Opinión
Ver día anteriorMartes 17 de marzo de 2020Ver día siguienteEdiciones anteriores
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En modo desastre
L

a expresión corresponde al escritor argentino Martín Caparrós, escrita frente a los comportamientos e interpretaciones sobre la pandemia del Covid-19. Muchos datos duros con el paso de los días en gran medida se vuelven evanescentes, pero algunos permiten iniciar el análisis de los caminos que el virus ha recorrido por el mundo.

Los estragos cometidos por el virus ponen de manifiesto la vulnerabilidad de todos en un mundo profundamente interconectado e interdependiente. Pero no sólo ocurre que el contagio avanza aceleradamente mostrando esa vulnerabilidad; la interconexión mundial también tiene una cara positiva frente a esta crisis de la salud humana: los científicos de todas partes trabajan activa y cooperativamente en plataformas comunes en la comprensión del virus y su comportamiento. Más aún: China ha despachado al menos 30 toneladas de material médico a Italia y ha enviado médicos a este país para ayudar a lidiar con el contagio. La propia Italia ha solicitado médicos a Cuba y a Venezuela. Además, ha habido un uso creciente del Interferón Alfa 2B cubano que ha probado en China ser el medicamento más eficaz para atemperar el mal de los enfermos. La empresa cubana Biocubafarma está produciendo a marchas forzadas 21 medicamentos más, para atender a los pacientes que sufren el Covid-19.

El caso más vívido de alguien que coopera con el virus, no con la superación de sus estragos, es El Inefable (Trump). Lo hizo desdeñando los protocolos de la Organización Mundial de la Salud, y dejando correr más de dos meses sin hacer nada. La llegada tarde de Estados Unidos al campo de batalla lo volverá un foco de infección potente para el mundo y de reinfección en los países que avancen en el abatimiento del mal.

El modo desastre se muestra, por ejemplo –como ha ocurrido en México–, en el momento que la autoridad sanitaria amplía sus medidas de contención y mitigación; si hay un aumento de las medidas o éstas se vuelven más drásticas, la lectura de muchos medios y de numerosas personas no es: ha habido una adecuación consistente con el cambio de los datos; lejos de ello, se lee: la situación ha empeorado y, por tanto, hagamos compras de pánico (como el absurdo de la compra masiva de pánico de papel higiénico). Ese tipo de respuesta es profundamente individualista: la conversión del homo sapiens en el predator neoliberalensis. En el colmo se ubican quienes pretenden sacar raja política de la situación.

Con todo, es necesario poner en perspectiva el alcance, hasta hoy, del avance y gravedad del virus. En todas partes el número de infectados aumenta en línea casi vertical, siguiendo el patrón de Wuhan, donde se duplicó cada tres o cuatro días. Pero es preciso tener en cuenta que ha habido escalas distintas: en China durante sus primeras tres semanas la epidemia llegó a 40 mil casos. Pero en Corea del Sur y en Italia, durante sus respectivas tres primeras semanas hubo, grosso modo, 5 mil y 2 mil 500 casos respectivamente.

Anatole Kaletsky ha graficado los aumentos por día en curvas logarítmicas, como debe hacerse cuando estamos frente a progresiones exponenciales. En todas partes la difusión del virus se desacelera y las curvas van volviéndose planas: se suspende la progresión exponencial. Es preciso adoptar este enfoque y no el meramente sensacionalista de los miles absolutos y acumulados de infectados. En China la curva después de volverse plana comenzó a caer. Este comportamiento, como parece claro, depende del éxito de las medidas de contención y mitigación. Es muy probable que España logre aplanar su curva antes que Italia, porque ha adoptado las mismas severas medidas de alejamiento social que Italia, pero en un momento muy anterior, cuando su curva está en momentos iniciáticos de despegue acelerado.

México parece haber ya adoptado ese enfoque. Las autoridades sanitarias quieren aplanar la curva de los infectados en momentos en que parece estar iniciándose el crecimiento exponencial acelerado. Pero es claro que el éxito no depende sólo de lo que haga el gobierno, sino de que la sociedad toda adopte un comportamiento racional, especialmente mediante el seguimiento de las instrucciones que libren las autoridades sanitarias.

Por cierto, el Presidente hará bien en seguir también a la autoridad especializada, y no ir a los pueblitos, adonde cree que no habrá contagio, y repartir abrazos y besos. Su comportamiento todo el tiempo es pedagogía pública.

Un punto crítico a señalar. Las estrategias que se han seguido son en lo general insolidarias con el grupo de población más vulnerable, los mayores de 65 años. Hay en México medidas de orden general para todos los niveles de población, pero nada en particular para quienes morirán en proporción sustancialmente mayor. Está claro que, frente a la pandemia, los viejos requieren cuidados mayores por parte no sólo del gobierno, sino de toda la sociedad. Pero no, todo ocurre como un dejar ese tema a su curso natural, que de todos modos van a vivir pocos años más.