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Ver día anteriorLunes 20 de julio de 2020Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Los saldos de la visita
H

ace un par de semanas los análisis y especulaciones acerca de la visita del presidente López Obrador a su homólogo estadunidense Donald Trump invadían las columnas y se prestaban, en su enorme mayoría, a críticas y escenarios catastróficos de dicha acción, aunado a la expectativa generada por ser la primera gira internacional del titular del Ejecutivo mexicano.

Hoy, en su justo contexto, es necesario valorar los resultados de algo tan importante, máxime cuando se trata de nuestro principal socio comercial, así como de un país vecino, donde inciden todo tipo de temas, tales como la agenda comercial, narcotráfico y seguridad, flujo de armas y el flamante T-MEC, y una frontera de más de 3 mil kilómetros de complejidades.

Lo dijimos en este espacio hace un par de semanas: López Obrador tenía mucho que ganar en la agenda bilateral, a pesar del indudable costo que implica un Donald Trump en campaña. La relación con la iniciativa privada y la posibilidad de priorizar la agenda comercial binancional, más allá de las estridencias ideológicas, es un objetivo cumplido. Máxime hoy que las economías buscan salidas de emergencia ante la recesión provocada por el Covid-19.

La franja de riesgo era obvia: el que Donald Trump aprovechara esta visita electoralmente. Algo que podía y debía hacer. Se llama hacer política y jugar con las cartas con las que se cuenta. La visita mexicana fue oxígeno puro para un presidente acorralado por los demócratas, la pandemia y el colapso del empleo en Estados Unidos.

El haber contenido los comentarios de Trump en el contexto de la visita fue, per se, un éxito diplomático y un fino tejido de la cancillería y la embajada. Sería ingenuo pensar que Trump, quien ha construido buena parte de su base político electoral con posiciones radicales en contra de la migración, abdicara de su discurso antimexicano de aquí a la elección de noviembre. Pero debemos entender que las proclamas guardan una lógica electoral local: fortalecer el voto de los republicanos más radicales, los libertarios, y los que alimentaron en su momento el Tea Party, no necesariamente la realidad de la relación México- Estados Unidos.

Muchos han criticado el tono de los discursos. Yo propongo partir de la premisa básica del análisis previo a la visita: ¿imaginan ustedes un tono beligerante de un presidente mexicano en la Casa Blanca?, ¿para qué?, ¿con qué finalidad? Es hora de entender que la agenda internacional de México también tiene que ver con nuestros intereses y objetivos, no sólo con el carácter emocional y anecdótico de nuestra relación con otros países. La amistad y la cortesía son condición básica de la diplomacia; son la máscara de la agenda estratégica de negociación y la geopolítica.

Sin renunciar a su estilo, Trump y López Obrador se encargaron de enviar un mensaje a los mercados, a sus bases y a la multiplicidad de empresas que dependen de la interrelación comercial. No hay abyección en la cortesía ni garantías en el futuro. Lo cierto es que, más allá de filias y fobias políticas, en la película completa de la relación bilateral, vale la pena recordar cuál era la realidad de México frente a Trump hace poco más de cuatro años: el riesgo de la cancelación del TLC, lo que hubiera implicado borrar a México del mapa como plataforma de producción global y logística. A pocos años de distancia, con muchos tuits de por medio, con agravios y un inédito y durísimo trato a los mexicanos, fue nuestro país el que se salió con la suya. Tenemos tratado y la relación comercial se mantiene vigente. Si recordamos que buena parte del electorado de Trump lo votó por la promesa de cancelar el Nafta, no resulta un tema menor.

Lo que sigue ahora es la sutil operación cicatriz con los demócratas y el resultado de noviembre. A quienes se preocupan por la eventual reacción de Joe Biden si llega a la presidencia, por la visita mexicana a Washington, valdría la pena recordarles que la relación México-Estados Unidos no es de emociones, sino de cartas a intercambiar. Como John Foster Dulles dijo para la posteridad: Estados Unidos no tiene amigos, tiene intereses.