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 Portada 
Presentación 
Bazar de asombros 
      Hugo Gutiérrez Vega 
Hablar sobre 
  Pedro Páramo 
  Guillermo Samperio 
Instantánea 
  Marcos García Caballero   
  
Kati Horna, vanguardia 
  y teatralización 
  Adriana Cortés Koloffon entrevista 
  con José Antonio Rodríguez 
Asbesto: un 
  asesino en casa 
  Fabrizio Lorusso 
Uno más de 
  esos demonios 
  Edgar Aguilar 
  
¡Gutiérrez Vega, a escena! 
  Francisco Hernández 
Manuel Ahumada, 
  testimonio y transgresión 
  Hugo José Suárez 
Leer 
ARTE y PENSAMIENTO: 
        Bitácora bifronte 
        Ricardo Venegas 
        Monólogos compartidos 
        Francisco Torres Córdova 
        Mentiras Transparentes 
		Felipe Garrido 
        De Paso 
		Ricardo Yáñez 
        La Otra Escena 
		Miguel Ángel Quemain 
        Bemol Sostenido 
		Alonso Arreola 
        Las Rayas de la Cebra 
		Verónica Murguía 
        Cabezalcubo 
		Jorge Moch 
        Galería 
		Jaime Muñoz Vargas 
        Cinexcusas 
		Luis Tovar 
    
   Directorio 
     Núm. anteriores 
        [email protected] 
          @JornadaSemanal 
          La Jornada Semanal   
   
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    La escritura y su onda expansiva: 
      una transgresión indispensable 
    Cynthia Pech 
    
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        Blanco Móvil,       
        núm. 128,  
        México, Invierno-Primavera, 2015.
  
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    Mi voz  rechaza la muerte; mi muerte; tu muerte;  
  mi voz es mi otro. Yo escribo y tú no  estás muerto.  
  Si escribo, el otro está a salvo. 
      Hélène Cixous 
    
    El simple  título de este número monográfico de Blanco Móvil: “Transgresiones indispensables”, invita a pensar sobre qué es la  transgresión y hasta qué punto la transgresión puede darse. Ya una vez leído el número completo, el asunto se complica más  pues las preguntas se van sumando en torno a la búsqueda de respuestas a  los siguientes cuestionamientos  fundamentales: ¿Es la transgresión indispensable? ¿Todas las  transgresiones tienen el mismo origen y persiguen el mismo fin? ¿Qué  transgrede: el quién o el hecho mismo? ¿El arte de la escritura es un artificio  que posibilita la transgresión? ¿La poesía  como posibilidad –de utopía– es un medio transgresor per se? 
    Pero vamos por  partes: cuando escuchamos la palabra transgresión  entendemos que hace referencia al acto de infringir, quebrantar, vulnerar,  violentar, desobedecer una orden o ley de cualquier clase. (Moliner, 1994). Sin  embargo, en términos de este texto y atendiendo a la posibilidad transgresora  de todo acto creativo o poético, la búsqueda de la palabra exacta en la paleta  lingüística y la presencia de la metáfora  como un ente vivo, las diviso ya como una  transgresión no sólo del lenguaje sino de lo social en tanto remiten a la significación y re-significación de  la palabra literaria en torno a la creación verbal y a la apuesta de una  expresión que comunique un sentir, pero también, un pensamiento. 
    La creación es un problema no sólo filosófico,  sino también político –y donde lo ético tiene cabida. Para la teoría literaria  son fundamentales las reflexiones sobre el proceso de  la creación mediante la palabra, ya sea verbal o escrita, a partir de lo que  Roman Jakobson denominó “función poética” del lenguaje. Lo político, visto en  el contexto de la actualidad, refiere a que la creación artística –en donde la escritura y sus formas se circunscriben–, parte de  la posición del sujeto de enunciación del discurso que como agente social opera siempre desde sus contingencias  históricas y sociales. Así, desde mi  perspectiva, todo acto de creación es un acto transgresor que busca desde lo  que hay, lo que no hay y desde lo que no hay, la utopía a la que se llega por  la palabra que “desde un lugar no representable, pone a distancia el sistema cultural y social, y nos  recuerda que “no hay integración social sin subversión social” (Ricœur  citado por Méndez Rubio). 
    En este  sentido me parece muy pertinente el punto de vista de  los compiladores de este número de Blanco Móvil, Adriana Tafoya y André Cisnegro, para quienes “transgredir no es  gritar fuerte o con amargura, sino con  precisión. Ser incisivo. Abrir donde  hay que abrir para extraer lo que se busca extraer y lograr el  trasplante; salvar un organismo, el cuerpo mismo del poeta, o del poema, y por  ende de la poesía, de la literatura, y su radio expansivo”. Y justo este punto de vista establece el criterio  de este número de la revista en el que encontramos un efluvio creativo  que busca en lo asertivo, lo certero –algo  que no es fácil. Lo que se agradece de este número es la presencia de escrituras tan diversas como posiciones  enunciativas de distintas generaciones, las cuales despliegan el abanico  esbozado en un inicio por los compiladores. 
    Hay que  resaltar que los textos, en su mayoría poesía,  encuadran en los límites de la transgresión a la que invita el número, ya que  como bien señala André Cisnegro en su breve ensayo “Transgresión para las  masas”, los escritos reunidos pertenecen a esa especie del “arte de hacer vida  con la vida y no muerte con la muerte”, una condición que es en sí,  transgresora. De ahí que el artificio de la palabra sea una apuesta por la  creación y en donde la metáfora es su  realización; una realización en la que el ser humano, como diría María  Zambrano, aspira a un conocimiento más absoluto: sobre el sí mismo, pero  también, sobre su realidad. 
    La transgresión en este número mira, por  ejemplo, con el ojo despierto y surrealista al que evoca Hortensia Carrasco en  su poema “El gran juego”, o el placer que el  soñador guerrero encuentra en el deseo de romperlo todo, como apunta el  fragmento de “Demiurgo del caos”, de Enrique González Rojo… Pero también está esa vena autofágica de la cultura  a la que alude Hugo Garduño en el poema “Los pendencieros”… Y así, en un continuum posible la palabra abre el universo sostenido por el Valium de Silvia Tomasa Rivera, en “Voy a matarte, amor”,  queman la “Hoguera” de Esaú Corona y tejen esos mundos posibles allá  donde llega la onda expansiva… 
    Sin duda, el proceso creativo, en  donde el escritor y la obra se recrean a la vez que rehacen la realidad, es en  sí un acto transgresor. No hay que olvidar que la escritura contiene también  una función imaginativa que en la vida social encuentra su territorio en los  disloques de la palabra hacia los posibles sentidos que ella despliega: he ahí la transgresión a la que este  número de Blanco  Móvil convoca. 
     
