Portada
Presentación
Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega
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Pedro Páramo
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Instantánea
Marcos García Caballero
Kati Horna, vanguardia
y teatralización
Adriana Cortés Koloffon entrevista
con José Antonio Rodríguez
Asbesto: un
asesino en casa
Fabrizio Lorusso
Uno más de
esos demonios
Edgar Aguilar
¡Gutiérrez Vega, a escena!
Francisco Hernández
Manuel Ahumada,
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ARTE y PENSAMIENTO:
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Felipe Garrido
Elenita
El juego era tan sencillo como brutal. Pancho, Alex, los Gordos, alguno más, desde atrás de los coches, del otro lado de la calle, tirábamos la pelota, como con odio. Su puerta era de lámina y en partes estaba hundida; sonaba como un trueno, como un derrumbe, y nos devolvía el proyectil. Todas las veces que hiciera falta, hasta que Elenita empezaba a gritar pinches escuincles, me los voy a comer. Nosotros ahogábamos la risa y rodábamos por el zacate seco; en la colonia las calles eran de tierra. Apenas se callaba volvíamos al juego y ella nos mentaba la madre y blandía una escoba.
Hasta aquella tarde en que agarró a Checo de la camisa y empezó a arrastrarlo para su casa. Corrimos, lo dejamos solo. De Elenita se decía que estaba loca porque había visto cuando mataron a su hijo, que tenía cien años, que era bruja. Checo perdió la camisa pero logró zafarse. A veces yo la sueño, la greña cana, la voz que aúlla, el perro negro que siempre la seguía. |