Opinión
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Desde el otro lado

Despropósitos

P

or más esfuerzos que la administración del presidente Donald Trump ha hecho, no ha podido sacudirse la sombra del Kremlin y la sospecha de su intromisión en las elecciones en Estados Unidos para favorecerlo. Primero fue la renuncia forzada de su asesor de seguridad nacional, Michael Flynn, cuando se descubrió que ocultó haberse entrevistado con el embajador de Rusia durante la campaña presidencial; acto seguido, el procurador general, Jeff Sessions, también mintió sobre su cita con el ubicuo diplomático ruso el pasado noviembre. A pesar de las evidencias en contra, el mandatario ha insistido en que sus colaboradores no incurrieron en ninguna falta. La pregunta que se han hecho quienes siguen las investigaciones es ¿por qué ambos negaron que dichas reuniones se efectuaron cuando era evidente que sí ocurrieron? No se descarta que otros asistentes cercanos a Trump también hayan propiciado la intervención del Kremlin en los comicios.

Los tropiezos de Trump continuaron cuando emitió una orden ejecutiva para restringir, sin bases jurídicas, la entrada al país vecino a ciudadanos de siete naciones en las que predomina el islam. No haber consultado a los especialistas del gobierno en cuestiones migratorias sobre sus alcances fue otro grave error. La determinación fue invalidada primero por un juez de distrito, y por un panel de tres jueces, por violar la Constitución que prohíbe discriminar a cualquier persona por motivos religiosos, como implica la instrucción ejecutiva del presidente. Para colmo y dolor de cabeza de quienes colaboran con el presidente, se le ocurrió acusar al ex mandatario Barack Obama de haberlo espiado en plena campaña por la presidencia, sin tener prueba alguna. A más de un comentarista político le llamó la atención que no haya consultado con los servicios de inteligencia la veracidad de tamaña acusación. Atribuyeron esa torpeza a laintención de Trump de distraer la atención sobre la investigación de las relaciones de algunos de sus colaboradores con el Kremlin.

En todo caso, el presidente continúa su compulsiva costumbre de falsificar los hechos e inventar noticias, según su estado de ánimo y conveniencia. Cabría pensar que los legisladores del partido que lo llevó a la presidencia pondrían un hasta aquí a su cadena de despropósitos. Por ahora eso no parece viable, pues estarán muy ocupados tratando de componer el engendro que crearon en su necedad de echar abajo la reforma de salud de Obama, no importándoles que 15 o 20 millones de ciudadanos se queden sin servicios médicos.