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Banca: quimérica competencia // ¿Efectos contraproducentes?

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arece mentira, pero la Comisión Federal de Competencia Económica (antimonopolios, anticoncentración) considera que las comisiones bancarias no deben eliminarse, porque podrían generarse efectos contraproducentes, como mayor concentración en el mercado respectivo, inhibir la entrada de otros participantes e incrementar otros cobros a la clientela para recuperar lo que pierdan por la prohibición de algunos rubros.

Así, antes de que prospere la iniciativa presentada por Morena en el Senado de la República, lo primero que procede es un análisis técnico-económico de cada una de las comisiones a eliminar, para conocer el efecto negativo que podría generar, advierte la citada institución.

Bien, pero es necesario contextualizar eso de los efectos contraproducentes y aquello de la mayor concentración en el mercado bancario que opera en el país, porque, de acuerdo con la versión de la Cofece, hoy México cuenta con un sistema financiero en el que la competencia es la norma.

En 1990 Carlos Salinas anunció la reprivatización bancaria (proceso que concluyó en 1992), bajo la premisa de que es necesario y urgente democratizar el capital de las instituciones financieras. Así, vendió 18 instituciones en ese entonces propiedad del Estado (conocidas como sociedades nacionales de crédito) y el resultado concreto fue la consolidación del oligopolio financiero en el país.

Una de las primeras condiciones que el gobierno salinista impuso para reprivatizar la banca fue que por ningún motivo se entregarían a grupos sin experiencia ni a casas de bolsa. ¿Qué sucedió? De las 18 instituciones vendidas, 13 quedaron en manos de casas de bolsa.

En 1994, dos años después de concluida la reprivatización, 10 instituciones (de 36 en total) concentraban 80 por ciento del mercado bancario nacional; en 2000 (con 23 instituciones), esa proporción creció a 90 por ciento; en 2005, ese 90 por ciento correspondió a sólo seis bancos, apenas uno mexicano, y en 2010 a cuatro, y los banqueros nunca dejaron de pregonar que la competencia, con mayor número de participantes en el mercado, es fundamental para reducir comisiones y tasas de interés.

En el ínterin, entre otras gracias, el gobierno de Ernesto Zedillo puso en marcha el rescate y saneamiento de los bancos reprivatizados, pasó la factura a los mexicanos (que todavía pagan), comenzó la extranjerización de las instituciones bancarias otrora en manos nacionales (Vicente Fox cerró el circuito y exentó fiscalmente a los vendedores, de la minoría rapaz, mientras Calderón pagó favores a los amigos con bancos chatarra) y promovió que los peces grandes se comieran a los chicos.

Por ejemplo, el español BBVA se quedó con Bancomer, Probursa, Promex, Unión, Oriente y Cremi; el estadunidense Citigroup con Banamex y Confía; el español Santander con Serfin y Mexicano; Scotiabank con Inverlat (antes Comermex); el británico HSBC con Bital y Atlántico, y el único mexicano, Banorte, con Bancrecer, Banpaís, Bancen y Banoro.

Así, en manos de cinco bancos trasnacionales quedaron 13 (72 por ciento del total) de las 18 sociedades nacionales de crédito reprivatizadas en el salinato, rescatadas por Zedillo y extranjerizadas por éste y por Vicente Fox.

Por ninguna parte se ve la democratización del capital y menos la competencia que reduciría las comisiones y mejoraría el servicio a la clientela. Lo que sí se nota, y de qué manera, es el jugosísimo negocio de la banca en México: más de un billón de pesos en utilidades netas, libres de polvo y paja, de 1997 a la fecha.

Ahora (a septiembre pasado), en México operan 50 bancos autorizados. De ellos, cinco concentran 85 por ciento de utilidades netas, 76 por ciento de tarjetas de crédito y sólo tres acaparan 75 por ciento de ingresos por comisiones.

Pero, ¡cuidado!, que ya lo dijo la Cofece.

Las rebanadas del pastel

Unos dicen que fue por Trump, otros que por el NAIM y algunos más porque el Cruz Azul es superlíder, pero el hecho es que los especuladores financieros desenvainaron.

Twitter: @cafevega