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Me trataron muy mal, dice Rubenia, detenida en el paso

Las hieleras o el paso previo a la espera de si habrá cita con el juez de inmigración
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▲ Migrantes hondureños se encaminan hacia el muro fronterizo con Estados Unidos, en Playas de Tijuana. Imagen de diciembre pasado.Foto Ap
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Periódico La Jornada
Domingo 19 de mayo de 2019, p. 5

Ciudad Juárez, Chih., Arriba del puente, apenas se pasa la placa que indica el límite entre ambos países, está prohibido tomar fotografías. Abajo, junto a la oficina donde revisan las visas, hay varias construcciones como cajas de zapatos, rejas de gallinero y una fila de migrantes a los que se permite salir a tomar el sol. Es de mañana y algunos salen todavía temblando de frío, envueltos en las cobijas –en realidad mantas de aluminio– que les proporciona la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP, por sus siglas en inglés). Algunos de los formados se preparan para subirse a las camionetas de la Patrulla Fronteriza, donde serán llevados a algún albergue en El Paso o bien devueltos a México, donde esperarán turno para su cita con un juez de inmigración.

La escena es cotidiana. Un grupo de indocumentados camina por el puente, con dirección a México. Hasta el final de la hilera avanza una empleada del Instituto Nacional de Migración (INM), lista en mano.

No han pasado ni dos minutos cuando la señora Guadalupe, ve llegar una nueva hilera de migrantes en sentido contrario. Caminan escoltados por personal, por el arrollo vehicular, para evadir la larga fila sabatina de los que creyeron que sería más rápido el cruce a pie.

“Esos son los que van pa’dentro y, mire, hasta con criaturas”, dice doña Guadalupe, quien cruza todos los días para visitar a su hijo, en un hospital del otro lado, y que desde el comienzo de la fila ha decretado, con razón: Esta fila es de hora y media.

Casi todo mundo mira al frente, atento al avance de la fila. Son muy pocos los que miran hacia abajo, donde los detenidos por la migra se recuperan del frío que pasaron toda la noche. Con el aire a todo lo que da, los cuartos donde alojan a los migrantes detenidos han sido bautizados como las hieleras.

Ahí estuvieron Emérita Alejandrina López y Rubenia Noemí González, la primera siete días y la segunda 14. Ellas no forman parte de la famosa lista de migrantes que solicitan asilo en Estados Unidos y que decidieron hacerlo en este punto de cruce.

De octubre a la fecha sumó –corte del viernes 17 de mayo– 14 mil 500 personas. De ese total ya han sido atendidas, muchas tras esperas de dos meses, 9 mil 700, según el reporte de Enrique Valenzuela, director del Consejo Estatal de Población de Chihuahua.

Pero en ese listado, que controlan los tres niveles de gobierno mexicanos, sólo están los que deciden anotarse. Ocho de cada 10 son cubanos, pues a los migrantes de esa nacionalidad, con muchas mayores posibilidades de ser aceptados, no les conviene cruzar la frontera por un puerto no autorizado.

Nos regresaron

Rubenia viajó con su hermano de 15 años. Los dos vinieron a buscar a su mamá, quien ya está en EU. A ambos los detuvieron apenas cruzaron la frontera por el río.

Nos sacaron a las 2 de la mañana, con engaños porque nos dijeron que nos iban a soltar para que pudiéramos ir a un albergue y luego ya de ahí con nuestras familias. En lugar de eso, nos regresaron a México, dice Rubenia, en la parroquia donde encontró refugio.

El gobierno de Andrés Manuel López Obrador decidió, en enero pasado, aceptar la devolución de migrantes, por razones humanitarias, aunque ha rechazado que tal aceptación signifique un acuerdo con EU para convertir a México en tercer país seguro.

Las razones humanitarias tienen un límite, claro. El testimonio de Rubenia: “Cuando llegamos de Nuevo México nos recibió una señora de Migración. Yo no tenía un peso y le pregunté sobre un albergue. Me dijo: ‘De aquí en adelante haces de tu vida lo que quieras’”.

Rubenia y Emérita dan su testimonio sobre las condiciones de detención de EU.

–¿Por qué les dicen hieleras?

–Porque el aire acondicionado está a todo lo que da, los espacios son reducidos. La capacidad de una hielera es de 13 a 14 personas y había de 90 en adelante –dice Emérita.

–¿Qué les daban de comer?

–Un sándwich y un bote con agua, a veces, si no siempre, nos decían que fuéramos a tomar de la llave donde está el sanitario.

–¿Cuánto tiempo estuviste detenida en EU?

–Catorce días –dice Rubenia.

–¿Cómo fue el trato que recibiste?

–Nos trataron muy mal. A mí me separaron de mi hermano el mismo instante que llegamos ahí.

–¿Por qué saliste de tu país?

–Huyendo de la violencia y de las maras, por llegar a una mejor vida.

–En un espacio tan reducido, supongo que la convivencia era complicada.

–Sí, porque cuando uno es nuevo, un espacio se lo pelean, no lo dejan sentarse ni acostarse. Las personas que tienen de cinco días para arriba ya se creen dueñas del espacio.

–Ahora estás de lado mexicano. ¿Y tu hermano?

–Mi hermano es menor de edad y me lo quitaron, se lo llevaron para un albergue en Miami.

A principios de mayo, la CBP presumió nuevas instalaciones temporales, en El Paso y Donna, Texas, para atender la crisis de las hieleras. En cada lugar se instalaron carpas para 500 personas, con baños y regaderas portátiles.

Desde marzo, la red más grande de albergues en El Paso recibe 600 personas al día, esto es, 36 mil en dos meses, cifra que supera los 14 mil que se han anotado en la lista.