Opinión
Ver día anteriorMiércoles 13 de febrero de 2019Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Donald Trump es un peligro para México
L

a migración internacional se ha ido complicando con el paso del tiempo, lo que incide en un mundo cada vez más interconectado. El fenómeno migratorio está presente en prácticamente todos los países y se relaciona con diversos aspectos geopolíticos, culturales, personas que buscan nuevas oportunidades para forjarse un nuevo horizonte en el extranjero. Pero en los tiempos recientes han proliferado movimientos provocados por conflictos, persecuciones, degradación ambiental y una acusada inseguridad. Estos son algunos de los contextos que los migrantes deben afrontar en forma irregular debido a la enorme inseguridad en la que se ven inmersos y que les impide, por obvias razones, esperar en sus lugares de origen las vías legales para su tránsito. La migración, ahora más que nunca, es una cuestión preponderante y de máxima prioridad, como puede observarse en las agendas mundiales y que en ocasiones los medios de comunicación reportan sólo sobre aspectos negativos. Situación que, tal como señala la Organización de las Naciones Unidas, debe analizarse pues, al hacer hincapié en las malas noticias, da lugar a que la atención se centre más en las opiniones que en los hechos, quedando al margen los análisis equilibrados con sus implicaciones estratégicas, los que no alcanzan a atraer la atención en las discusiones y los debates políticos, públicos y mediáticos. Ello da lugar a una enorme polarización acerca del fenómeno migratorio.

En un contexto de enorme interconexión entre personas y estados es central encontrar el modo adecuado de difundir sus potencialidades y beneficios para hacer frente a los retos que el fenómeno plantea. Por eso cuando se habla de una migración más segura y mejor regulada como prioridad a escala mundial, es necesario que haya un creciente reconocimiento sobre la complejidad de los desplazamientos internacionales cuyo eje gire en torno a la eliminación de la figura irregular, pues la falta de documentos es totalmente involuntaria. Y si bien los estados han acordado debatir estos instrumentos de gobernanza mundial en la búsqueda de un mejor entendimiento sobre la complejidad de la migración, Estados Unidos, en la figura de Donald Trump, se ha negado a esta posibilidad, generando al interior un discurso divisivo y xenófobo contra los migrantes, cuyo contenido permea peligrosamente a una parte de la sociedad del país vecino.

El presidente Donald Trump aprovechó su discurso sobre el estado de la Unión para promover su visión sobre lo que llama la migración ilegal que viene de la frontera sur, señalando que es una amenaza para la estabilidad financiera de todo Estados Unidos. Es más, ha afirmado que las caravanas de centroamericanos van a invadir al país porque hay ciudades en México que los están apoyando con transporte para que lleguen a la frontera. Por ello ordenó que 3 mil 750 efectivos de tropa se dirijan al sur para asegurar la frontera con México. Trump se erige como salvador del pueblo estadunidense de los abusivos migrantes ilegales que incrementan el crimen, quitan los empleos, abarrotan las escuelas y saturan los programas sociales y los servicios de salud. Sin embargo, no le importó llevar a cabo un cierre parcial del gobierno por 35 días, el más largo de la historia moderna de Estados Unidos, todo porque no ha conseguido que el Congreso apruebe su demanda de 5 mil 700 millones de dólares para continuar la construcción de un muro en la frontera con México.

Es decir, que mientras parte importante de los estados están buscando caminos para debatir y negociar nuevos instrumentos en un marco de reconocimiento de la importancia que reviste un mejor entendimiento sobre las dinámicas y la complejidad de la migración y los desplazamientos internacionales, Donald Trump no sólo se niega a debatir un fenómeno de interés para el propio Estados Unidos, sino que busca, sin el mínimo argumento lógico ni de veracidad, la construcción de un muro como la solución de todos sus problemas.

Se entiende que el presidente Andrés Manuel López Obrador no quiera polemizar con Trump, pero no puede engañarse y afirmar que fue bastante respetuoso de nuestro gobierno y eso se lo agradecemos, porque nosotros estamos haciendo nuestro trabajo, si bien reconoció que había preocupación por el mensaje. Hablar mal de los migrantes es hablar mal de México, pues hay muchos millones de connacionales que han debido marcharse del país por falta de oportunidades y la exigencia del muro es otra afrenta para el país.

Si no quiere faltarle al respeto a Trump, debe reconocer que la xenofobia afecta a los migrantes mexicanos y por ello debe señalar públicamente que va a reforzar la protección de los connacionales poniendo en marcha diversos mecanismos, dirigidos directamente por el gobierno sin intermediarios; mil millones de pesos no estarían mal, con el apoyo de los consulados. Una buena manera de revirar el golpe y plantear diferencias.