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Pandemia

Iniciativa ciudadana en la colonia Roma

Para atacar la plaga del hambre, Pola reparte comida a quienes la necesitan
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▲ Así lucía ayer la avenida Circunvalación en su cruce con Fray Servando Teresa de Mier, en el centro de la Ciudad de México.Foto María Luisa Severiano
 
Periódico La Jornada
Domingo 7 de junio de 2020, p. 5

Desde el inicio de la pandemia de Covid-19, las personas que han perdido su empleo y tienen dificultades para conseguir un plato de comida son cada vez más numerosas. Ante ello, han surgido iniciativas ciudadanas que buscan ayudar a la población más vulnerable, con el propósito de crear comunidad y frenar en la medida de lo posible la pandemia del hambre.

Uno de esos proyectos es el de Pola Carballo, quien desde hace casi una década ha sostenido la cafetería De Raíz, un pequeño local enclavado en la colonia Roma, donde ofrece algunas delicias típicas de la Huasteca veracruzana.

Ya en ocasión del temblor de 2017 la cocinera había tomado la iniciativa de preparar comida y repartirla de forma gratuita entre el mar de personas que ayudaban a retirar escombros, se habían quedado sin casa o simplemente necesitaban alimentos. La actual emergencia sanitaria por el Covid-19 significó otra oportunidad de organizar estsa acción solidaria una vez más.

Originalmente, cuenta Pola en entrevista con La Jornada, la idea era ayudar a los artistas que frecuentan su café y se habían quedado desempleados, pero bien pronto se fue sumando cada vez más gente, personas que viven en la calle y piden dinero o comida. Desde que empezó la pandemia ha llegado gente que suplica que le des alimento, muy desesperada.

Ayuda de amigos

Aunque a ella no le han perdonado el pago de la renta de su local ni ha dejado de cubrir sueldos –pese a que sus ventas ahora son sólo 15 por ciento de lo que eran–, se las ingenió para reunir fondos junto con un grupo de amigos, entre ellos el pintor y escultor Gabriel Macotela, y cubrir los gastos para elaborar 40 raciones de comida que da gratuitamente a quienes las piden.

El día en que este diario visitó el café –cubierto por todos lados con figuras de conejos–, Pola mueve parsimoniosamente en la cacerola un guisado de calabacitas con camarones, cuyo aroma la hace sonreír de nostalgia. Me recuerda mi infancia, admite.

Ese menú se repartió en los trastes de plástico o unicel que muchas personas ya llevan para recibir su ración, guardando la sana distancia. Otros días, los meseros distribuyen guisos como pollo con verduras, arroz, frijoles de la olla y agua del día, además de una buena dotación de tortillas.

“Es reconfortante y bonito ayudar y hacer lo que me gusta, que es cocinar. Parece que hay menos solidaridad porque estamos luchando contra algo que no vemos, pero hacer esto es crear comunidad, que es algo que aprendí de niña. Es momento de ser solidarios, porque no sólo es la pandemia de Covid-19, sino la pandemia del hambre”, dice.

Ya más entrada la tarde, don Jorge Estrada aparece con su táper para recibir comida. A sus más de 70 años y con el lado izquierdo del cuerpo paralizado –luego de sufrir un infarto–, cuenta que no puede conseguir trabajo y está en calidad de abandono, y es por eso que felicito y agradezco infinitamente esta idea de Pola, que salió de su mente y su corazón.

Poco después llega un hombre mayor que no dice su nombre, pero ha preferido tomarse la crisis con calma y con humor.

Tras recibir sus alimentos, revela que se blinda contra el Covid-19 tomando alcohol e interpreta una de las piezas que canta en los microbuses: Y si estás decidida a abandonar el nido / entonces será en vano tratar de detenerte. / Regálame esta noche / retrásame la muerte.