Opinión
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Tumbando caña

Joao Gilberto, creador de la bossa nova

P

rovenía de una familia acaudalada originaria de Juazeiro, una pequeña ciudad provincial en el estado de Bahía. Era el menor de siete hermanos y, a diferencia de los otros que culminaron sus estudios académicos, había dejado la escuela para perseguir su sueño de ser músico importante. Aprendió a tocar la guitarra de forma autodidacta, imitando a los sambistas que escuchaba en la radio; tras mucho practicar y profundizar en el estudio del instrumento y las canciones, llegó a desarrollar un estilo que dio pie al fenómeno musical conocido como bossa nova.

Le llevó tiempo encontrar la fórmula para ese estilo que implicaba el ritmo de la samba-canción, armonías jazzísticas, las obras musicales de gran formato y las canciones románticas del Caribe (el bolero en especial). Joao pasó años de experimentación, estudiando, practicando hasta el cansancio. Se encerraba en su habitación y tocaba día y noche, lo que preocupaba a su padre, quien llegó a creer que esa obsesión lindaba con la locura.

Su idea consistía en llevar el sonido rítmico del pandeiro del samba a las cuerdas de la guitarra. Con tres dedos de la mano derecha pulsaba las cuerdas bajas imitando el ritmo seco del instrumento de percusión y con el pulgar las graves semejando el sonido del bombo logrando una cadencia sincopada la cual se conoce ahora como batida.

Joao tocaba día y noche, a menudo el mismo acorde en una búsqueda obsesiva de la perfección. Elegía cualquier canción ya fuere de Ary Barroso, Dorival Caymmi, Cole Porter, Consuelo Velázquez o Charles Trenet, y las tocaba una y otra vez, deconstruyéndolas hasta encontrar la esencia. Colocaba siempre la disonancia musical fuera del punto dramático de los versos que cantaba a bajo volumen, con la pronunciación de las sílabas entonadas algunas veces antes o después de la base rítmica y con la voz dispuesta para eliminar casi cualquier ruido de la respiración y otras imperfecciones. Descubrió que cantando de esa manera, casi en susurro y sin vibrato, podía acelerar o ralentizar su voz en relación con la guitarra.

Siendo muy joven se traslada a Salvador, capital del estado, para estudiar música y probar suerte en el mundo del espectáculo. Tocó en la radio, en salas de fiestas y en noches de bohemiadas en casa de amigos compartiendo sus ideas con todo aquel que quisiera escucharlo.

De Salvador de Bahía marchó a Río de Janeiro donde se ganaba la vida como músico de sesión, grabando jingles publicitarios o acompañando a cantantes de la escena carioca. En periodos que no tenía trabajo se ocupaba en depurar su técnica. Cuando consideró que había logrado una nueva forma de tocar y de cantar y que ya estaba listo para mostrarla en sociedad se fue de marcha nocturna visitando a todos aquellos que, pensó, podían estimar su arte. Una noche llegó a casa del músico Roberto Menescal y le pidió que escuchara sus cancioncinhas. Al escucharlo, Menescal quedó tan impactado que lo presentó a sus amigos para que conocieran semejante genialidad. Poco tiempo después, Gilberto ya estaba colaborando con Antonio Carlos Jobim.

En 1958 surgió la oportunidad de grabar un disco de 45 rpm con Bim Bom, composición del guitarrista, en una cara del acetato, y Chega de saudade (Basta de tristeza) de Antonio Carlos Jobim y Vinícius de Moraes, en la otra. Chega de saudade impactó tanto que fue considerada una obra maestra y piedra fundacional de la bossa nova. Aunque ese término aún tardaría cierto tiempo en ser acuñado.

Continuará