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Peña Nieto no pudo detenerlos

A siete meses de gobierno de AMLO, poco ha cambiado en las rutas de la migración

En octubre de 2018 entró al país la primera caravana que dio inicio al éxodo centroamericano

 
Periódico La Jornada
Martes 2 de julio de 2019, p. 12

Visas, trabajo, trato humanitario para los migrantes. Ese fue el propósito externado por el entonces presidente electo Andrés Manuel López Obrador cuando, al cuarto mes de su triunfo electoral, apareció en el horizonte la primera señal de que el fenómeno de la transmigración centroamericana hacia Estados Unidos cambiaría para siempre la dinámica conocida hasta entonces: una caravana que fue, en realidad, un éxodo.

El 19 de octubre de 2018 una masa compacta de personas de todas las edades se apretujaba y presionaba la puerta de ingreso a Ciudad Hidalgo, fronteriza con Guatemala, sobre el Río Suchiate. El gobierno mexicano los recibió con una imponente descarga de gases lacrimógenos de la Policía Federal.

Ante la advertencia del presidente Donald Trump de que el gobierno mexicano tendría que detener a los invasores, Enrique Peña Nieto, a quien le quedaban apenas mes y medio para concluir su presidencia, reaccionaba así al desafío. Al día siguiente la caravana burló el cerco, cruzó el río y seis semanas después, luego de un doloroso recorrido de 4 mil 700 kilómetros, alcanzó la frontera norte.

Un enfoque diferente

López Obrador ofrecía un enfoque opuesto: “La migración no es un problema –declaró–. El que sale de su pueblo no sale por gusto, sale por necesidad”. Y reiteró su promesa de atender a los integrantes del éxodo con visas y trabajo.

La idea fue reforzada por el proyecto propuesto por el canciller Marcelo Ebrard, quien en el contexto de la conferencia mundial para un Pacto por la Migración propuso un proyecto de cooperación para potenciar el desarrollo en los países del Triángulo Norte (Honduras, Guatemala y El Salvador). Una vía, pero de largo plazo.

Una nueva caravana, apenas en enero, lo puso a prueba. Cerca de 2 mil centroamericanos volvieron a agolparse en la garita de Ciudad Hidalgo. México tuvo una actitud inicial de apertura y otorgó a los migrantes una Tarjeta de Visitante por Razones Humanitarias. De esta forma las caravanas se atomizaron, aunque el flujo continuó creciendo.

Menos de un mes duró el programa. El 11 de febrero la Secretaría de Gobernación lo suspendió. Redadas y deportaciones volvieron a ser el día a día.

El Presidente redefinió su estrategia. No queremos que tengan el libre paso y no sólo por cuestiones legales sino por cuestiones de seguridad. Preferimos atender a la población migrante en el sur-sureste.

En mayo aumentaron las detenciones. Las estaciones migratorias hicieron crisis. Los traficantes de personas siguieron operando a todo vapor.

Alternativas para evitar la confrontación con EU

El mes terminó con un nuevo, intenso, apretón de tuercas. El 30 de mayo Trump amenazó con imponer un aumento de aranceles del 5 por ciento a todas las importaciones mexicanas hacia Estados Unidos a partir del 10 de junio e incrementarlos progresivamente hasta que se resuelva el problema de la migración ilegal. Ese mismo día, López Obrador respondió hablando de evitar la confrontación, de buscar alternativas. Pero remató: Recuerde que no me falta valor, no soy un cobarde. Al día siguiente partió a Washington una delegación del más alto nivel, encabezada por Ebrard, para intentar una salida a la inminente crisis.

El 7 de junio se logró un acuerdo: México desplegaría 6 mil elementos de la Guardia Nacional y aceptaría un virtual plan de tercer país seguro para cerca de 10 mil solicitantes de asilo que están en una interminable lista de espera. En 90 días se revisarían los resultados. Todo, a cambio de que Trump retirara la amenaza de los aranceles punitivos.

En el ínterin, el gobierno mexicano enviaba señales: más deportaciones e incluso el arresto, por varios días, de dos conocidos activistas de los derechos migrantes, Cristóbal Sánchez e Irineo Mujica. Ambos fueron liberados días después del mitin que el Presidente organizó en Tijuana, donde resumió: No se ganó todo, pero salimos con la dignidad intacta.

Se abre un compás de espera hasta mediados de septiembre. En la frontera norte las autoridades mexicanas se preparan para entregar un documento de estadía legal (especie de CURP) a los solicitantes de asilo en EU de diversas nacionalidades, que tendrán que esperar de este lado de la frontera para ver si la potencia norteamericana los acoge o no. Y la Guardia Nacional, apoyada por otras corporaciones, se ejercita deteniendo y deportando a quienes no han desistido de su intento. Un panorama no muy distinto al que se vio en octubre del año pasado en las rutas del éxodo.