Portada
Presentación
Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega
Ángel Rosenblat
y la filología
Leandro Arellano
Amores fragmentados
Febronio Zatarain
Magia
Diego Armando Arellano
Afrodiáspora:
del fuego y del agua
Esther Andradi entrevista con Susana Baca
El prodigioso Jean Ray
Ricardo Guzmán Wolffer
El asombro ante
el mundo y el Tao
Manuel Martínez Morales
Graham Greene: dos encuentros con la Iglesia
Graham Greene y Rubén Moheno
Rolling Stones:
¿la última gira?
Saúl Toledo Ramos
Leer
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Jornada de Poesía
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Cinexcusas
Luis Tovar
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Luis Tovar
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Futuros actualizados
Un poco a la manera del proceso conocido como “copiar-pegar” –el frecuentadísimo copy-paste con el que Demasiados pretende suplir su aprendizaje–, aplicable en procesadores de palabra y muchos otros programas cibernéticos, los guionistas Laeta Kalogridis y Patrick Lussier tomaron partes esenciales de dos antiguos filmes para generar el argumento y la trama de un tercero: los dos primeros son, respectivamente, The Terminator, que data de 1984, y Terminator 2: The Judgment Day (el juicio final), realizado en 1991. Ambos fueron dirigidos y coescritos por James Cameron, a diferencia del tercero, titulado Terminator Genisys (2015) y dirigido por Alan Taylor. Entre éste y aquéllos hay otros dos filmes, absolutamente irrelevantes para cualquier efecto.
Ya sea que uno aprecie los géneros fílmicos “acción” y “ciencia ficción” o que sus gustos estén ubicados en las antípodas, es difícil tener una mínima cultura cinematográfica y al mismo tiempo ignorar la existencia de esta historia que, sin importar de cuál de las cinco películas esté hablándose, ni la cantidad y complejidad de los retruécanos que hayan sido aplicados, consiste básicamente en esto: un robot persigue a un ser humano para matarlo. En línea con lo anterior, difícilmente se desconoce al icono de la historia: el rostro basto e inexpresivo del actor Arnold Schwarzenegger, caracterizado como el robot –o cyborg, como muchos prefieren llamarlo— persecutor, es decir, el Terminator que da título a los filmes.
Reset
Quien ha visto las cintas que la antecedieron no podrá sino ir verificando que, hasta cierto punto de su desarrollo, Terminator Genisys tiene como uno de sus principales propósitos empatar lo que cuenta con lo que ya se había contado, llegando incluso a la virtual calca de ciertas escenas y partes de secuencias, en algunos casos, y en otros a una suerte de reinterpretación. Mientras la cinta avanza y hasta que llega el referido momento específico, con toda justificación la palabra remake ronda la mente del espectador. Sin embargo, dicho término inglés no define a suficiencia lo que se está presenciando, a causa de la introducción paulatina de algunos cambios respecto de las dos tramas que alimentan la de Terminator Genisys. Más o menos sutiles o crasos, en tales cambios –y no tanto en el hecho de ver otra vez al actor austríaco en su papel más emblemático– reside el interés de fondo que pueda tener ésta que, a mayor abundancia de definiciones, ha sido catalogada como secuela, “precuela” e incluso con el término reboot.
Dichos cambios entre las dos historias de origen y la tercera resultante, todos referidos al manejo de los tiempos presente, pasado y futuro diegéticos, en efecto introducen diferencias considerables en el desarrollo ulterior de la trama del filme reciente, pero cuidándose siempre de mantener dos constantes: primero, la ya mencionada condición persecutoria entre una inteligencia artificial y el ser/los seres humanos, y segundo, la participación clave del cyborg original –quizá cabría decir más bien “originario”– en la solución del conflicto. Hay otra constante, pero de índole mercadotécnica, y tiene que ver con la introducción en la trama de un asidero argumental que da pauta a un filme ulterior. Así pues, la tarea de copy-paste fue realizada con aceptable eficacia y no hace respingar de más a quienes practican la obvia, natural desconfianza frente a este tipo de saqueos fílmicos del pasado, sea reciente o remoto –y por más que de repente pueda parecer, con tantas historias ochenteras de regreso, que el célebre I’ll be back no lo dijo el Terminator sino Unomismo.
Con independencia de todo lo anterior, desde una perspectiva más comprehensiva en la que sean abarcados tanto la serie completa de filmes, con los detalles particulares acerca de su respectiva visión –entonces contemporánea, para cada uno de ellos– del presente y el futuro, así como el compás cronológico abierto desde la primera hasta la más reciente, con su igualmente particular y mayor o menor pericia para incorporar elementos de una modernidad, sea que ésta haya sido finalmente alcanzada o incluso superada –como suele suceder con la ciencia ficción–, a Terminator Genisys le sobran los tics y lugares comunes del filme de acción que inevitablemente es, pero sin los cuales sencillamente la película no sería, pero le alcanza para proponer, no metafóricamente sino en calidad de meollo dramático, lo mismo que en las dos anteriores pero actualizado, incorporando el contexto real. Por supuesto, no se dirá aquí de qué se trata.
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