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        80 aniversarius. Queremos  tanto a Eduardo del Río, 
        Grijalbo, 
        México, 2014.
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Los compiladores son Andrea Candia Gajá y Bernardo  Fernández, Bef, y los autores convocados son, como aparecen en  el índice, Abraham Nuncio, Adriana Malvado, Alma Guillermoprieto, Ana Colchero,  Andrea Candia, Armando Bartra, Bárbara Jacobs, Benito Taibo, Carlos Monsiváis,  Carmen Boullosa, Cuauhtémoc Cárdenas, Elena Poniatowska, Emiliano Pérez Cruz,  Enrique Florescano, Enrique Semo, Fabrizio Mejía Madrid, Félix Hernández Gamundi,  Fritz Glockner, Guadalupe Loaeza, Guillermo Fadanelli, Hugo Gutiérrez Vega,  Humberto Musacchio, Ifigenia Martínez, j.  Jesús Lemus, Jabaz, Jaime Avilés, Jaime Cárdenas Gracia, Jairo  Calixto Albarrán, Javier Sicilia, Javier Solórzano, Jenaro Villamil, Jesusa  Rodríguez, Jis, Jorge Ramírez Bravo, José Carreño Carlón, José  Gordon, José Manuel Rodríguez El Caníbal,  Juan Carlos González Juárez y Lucrecia Alcalá Sarabia, Juan Manuelo  Aurrecoechea, Juan Villoro, Julia Palacios, Julio César Pineda Santos, Laura  Esquivel, Lorenzo Meyer, Luis Gantus, María Luisa la China Mendoza,   María Rojo, Marta Lamas, Mónica Lavín, Nora Karina Aguilar Rendón, Óscar  Chávez, Pablo Latapí, Paco Ignacio Taibo II,  Pedro Valtierra, Porfirio Muñoz Ledo, Rafael Barajas el Fisgón, Raúl Cremoux, Raúl Vera, Ricardo Rocha, Roberto  Escudero, Rogelio Cuéllar, Sabina Berman, Sergio Aguayo y Víctor Roura. Cuatro  apartados más cierran el volumen: Los lectores, un Epílogo a cargo de Ariel  Rosales, El último desayuno –pequeño reportaje gráfico sobre la hechura del  mural riusiano en el Museo del Estanquillo– y Los moneros; esto último, una  lista casi tan numerosa como la de quienes colaboraron por escrito en este  volumen que no requiere mayor explicación. Quísose incluir completa la lista de  autores –completa respecto del libro, pues la completa-completa requeriría tal  vez una enciclopedia de varios volúmenes– para hacer notar el ecléctico poder  de convocatoria del maestro Rius Frius,  de quien todos parecen haber hablado o querer hablar, lo mismo sus colegas  moneros que narradores, ensayistas, historiadores, economistas,  periodistas, poetas, activistas sociales, así como uno que otro actor y  político desperdigado. No es para menos: los primeros ochenta años del Chamuco Mayor hay que celebrarlos como-dios-manda, dicho así  nomás por el gusto de hacer sonreír tantito a don Rius. 
 
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