Opinión
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Infancia y Sociedad

Lobo feroz en CDMX

“Y

a no tenemos miedo al bosque” –reflexionó Francesco Tonucci– al exponer su diseño de Ciudad Educativa en Fano, Italia. Y es que hoy el bosque es un lugar idílico, sin ruido, donde no vemos toneladas de concreto ni torres que dan vértigo; respiramos aire puro y se escucha el canto de pájaros en vez de cláxones y alarmas.

Los cuentos infantiles de terror ya no transcurren en el bosque sino en la urbe: el Lobo Feroz y su selecto club se mudaron a la ciudad. La brujita de Hansel y Gretel revive en Mamás Rosa y ladronas de bebés; la engañosa casita de dulce (en forma de escuela) se derrumba sobre los niños y los mata o los carboniza en el fuego de míseras guarderías que se transforman en hornos. Los ogros son pederastas escondidos en las iglesias; los raptores de Pinocho captan jovencitos para el narco y están en la trata de niñas y adolescentes, y el Lobo Feroz, multiplicado, es impune violador y brutal feminicida. ¡Vaya! Nos urge tener, como en los países nórdicos, un ombudsman de la niñez y una policía especializada para los caminitos a la escuela. Enfrentar este horror debiera ser prioridad de los gobiernos de La Cuarta. En cambio ya tenemos nuevo logo de la CDMX, diversos convenios internacionales, anuncios de gastos millonarios en nuevas obras y reuniones con desarrolladores (del caos inmobiliario). ¡Ah¡ y fotos lucidoras (como las que se hacía Mancera) de una gobernadora que viaja en el Metro con ocultos custodios, pasea en vehículo militar y pinta bardas rodeada de niños los sábados. Mas no parece que ella ni AMLO estén al tanto de la tragedia cotidiana de niñas, niños, mujeres y jóvenes asesinados o desaparecidos. Ni la mencionan, pese a que en este país los menores tienen 30 por ciento más de riesgo de ser víctimas de homicidio o desaparición

Mejor volvemos a Francesco Tonucci y su Ciudad Educativa: “El niño es un sensible indicador ambiental: en una ciudad culta se ve a los niños que juegan y pasean solos como cualquier ciudadano. Para una administración comunal abrir un laboratorio sobre ‘la ciudad de los niños’ significa enfrentar muchos problemas; significa aceptar un conflicto que no terminará, aunque siempre será de una gran riqueza y de una alta cultura porque el conflicto entre el niño y el adulto es permanente, no acabará nunca, siempre se desplazará un poco más allá”. (Continuará)