México adoptamos el sistema democrático desde la caída del imperio de Iturbide y todas las constituciones, las tres liberales y las dos o tres conservadoras, reafirmaron esta forma de gobierno a partir de un consenso común y si hay diferencias se resuelven en favor de la mayoría de votos.

La Constitución, en el artículo tercero, esa especie de declaración nacional de principios, establece que un criterio que debe orientar la educación, es la democracia y la considerada, no sólo como una estructura jurídica y un régimen político, sino como un sistema de vida fundado en el constante mejoramiento económico, social y cultural del pueblo: significa que la democracia es un valor social que va más allá de la técnica para elegir candidatos o para tomar ­decisiones.

No habrá democracia si no se vota con libertad y en el marco de un estado de derecho; no hay democracia si se vota bajo coacción, sin voluntad libre, cuando hay compra de voluntades, amenaza o violencia, y no la hay tampoco si el voto no es informado y razonado. Son enemigos de la libertad de sufragio, quienes engañan, calumnian, montan campañas contra los candidatos, aturden con el ruido de la mercadotecnia y enturbian los procesos.

Es hora de repensar el concepto, de fundamentar bien las ideas y afrontar el debate; quienes durante mucho tiempo y quienes llegaron recientemente a la lucha por democratizar al país, todos, estamos obligados a defender el triunfo del pueblo con razones, firmeza y en forma pacífica. Debemos sostener con argumentos sólidos y en los hechos, que no hay un sistema mejor que el gobierno del pueblo.

El nuevo sistema, a pesar de las circunstancias adversas, mantiene los programas sociales en favor de quienes los requieren, emprende obra pública útil para el desarrollo y se enfrenta con éxito a problemas de dentro y de fuera. Nos enorgullece que México, en la persona de su presidente, en su viaje a ­Washington salió airoso de un encuentro del que otros han salido con la cola entre las piernas y arrastrando la dignidad. Tenemos argumentos para el debate.

Este artículo va dirigido a quienes defienden el proceso de regeneración, iniciado hace años a partir de diversas luchas y esfuerzos, movimientos y agrupaciones, y consolidado en 2018. No va de ningún modo dirigido a los que todo lo encuentran mal, nada proponen, nada hacen ni han hecho y ahora viven sólo para denostar a quienes sí hacen algo por México. Como dijo Chesterton: A los que quieren la nada, la nada les doy. Con ellos no hablo.