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Puntos sobre las íes

Recuerdos // Empresarios (XCVIII)

H

ubo que cortar el artículo anterior, 97, de la serie Empresarios, atendiendo a las indicaciones del alto mando, no hubo más remedio que concluir de cómo Conchita disipó la nube macabra del ambiente.

Y ahora continuamos así:

“Finalmente borré de mis pensamientos aquel ambiente de tragedia. Pero otros hubo, más tarde, que nunca pude olvidar.

“Nuestra vida corría entre pueblos y plazas, triunfos, sonrisas y sueños, cuando la muerte de dos toreros, acontecida en forma violenta e inesperada, reveló la verdad de la vida y la tragedia de la Fiesta vista desde el tendido y desde la arena.

“Estábamos anunciados para la tradicional Feria de San Marcos, que se celebra el día primero de cada año en Aguascalientes, Jesús Solórzano, Alberto Balderas y yo. Y quien leyera cuidadosamente los programas podría enterarse de que en esa corrida actuaría como sobresaliente el joven novillero Juan Gallo.

“Nada denunciaba lo que estaba por acontecer. El barullo de las calles, con sus mariachis y chinas poblanas, sus charros y forasteros era el mismo de todos los años. El hotel hervía de entusiasmo y antes de la corrida, Ruy tomó el pelo a los banderilleros, porque estaban afilando las espadas con esmero.

“–¿De qué sirve afilar el acero –preguntó con malicia–, si a lo mejor el matador no se arrima?

“Esta bromita de siempre cuando los toros pesaban algo más de lo vulgar.

“Desde la barandilla que rodeaba interiormente el segundo piso del hotel y sobre el cual daban las habitaciones, se veía el enorme zaguán donde se juntaban los aficionados y cronistas llegados de la capital. Ahí estaban Don Difi, Arzamendi, Paco Malgesto, Lucas González Rubio, Don Felipe, Padilla, los ganaderos de la región, Pepe y Paco Madrazo. Al rato entraron el Marqués de Guadalupe y su sobrino Poncho, luciendo ambos, como siempre, preciosos trajes de charro. Algunos de los que entraban levantaban la mirada y al verme apretaban las manos deseándome suerte. Entre los que conversaban había vendedores de lotería, limpiabotas y camareros. Servían café y se fumaban puros.”

***

“El toro era negro, de La Punta, habiéndole tocado en suerte a Jesús Solórzano. Juanito Gallo le suplicó al matador que lo dejara alternar en quites. Chucho cambió una mirada con Balderas y vi que éste accedió. Los matadores hicieron sus intervenciones, a cada cual más bonita, y se retiraron, dejando el campo libre para que se luciera el principiante.

“El joven torerillo, hambriento de nombre y de fama, salió al tercio. Nadie sabe exactamente lo que aconteció. Vimos que el novillero se hincaba de rodillas para intentar un lance o un farol, pero el toro negro se lo llevó por delante, envuelto en un aleteo de seda y percal, un aleteo de pájaro herido.

Cuando Juanito se levantó, de su pierna brotaba un chorro intermitente de sangre. Montes de Oca, el mozo de espadas de Solórzano, saltó al ruedo con elástico que desde un grave percance de su matador llevaba siempre para detener hemorragias. El romaneaba el peto de un caballo y uno de los matadores intervenía mientras el otro ayudaba a retirar del ruedo al torero que se moría.

***

“Me desabrochaba pensativamente la camisa de cuatro botones, mirando desde mi habitación las torres de una iglesia que se levantaba contra la puesta de sol. Desde el centro de la plaza principal subía la dulce melodía que tocaban los mariachis.

“Se abrió la puerta y sentí que mi corazón daba una vuelta desusada. Cerré los ojos, esperando el golpe.

“Juanito Gallo ha muerto –dijo alguien–.

Y mis manos manchadas de la sangre de las orejas de mis novillos, siguieron desabrochando la camisa.

***

“Un día en el mes de octubre de ese mismo año, Ruy me dijo que había firmado un contrato para la Feria de San Marcos. Estábamos en el comedor. Recuerdo perfectamente los dibujos de la madera de la silla en que apoyaba las manos.

“–Pero ¿qué te pasa? –exclamó Ruy, preocupadísimo, al ver mi expresión.

“–No quería volver a entrar a esa plaza –contesté.

“–¿Por qué no me lo dijiste? –preguntó severamente.

“–Porque es una tontería –recuerdo que contesté–. Si la suerte me hubiera librado, muy bien, pero huir adrede de una impresión, no. ¿Cuál es el cartel?

“–Solórzano, Balderas y tú, con toros de La Punta, igual que el año pasado.”

(AAB)