Editorial
Ver día anteriorDomingo 16 de junio de 2019Ver día siguienteEdiciones anteriores
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El Presidente, los migrantes y la intolerancia
E

l señalamiento hecho ayer por el presidente Andrés Manuel López Obrador en el contexto de su gira por Chihuahua, en el sentido de que las personas migrantes no merecen repudio y rechazo sino buen trato y apoyo, puede contribuir a moderar las expresiones de inconformidad que, en algunas ciudades de la República ubicadas en la ruta de los flujos migratorios, han encontrado eco en buena parte de la ciudadanía.

Tras exhortar a los hombres y mujeres que acudieron a un acto de presentación de programas sociales a no actuar de manera mezquina, (porque) eso se llama xenofobia, el jefe del Ejecutivo federal llamó a “no rechazar al extranjero (…) ni maltratar al forastero”, por la elemental razón de que todos los seres humanos, no importa dónde hayan nacido, tienen derecho a recibir buen trato por parte de sus semejantes.

La consideración presidencial une sentido común y sensibilidad social, y resulta muy oportuna frente a la ola de manifestaciones ofensivas contra los migrantes que, especialmente en redes sociales, han empezado a proliferar en semanas recientes, y que muestran una inquietante tendencia a subir de tono. Y es que los lugares comunes muchas veces repetidos, aun cuando no se ajusten a la realidad, encuentran fácil recepción en espacios donde carencias de diversa índole afectan a gente que, en circunstancias normales, suele ser cordial y amigable.

Se ha probado de manera irrefutable, por ejemplo, que el argumento muchas veces repetido por la derecha de todas las naciones, según el cual los migrantes (y los extranjeros en general) le quitan a los nacionales las pocas oportunidades de trabajo con que éstos cuentan, es insostenible, en primer lugar porque en términos cuantitativos el porcentaje de personas foráneas que tratan de incorporarse al ámbito laboral de los países de acogida es mínimo, y en segundo porque los trabajos que eventualmente desempeñan son, en general, despreciados por las personas locales. Las labores de recolección agrícola en California, necesarias para la economía, pero que ningún estadunidense wasp quiere hacer, son un buen ejemplo de ello.

Al margen, sin embargo, de lo que puede ser una discusión teórica acerca de la relación entre personas en tránsito y residentes, en lo inmediato es preciso impedir que la campaña antimigrante siga reuniendo adeptos, porque eso podría ser, en un futuro inmediato, el detonante de situaciones de violencia que a nadie convienen.

Naturalmente que la migración es un problema complejo en el que participan muchos factores sociales y culturales que pueden provocar roces entre los recién llegados (o en tránsito) y las comunidades que habitan sus poblados o ciudades natales, pero en tal caso, y tomando en cuenta que se trata de situaciones temporales, es necesario poner la tolerancia por encima de la confrontación, el entendimiento entre personas antes que la animadversión hacia el otro, más aún cuando el otro esté pasando por una indeseable situación de penuria y desarraigo.