Editorial
Ver día anteriorLunes 13 de marzo de 2017Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Paro arbitral: llamado de atención
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a primera huelga de árbitros en la historia de la primera división del balompié mexicano obligó a que se suspendiera la jornada 10 del torneo Clausura de la Liga MX, por lo que el fin de semana no se realizó ningún partido del máximo circuito futbolístico nacional. El paro comenzó el viernes 10 con la suspensión del encuentro entre Veracruz y Puebla en el estadio Luis Pirata Fuente, y hasta ayer no se había anunciado una fecha para la reanudación de las actividades, pese a una reunión de emergencia entre dueños y presidentes de clubes realizada en Toluca.

El detonante inmediato del paro arbitral fue la inconformidad de los silbantes de la Asociación Mexicana de Árbitros (AMA) por la levedad de las sanciones que la Comisión Disciplinaria de la Federación Mexicana de Futbol (Femexfut) impuso a los jugadores Pablo Aguilar, del América, y Enrique Triverio, del Toluca, quienes el miércoles pasado agredieron a los colegiados en los partidos Águilas-Xolos y Diablos-Monarcas, correspondientes a los octavos de final de la Copa MX.

Tras la decisión se encuentra un conocido historial de injerencia de los clubes y la directiva de la Femexfut en los trabajos del cuerpo arbitral y la Comisión Disciplinaria, que finalmente parece haber llegado a un punto cuya continuidad es vista como intolerable por los de negro.

La primera reacción de la Femexfut fue típica e ilustrativa de la manera en que se dirigen los asuntos del deporte más popular del país: amenazar con el despido de los silbantes que no se presentaran a los partidos correspondientes y con la importación de árbitros foráneos para pitar los encuentros de la Liga y la Copa. De tal suerte, la falta de sanción ejemplar a dos jugadores que agredieron de manera deliberada a los árbitros y el exabrupto autoritario de los directivos son botones de muestra de la situación anómala en que se desenvuelve el futbol nacional: grandes empresas televisoras ejerciendo un poder omnímodo sobre la Federación, multipropiedad de equipos explícitamente prohibida por la Federación Internacional de Futbol Asociación (FIFA), y todo tipo de abusos que afectan a jugadores, cuerpo arbitral y, ante todo, a la afición que ve un espectáculo deteriorado en aras de las ganancias del puñado de dueños.

Los árbitros se encuentran sometidos a un régimen de desprotección en el cual se ven privados de la posibilidad de formar sindicatos u organizaciones que representen sus intereses y necesidades, como sí existen en otras latitudes. En México, los jugadores, creadores y protagonistas del espectáculo, son convertidos por clubes y directivos en un mero mercado de piernas a merced de los intereses mercantiles de los equipos: es bien conocido que cuando algún futbolista intenta defender sus derechos y ejercer un liderazgo entre sus compañeros se topa con una maquinaria implacable que orquesta su despido y se encarga de que no encuentre trabajo dentro de su profesión.

En vista de la precaria situación de los jugadores y de la nula influencia de la afición en las decisiones de este deporte, que mueve gigantescas cantidades de dinero y es centro de fuertes pasiones sociales, el paro arbitral es un recordatorio de los problemas generados por un sistema de administración donde las consideraciones deportivas y humanas son desdeñadas para entronizar las ganancias financieras como único criterio operativo.