Opinión
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Desde el otro lado

Lectura, entretenimiento y horror

U

na consecuencia de la pandemia es el ocio derivado de la reclusión. Dos de las actividades que en el encierro han abonado en la tarea de preservar nuestra salud mental son el repaso de algunas lecturas relegadas en el desván del tiempo y la posibilidad de ver algunas películas y series que se transmiten por televisión. Hay libros de historias y desventuras como Los Miserables, la magna obra de Víctor Hugo, que se desarrolla en la Francia del siglo XIX y que, guardadas proporciones y distancias, suena tan actual. La pantalla chica también nos ofrece la oportunidad de repasar la historia. Por ejemplo, la serie basada en la novela de Philip Roth, Complot contra América, que narra la intención de Charles Lindbergh de desplazar a Roosevelt de la presidencia de Estados Unidos, con el inocultable propósito de establecer una alianza de facto con Hitler e impedir que se sume a las fuerzas aliadas en la Segunda Guerra Mundial.

Entre las series de televisión hay una cuya trama pone al descubierto las injusticias y contradicciones de los sistemas migratorios y su incapacidad para entender el problema humano de quienes huyen de la pobreza, las guerras intestinas y la persecución. Stateless, serie producida por Netflix, muestra la difícil situación de quienes están detenidos o trabajan en un campamento de refugiados en Australia. Basada en hechos reales, la historia revela la complejidad de las relaciones humanas en un ámbito que parece no ofrecer salidas a los que, por fuerza o necesidad, tienen que convivir en ese espacio. Las historias de los refugiados se transforman en horror cuando se les niega la visa y son deportados a sus países de origen en los que les espera una muerte casi segura a ellos y la certeza de ser ultrajadas a ellas. La ineficiencia burocrática llega al absurdo cuando una ciudadana australiana es detenida por autoridades migratorias y debido a un problema mental es incapaz de aclarar cuál es su nacionalidad.

La historia no es muy diferente a la de miles de centroamericanos que huyen de la violencia en sus países y buscan refugio en Estados Unidos. La negativa de la visa será una sentencia de muerte al ser deportados a sus países de origen, en los que literalmente serán cazados por las bandas de criminales de las que se han negado a formar parte. No es exagerado decir que la nación que hoy los rechaza será igualmente responsable del destino que les espera.