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Ruta Sonora

David Bowie: de vuelta a las estrellas

“M

ira acá arriba, estoy en el Cielo. Tengo cicatrices que no se ven… Mira acá arriba, estoy en peligro. Ya no tengo nada que perder... Ahora de una u otra forma seré libre, como ese pájaro azul… o sólo como yo, sólo como yo”. Así cantó David Bowie en Lazarus, segundo sencillo de Blackstar, su álbum 25, publicado el 8 de enero pasado (mismo día en que cumplió 69 años) cual mensaje cifrado, antes de su tristísima y sorpresiva muerte por cáncer, ocurrida sólo dos días después. Estábamos tan contentos por un regreso musical tan profundo y brillante, que no nos dimos cuenta de que en realidad nos decía adiós. Testamento bromista e inquietante: insinúa que como el personaje bíblico, resucitará.

En el video de esa canción (dirigido por Johan Renck), se le ve a sí mismo vendado, en una cama de hospital, con dos botones a modo de ojos, levitar sobre la cama mientras grita sendos versos. A la vez, interpreta otro personaje que robótico se introduce en un armario de madera. Si el video ya es desconcertante, frente a su muerte causa calosfrío. Pues azora notar que Bowie preparó su muerte de forma elegante, artística, poética. Tal y como en vida, lo hizo teatralmente, con la música y los cuestionamientos existenciales al frente, sin hacer de su enfermedad un drama (tuvo en secreto que durante 18 meses luchó contra el cáncer, por el cual falleció). Quiso irse a lo grande con un álbum intenso, una rúbrica digna, lejos de amarillismo alguno. La obra, el personaje, antes que la persona. De nuevo, tal y como actuó en vida.

Toda esta claridad postrera aparece en lo declarado por dos de sus más queridos cómplices: el productor Tony Visconti y el músico Brian Eno. “Su muerte no fue muy diferente a su vida: una obra de arte. Hizo Blackstar para todos nosotros; es su regalo de despedida. Durante un año supe cómo iba a ser esto. Aun así, no estuve preparado. Fue un hombre extraordinario, lleno de amor, de vida”, indicó Visconti, su brazo derecho tras consolas por décadas. Por su parte, Eno reveló haber recibido un correo electrónico de Bowie siete días antes de su partida, para proponerle trabajaran en una posible secuela al disco Outside (1995), el último en que grabaron juntos. Sin embargo, cerraba: Gracias por nuestros buenos tiempos, nunca se marchitarán, y firmó como Dawn (amanecer). Ahora entiendo que me decía adiós, expresó el músico.

Te escuchamos, Major Tom

El inglés David Robert Jones (1947-2016), mejor conocido como David Bowie, fue una de las luminarias más relevantes, originales e influyentes de la música popular del siglo XX, a la altura de Bob Dylan y John Lennon. Más que un mero rockstar, un artista completo; un actor innato que además de ejercer en filmes y obras teatrales, escribió canciones para llevar más lejos sus puestas en escena interestelares. Un visionario que estudió para mimo y a la larga tuvo muy claro el uso de la máscara como arma para develar los misterios del universo. Si bien la prensa le llamó camaleón (por creer que adoptaba cada sonido en boga), es un apelativo que nunca asumió, pues para el creador es natural que el arte implique mutación, movimiento, imaginación.

Bowie se forjó en una época en que el pop-art tenía una voz fuerte y podía incidir masivamente. Y quizá su mayor aportación es el equilibrio que logró entre el rock y el pop, que parecían separarse: elevó el pop a una categoría avant garde, sin dejar de ser rocanrol, así llevara soul, jazz o pasajes electrónicos (su tremenda trilogía berlinesa con Visconti e Eno: Low, Heroes y Lodger). Fue siempre rocanrol por ser provocador: sin panfletos, lo suyo era la ruptura. Cuestionó absurdos sociales, desafió estereotipos de género, siempre con desenfado; lúdico, irónico, aun con melancolía.

Bowie parecía viajar al futuro y volver, pues en realidad se adelantaba a la moda, marcaba pautas, generando su propia galaxia, lejos del cliché, sobre todo de 1969 a 1979, sus más brillantes años creativos. Influido por Syd Barrett y Scott Walker, con personajes y motivos espaciales, redefinió caminos y fue una pieza clave, amable y viajera, alterna, única, para la transición de los 60 a los 80, aunque su incansable trabajo hasta hoy día siguió ofreciendo geniales destellos. Siempre experimentando, tuvo gran intuición para elegir a los productores correctos (y para apadrinar a Lou Reed y a Iggy Pop), a quienes instaba a ser parte de su mundo de exigencia y finura.

No se le extrañará del todo, pues su vasta obra queda, pero se añora lo que pudo dejarnos, quizá por 10 años más. Ziggy Stardust, The Thin White Duke, se unen a su despedida, a bordo de una latita frágil, ahora que las estrellas lucen muy diferentes ya sin él. No será ceniza regresando a las cenizas (Ashes to Ashes) sino polvo de estrellas que regresará a las mismas: el hombre que cayó a la Tierra, el Hombre Estrella, ese Major Tom a quien no dejaremos de escuchar jamás. ¡Hasta siempre, querido Bowie!

patipenaloza.blogspot.com

Twitter: patipenaloza